Entre popularidad y alertas de excesos, Bukele cumple cuatro años de mandato en El Salvador

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Foto: Salvador Meléndez | AP

Este 1 de junio el presidente Nayib Bukele cumple su cuarto aniversario en la presidencia de El Salvador. A lo largo de estos años, su “guerra” contra las pandillas, a la par de las denuncias de posible violación a los derechos humanos, han marcado su controvertido mandato. Mientras que los críticos aseguran que su deriva autoritaria es innegable, el líder salvadoreño sigue siendo el presidente con más aceptación de toda la región. Ahora, se espera que Bukele utilice todos los medios posibles para alcanzar la reelección en 2024, que para muchos ya está asegurada. 

Con una chaqueta de cuero, acompañado por su esposa y arropado por los vítores de sus seguidores. Así celebró Nayib Bukele su victoria en El Salvador el 4 de febrero de 2019, un día después de las elecciones presidenciales. Pero no fue hasta el 1 de junio de ese mismo año cuando juramentó el cargo y dio inicio a una nueva era en el país centroamericano, la del fin del bipartidismo y la del presidente ‘millennial’.

Cuatro años después, y a pesar de las múltiples críticas de las ONG y organismos internacionales por violaciones de DD. HH. en su conocida “guerra” contra las pandillas, su popularidad sigue intacta e incluso en aumento. Las encuestas señalan que nueve de cada diez salvadoreños aprueban la gestión de Bukele.

Un respaldo que el presidente ha interpretado como una señal de que va por “buen camino”. De hecho, su eslogan de cara a los comicios de 2024 sigue siendo la “mano dura” contra el crimen organizado del país. Ante este escenario, ¿qué ha hecho Nayib Bukele para que coseche tanta aceptación pese al aluvión de críticas?

Un país sin pandillas: la otra cara del ‘paraíso’ 

René Huberto Díaz se despertó el sábado 25 de marzo de 2022 y fue a trabajar como cualquier otro día. El albañil de 50 años estaba trabajando en el diseño de una tumba en el cementerio municipal de Santa Elena, en la ciudad de Usulután.

Mientras almorzaba en un restaurante de la zona, dos personas se acercaron y lo mataron a balazos. Más tarde, se comprobó que no tenía ningún tipo de vínculo con las principales pandillas del país, la Mara Salvatrucha 13 (M13) y Barrio 18.

La de Díaz fue una de las 87 muertes de ese fin de semana a finales de marzo. Los tres días más sangrientos registrados en el país en al menos 30 años. Y la respuesta de Bukele, que ya llevaba casi dos años en el poder, fue rotunda: el 27 de marzo declaró el estado de excepción con la aprobación del Congreso e inició la que se conoce como la “guerra contra las pandillas”. 

Uno de los factores que generó más malestar ese fin de semana fue que casi todos los asesinados fueron civiles, no pandilleros. Un suceso que los expertos señalaron como algo “excepcional”, ya que, en las estructuras criminales, los homicidios nunca suelen ser “al azar”.

“Un criminal no mata por matar a cualquiera que vaya pasando, las estructuras criminales utilizan los homicidios como una especie de violencia instrumental para generar control territorial, temor, zozobra o miedo si esta violencia está dirigida hacia una persona o grupo específico”, explicó Juan Carlos Torres, director de la maestría en Políticas Públicas y Prevención de Violencia de la Universidad Don Bosco, a ‘ElSalvador.com’.

Investigaciones de diferentes medios de comunicación, como ‘El Faro’, explicarían más tarde por qué las pandillas actuaron de esa forma y cómo se llegó hasta ese 25 de marzo. Desde el inicio de su mandato, Bukele estaba enfocado en reducir los índices de violencia con un plan de siete pasos que pocos sabían cómo funcionaba. En paralelo, la Fiscalía había documentado y estaba investigando a varios funcionarios del Ejecutivo por negociar con las principales pandillas del país. También se probó que los operarios de las cárceles daban un trato especial a los jefes de las pandillas –como servicios hospitalarios en el exterior, etc.– a cambio de que rebajaran la violencia en las calles.

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“Hay suficientes evidencias, tanto periodísticas como las presentadas por el fiscal del este de Nueva York, que investigó a pandilleros de la M13 que aseguraban que funcionarios del Gobierno de Bukele les dieron privilegios. También se ha probado que miembros de las altas esferas de estas organizaciones criminales que debían estar presos estuvieron en libertad hasta el inicio de la ‘guerra contra las pandillas’. No son investigaciones en curso o especulaciones, son hechos”, sostiene Zaira Navas, especialista en seguridad e integrante de la organización de defensa de DD. HH. Cristosal.

