Es más probable que pensemos que la epidemia se acabó y dejemos de hablar de ella antes de que verdaderamente acabe

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Foto: Getty Images

 

Hay un refrán japonés que dice: “Un hombre sabio sube el Monte Fuji una vez en su vida, sólo un necio lo sube dos veces”.

Y en el verano de 2017, cuando terminé de descender la mítica montaña japonesa no pude estar más de acuerdo.

A las 6 de la mañana, cuando, luego de escalar toda la noche, llegué a la cima, celebré.

Estaba feliz y hasta me tomé fotos haciendo la “V de Victoria”.

Lo que no sabía es que llegar a esa cima, a ese pico, era solo el inicio de una larga, fatigante y dura cuesta abajo.

Tanto o más difícil que la subida.

Por esa casi única experiencia escalando montañas, entendí la analogía que hace el historiador de la medicina Jeremy Greene con la famosa curva de la pandemia del coronavirus.

Para Greene, quien además de historiador es médico y profesor del departamento de Historia de la Medicina de la Universidad Johns Hopkings, esta analogía es crucial para entender, qué implica llegar al pico de la pandemia y los riesgos del descenso.

Y sobre todo, para saber cómo será el final.

Greene dice que la historia muestra que no habrá uno sino dos finales de la pandemia del coronavirus: uno será biológico y otro será social.

Lo que sigue a continuación es un extracto de la conversación que tuvimos con el científico desde Baltimore, Estados Unidos.

Usted habla de dos tipos de final para una pandemia: uno biológico o médico y otro social, ¿en qué consisten?

Todas las enfermedades están necesariamente entrelazadas por factores biológicos y sociales que no pueden ser totalmente separados.

La realidad médica de esta pandemia es a la vez biológica y social.

Pero cuando pensamos en el cronograma, en la historia que nos contamos a nosotros mismos sobre cómo una epidemia comienza, cómo se propaga y cómo termina, a veces vamos para atrás y para adelante entre la historia biológica y la historia social.

Las características biológicas varían mucho de epidemia en epidemia.

En cambio, las características sociales de una epidemia pueden ser muy similares.

Esto involucra nuestra percepción de la epidemia, nuestra capacidad de hablar de esta, de responder.

Y las respuestas sociales pueden ser positivas y negativas.

Pueden ser unirse en un acto de solidaridad para proteger a la salud pública, pero también pueden llevar al miedo y al aumento de la xenofobia, el racismo y al nativismo y ya (con el coronavirus) hemos visto todo esto.

Aquí en Estados Unidos, por ejemplo, sabemos que el coronavirus estuvo propagándose en la comunidad semanas antes de que tuviéramos la percepción o la comprensión social de que la epidemia existía en los Estados Unidos.

Y lo mismo puede pasar al final de la pandemia.

Hay un riesgo de que nosotros tengamos la percepción de que la epidemia ha terminado. Y uso el “nosotros” para referirme a esa especie de conversación colectiva, de lo que hablan los medios, o las políticas que estamos implementando.

Podría ser que percibamos esto antes del verdadero fin de la propagación del virus en las comunidades.

En ese caso, las personas podrían estar aún sufriendo y muriendo, pero nosotros ya no estaremos respondiendo.

Sería como si ya no existiera una epidemia a la que tuviésemos que responder colectivamente.

Estos dos cronogramas son diferentes y cuando los cronogramas biológicos y sociales de una epidemia tienen una diferencia sustancial hemos visto resultados catastróficos.

¿Ha terminado la epidemia del SIDA? Aún no hay vacuna para el SIDA y estamos casi a 40 años de la epidemia del SIDA

Entonces, quiere decir que este final social (de la pandemia) puede llegar más temprano que el final biológico de la pandemia.

Pienso que es importante pensar que estos dos están muy relacionados.

Lo que hacemos socialmente afecta profundamente la realidad biológica de la epidemia. Y viceversa.

Las maneras en las que actúa biológicamente la epidemia afecta nuestra respuesta social.

Una analogía histórica que puede ser útil es la del SIDA y el VIH.

Si miramos atrás en el tiempo, al inicio de los años 90, cuando el SIDA y el VIH era una nueva enfermedad devastadora que estaba golpeando al mundo con resultados terribles, el virus fue claramente asumido como una epidemia.