Pero un hecho acabó el pacto. A finales de marzo de 2022, antes del fin de semana de la oleada de asesinatos, un convoy de la policía transportaba a varios pandilleros hasta la frontera, pero un grupo de militares los detuvo y los devolvió a la cárcel. Situación que las pandillas interpretaron como una traición y que terminó en la ‘vendetta’ contra el Gobierno con el asesinato de civiles. Bukele siempre ha negado cualquier vínculo con las pandillas, pero en El Salvador es sabido que algunas administraciones han negociado –fuera de los reflectores– con los grupos criminales para reportar avances en materia de seguridad. Solo el pasado 29 de mayo, el expresidente Mauricio Funes fue condenado a 14 años de prisión por negociar con las pandillas.

Desde la declaración del estado de excepción, vigente hasta el día de hoy, El Salvador eliminó las garantías constitucionales con el pretexto de frenar los homicidios. Algunos derechos básicos como el derecho a la reunión y asociación o la presunción de inocencia se suprimieron.

Un plan que facilita el control por parte del Gobierno, en especial sobre los presuntos pandilleros: permite detener a alguien sin pruebas, así como ampliar el plazo en el que una persona puede estar detenida sin sentencia. Medidas que han llevado a la detención arbitraria de miles de personas. Según la organización de defensa de DD. HH. Cristosal, se han recibido más de 4.000 denuncias de detenciones arbitrarias.

Según el Ministerio de Seguridad de El Salvador, la cifra de detenidos desde la declaración del estado de excepción ronda los 68.000. Entre estos, al menos 5.000 han sido liberados tras comprobarse que no tienen ningún tipo de conexión con las pandillas.

No obstante, es innegable que la violencia por parte de las pandillas se ha reducido de forma drástica. En un trino el pasado 10 de mayo, el presidente Nayib Bukele celebraba un año sin homicidios.

“Cerramos el 10 de mayo de 2023 con 0 homicidios a nivel nacional. Con este, son 365 días sin homicidios, todo un año”, apuntó el mandatario.

Este es el punto principal que ha mantenido su popularidad en auge. En lugares como el centro de San Salvador y las afueras, hace apenas un año ser comerciante era complejo y peligroso. Las pandillas extorsionaban a los dueños de los locales y negarse a pagar podía costar la vida. Cristina Arévalo, comerciante de 71 años, cerró su local tras recibir amenazas por parte de las pandillas, pero ahora está decidida a reabrirlo.

“Con la seguridad que se vive, pronto reabriré porque ya no me van a extorsionar”, aseguró Arévalo ante el periódico ‘Diario de las Américas’.

Una opinión compartida por miles en el país. Una sociedad militarizada, una de las estrategias aplicadas por el Ejecutivo de Bukele, y sometida a un férreo control si ello significa índices de violencia más bajos. Y es que los expertos y analistas indican que una de las estrategias del mandatario es generar una sensación de pánico entre los pandilleros, pero también entre los civiles.

“Mensaje para las pandillas: por sus acciones, ahora sus ‘homeboys’ no podrán ver ni un rayo de sol”, dijo Bukele tras la oleada de asesinatos el 27 de marzo de 2022 en redes sociales.

Los pandilleros llevan sobre sus hombros una clara amenaza: si los encuentran, sufrirán. Y la sociedad civil está bajo una alerta constante por el fantasma de las maras.

“Bukele utiliza un discurso de populismo punitivo que implica generar terror, miedo y amenaza. No solo entre las pandillas, sino entre toda la población salvadoreña”, apunta Navas.

No obstante, hasta sus críticos aseguran que Bukele ha conseguido algo que ningún presidente había conseguido desde la formación de las pandillas: la desarticulación de estas bandas. Es decir, ya no hay mandos ni órdenes claras en las estructuras de las principales pandillas salvadoreñas.

Violación de DD. HH.: el fin de la dignidad de culpables e inocentes 

Ir a la cárcel en El Salvador puede convertirse en un infierno. Así lo denuncia la organización Cristosal, que ha documentado decenas de reos muertos por torturas, estrangulamientos, palizas, humillaciones o falta de atención médica en los penales salvadoreños.

El Salvador Bukele seguridad, violencia

AP-Salvador Meléndez

En su último informe –publicado el 26 de mayo—la organización señala que, desde el inicio del estado de excepción, al menos 160 presos han muerto bajo custodia del Estado. En este se acusa que algunos de los reos están siendo enterrados en fosas comunes sin el conocimiento de sus familiares.

“Se ha verificado y documentado que las muertes ocurrieron en el interior de los centros penales, es decir bajo custodia del Estado”, apunta el informe.