Entonces, ¿cómo o cuándo la epidemia del SIDA terminó? ¿Ha terminado la epidemia del SIDA?

Para muchas personas no ha terminado.

Y hacia el final de los años 90 la atención de la gente a la epidemia del SIDA en Estados Unidos y en el resto del mundo fue desapareciendo.

Hubo una serie de esfuerzos diferentes por parte de activistas del VIH para insistirle al mundo para que continúen tomando esta enfermedad seriamente como una epidemia en un momento en el que periódicos y revistas comenzaban a moverse hacia otros temas.

Y hay un riesgo en esto. Sabemos que el VIH continúa devastando al mundo.

El VIH es una epidemia, hubo 1,7 millones de nuevas infecciones en 2018, 770 mil personas murieron en 2018 pero ahora tendemos a hablar del SIDA en un término más endémico. Solo como otra enfermedad que es parte del mundo que conocemos.

En parte esto es porque el SIDA es tratable, ahora el SIDA es ya de muchas maneras como la diabetes.

Lo que una vez fue universalmente una condición letal se convirtió en algo manejable como una enfermedad crónica con medicinas poderosas inventadas gracias a la biomedicina.

Aún no hay vacuna para el SIDA y estamos casi a 40 años de la epidemia del SIDA.

En el caso del coronavirus donde estamos ahora en ese curso biológico y ¿dónde estamos en el curso social de la pandemia?

No soy un futurólogo y no tengo una bola de cristal.

Aunque en muchos países ha pasado el pico de la pandemia, tenemos que ser muy cuidadosos y entender lo que significan estos números.

Leer los números que tenemos de nuevos casos o de mortalidad como representación de la realidad que está sucediendo en el mundo material de todos los cuerpos que este virus ha afectado es un problema sustancial.

No hemos hecho suficientes pruebas. Lo que sabemos es el número de personas identificadas con coronavirus, un porcentaje mucho menor que el número real.

Yo chequeo estas curvas todos los días, para tratar de entender dónde estamos. Pero creo que hay una diferencia entre buscar el pico y buscar el fin (de la pandemia).

Si puedo hacer una analogía sería la de escalar una montaña.

Los escaladores de montaña saben que cuando llegan al pico (cima) de la montaña el camino no se torna más fácil luego. Descender una montaña es casi tan difícil y en algunos casos más duro. Y puede tomar mucho más tiempo.

Igualmente, si miramos a una montaña podemos fácilmente ver cuál es la cima o el pico, esa es la parte fácil, lo que es más difícil es discernir cuando llegas de nuevo a terreno plano.

Es decir, qué parte exacta de la pendiente te dice que ya no estás en la montaña. Y pienso que este es el verdadero desafío para nosotros.

Tenemos muchas más historias y sensores para entender cómo comienzan las epidemias.

Las personas podrían estar aún sufriendo y muriendo, pero nosotros no responderíamos porque habríamos pensado que el virus ya se había acabado”

Podemos decir con gran precisión cuáles fueron los primeros casos de la epidemia del SARS, podemos decir fácilmente cuándo empezó a crecer el número de casos pero no tenemos la habilidad de hacer lo mismo de vuelta.

La historia ofrece una advertencia entendiendo que es más probable que pensemos que la epidemia se acabó y dejemos de hablar de ella antes de que verdaderamente acabe y de que no percibamos el momento preciso en el que llegue a su fin.

¿Y cuál es el mayor riesgo de esto?

Pienso que el mayor riesgo tiene dos enfoques:

Por una parte hay un riesgo obvio si pensamos que podemos retomar todo de nuevo y a eso le sigue una devastadora epidemia.

Y esto ya lo hemos visto en ciertos lugares, especialmente en Estados Unidos donde ciertas medidas de distanciamiento han sido relajadas y esto se ha convertido en nuevas infecciones.

Pero lo que quiero sugerir es que este es solo uno de los problemas porque en este caso seremos capaces de ver el problema y hablar de él en los principales medios de comunicación.

Pero pienso que puede haber mayores problemas en las personas de las que no se hable.

Si miramos a eso de lo que estamos hablando, estamos hablando de un problema de salud pública afectando a la población dominante.

Especialmente en los Estados Unidos, es información enfocada hacia la población de clase media y blanca.

Y no digo que exclusivamente. Hemos hecho mucho, en las últimas décadas se ha avanzado mucho a la hora de incluir en los reportes de salud cuestiones como la disparidad racial y mirando más a fondo la geografía y la salud, tratando de entender que no es realmente una sola América desde la perspectiva de la salud pública, sino muchas (Américas) que están divididas en raza, clase social, etnia, ingresos y geografía social.

Pero pienso que el problema es que una vez que el problema retroceda, puede que ya no movilicemos esfuerzos aun cuando la pandemia esté afectando a una parte de la sociedad.

Y hay ejemplos históricos muy claros de esto. Es el caso de la tuberculosis.

La tuberculosis ya no la pensamos como una enfermedad epidémica, aun cuando es hoy en día es la enfermedad infecciosa que mata a más personas en el mundo.

En parte porque hemos desarrollado tratamientos efectivos, sistemas de prevención, etc.

Entonces una vez que la enfermedad dejó de ser la principal causa de mortalidad en Europa y Norteamérica, fue desplazada como problema del resto del mundo.

Estudios de la tuberculosis en Nueva York muestran que, si miramos a la segunda mitad del siglo XX, la tuberculosis dejó de ser un problema de salud pública para la población blanca.

Pero hubo partes de la ciudad de Nueva York, especialmente comunidades de inmigrantes y especialmente comunidades económicamente más precarias en donde la incidencia de la tuberculosis no cambió mucho.

¿Quiere decir entonces que el final social de la pandemia estará dictado de alguna manera por los más ricos?

Si, es el problema de hablar de un “nosotros”.

Los historiadores nos damos cuenta de que somos culpables de esto también. Muchas de las historias que contamos en Estados Unidos ha sido la historia de la clase media blanca.

Y si tratas de ampliar esa historia, por ejemplo, para ver cómo sería esa historia desde la posición de una clase trabajadora, o ¿qué pasa si miras la historia de Estados Unidos desde la posición de los nativos americanos? Raras veces hay un “nosotros” singular de la experiencia.

En el primer caso hablo de que terminemos con el distanciamiento social muy temprano y veamos un grave incremento de las infecciones (de nuevo coronavirus) y nos demos cuenta de que hicimos algo mal.

El segundo, es el caso en el que las cosas parezcan mejorar para la parte de la sociedad más visible y relajemos el distanciamiento social y haya aun una tremenda cantidad de personas, población de minorías, personas viviendo en reservas indígenas en Estados Unidos para los cuáles el impacto puede ser aun devastador, pero estará ya fuera de nuestro campo de visión.

Esta pandemia nos deja devastación, muertes, pero ¿hay algo que nos pueda dar una cierta esperanza al final de esta pandemia? ¿Algo que pueda terminar siendo mejor después?

Pienso que debemos tener esperanza. Yo opero sobre la base de la esperanza y el optimismo.

Hay que reconocer el terror de nuestra situación y la enorme probabilidad de que las cosas se pongan peor. Pero al mismo tiempo reconocer que ha habido calamidades increíbles en la humanidad a lo largo del tiempo que hemos superado.

El simple fatalismo no tiene justificación.

Lo que también es sorprendente es encontrar esas formas de vida que perduran y perseveran en diferentes comunidades, encontrando maneras de juntarse y mostrando muchísima resiliencia en tiempos tan difíciles.

Si miramos por ejemplo un estudio sobre la pandemia de 1918-1919 (La Gripe Española) en New Haven (Connecticut), sugiere que fueron a esa comunidad buscando ejemplos de xenofobia y racismo frente a la pandemia.

En lugar de eso, se encontró una sorpresiva reconciliación entre varios grupos raciales y una relajación en algunas de los enfrentamientos que había anteriormente y un destacable nivel de solidaridad y apoyo social.

Pero esto no sucedió en todos los lugares durante esa epidemia y podría mencionar otros ejemplos de otras epidemias en los que la xenofobia creció.

Pero pienso que esa investigación es importante porque creo que cometemos un error cuando pensamos en estos momentos solo con atributos negativos.

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