“Recibió patadas en el estómago que le provocaron que expulsara sangre por la nariz y boca, lo que provocó que perdiera la movilidad y que no pudiera comer”. Es uno de los testimonios de un testigo anónimo, recogido por Cristosal sobre la muerte un reo con discapacidad de 45 años. Una clara vulneración de los DD. HH., tanto si la víctima era culpable o no de los cargos que se le imputaran antes de su muerte.

“Ningún jefe de Estado tiene el derecho a violar los DD. HH. de la población salvadoreña, maltratando y capturando arbitrariamente sin investigación y sin pruebas a cualquier persona. Es probable que algunos de los detenidos sean pandilleros, pero lo que indican las investigaciones es que la mayoría de los que están sufriendo estas detenciones ilegales son civiles, especialmente pobres”, expone Navas.

Por su parte, el líder de la nación siempre responde de la misma forma ante las críticas: con descalificaciones hacia cualquiera que cuestione sus medidas, incluyendo a las organizaciones de defensa de derechos, a los que ha llegado a tildar de “cómplices y defensores” de los pandilleros.

“Que sepan todas las ONG de ‘derechos humanos’ que vamos a arrasar con estos malditos asesinos y sus colaboradores, los meteremos en prisión y no saldrán jamás”, señaló el líder neoliberal en Twitter.

Para muchos, el “programa integral” de Presidencia no es más que una caza de brujas, en la que primero te detienen y después te hacen las preguntas. Y si se prueba que has sido detenido arbitrariamente, tampoco tienes acceso a un sistema de Justicia y reparación. Un sistema autoritario que muchos acusan es el “precio” del fin de las pandillas con Bukele.

Los resultados del Gobierno del presidente ‘millennial’   

Bukele es el presidente mejor valorado de América Latina y muchos lo consideran como un modelo a seguir. El publicista de 41 años entró a la Casa Presidencial de El Salvador con propuestas aparentemente transgresoras como la implantación del Bitcoin como moneda oficial junto al dólar. Pero, ¿cuáles han sido sus logros en materia social y económica en estos cuatro años?

Bukele prometió mejorar la situación económica y reducir la pobreza, pero los índices no han tenido mejoras significativas e incluso han empeorado. 

Según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples del Banco Central de Reserva, en 2022 la pobreza se situó en el 26,6 % de las familias salvadoreñas, mientras que en 2021 fue de 24,6 %. Además, la pobreza extrema se elevó del 7,8 % en 2021 al 8,6 % en 2022. Por otro lado, la aplicación del Bitcoin fue un fracaso y es actualmente el punto menos respaldado por la sociedad. Índices y marcadores que están estrechamente relacionados con la problemática de las pandillas.

“Yo creo que es imposible que la represión por sí sola elimine las condiciones que dieron surgimiento a las pandillas. Las pandillas surgen en un contexto de guerra y postguerra civil pero también están muy ligadas a la pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidades. Y esas condiciones continúan en El Salvador, los índices de pobreza siguen creciendo”, sostuvo Óscar Martínez, periodista de ‘El Faro’, durante una entrevista en el podcast ‘El Hilo’.

Pero el equipo de marketing del Gobierno no lo hace ver así.

“Bukele se ha servido de una gran campaña publicitaria de youtubers, influencers y medios de comunicación nacionales que le hacen parecer popular a pesar de no tener buenos indicadores económicos”, asegura Navas.

Una estrategia publicitaria que ha servido para mostrar el debilitamiento del Estado de Derecho y la aplicación del estado de excepción durante más de un año como algo “necesario” para acabar con las pandillas. Una carta que los expertos temen que Bukele juegue para presentarse a la reelección en los comicios de 2024 a pesar de que la Constitución lo prohíbe expresamente.

Sin una oposición real y con mayoría en el Congreso, en 2021 el mandatario destituyó a los cinco jueces de la Sala Constitucional de la Corte Suprema. También lo hizo con el fiscal general y un tercio de los 690 jueces del país. Una movida que hizo saltar las alarmas sobre la separación de poderes entre los organismos y la comunidad internacional. Tras la reforma de la Corte Suprema, consiguió que lo habilitaran para poder presentarse a la reelección el año que viene.

“Es obvio que Bukele está buscando a toda costa violar la Constitución para poder reelegirse a pesar de que está prohibido. Pero como ha desmontado los controles estatales como la Sala Constitucional y haber nombrado el mismo a un fiscal general de la República ha acortado el camino para reelegirse. Todas estas instituciones lo venden como el presidente que ha salvado al país de las maras”, sostiene Navas.

En estos cuatro años, el dirigente salvadoreño ha moldeado una sociedad basada en el control férreo y la militarización no solo en las zonas rojas de presencia de bandas criminales, sino también en las comunidades en las que nunca la ha habido. Sin un marco legal claro y con las detenciones en auge, para muchos el saberse libres o no, una vez arrestados, es una cuestión de puro azar.