Freud y la cocaína
Sigmund Freud uso, recetó y defendió ardorosamente la cocaína antes de su salida en las farmacias para el mercado clandestino. Nunca fue algo que el padre del psicoanálisis haya escondido, todo lo contrario. El testimonio de Freud contribuyó a la prohibición de la sustancia que hasta comienzos del Siglo XX, era producida por laboratorios como Merck y Parke-Davis y comercializada como tratamiento para la adicción de la morfi na.
David Cohen, autor de los más importantes perfi les bibliográfi cos del Siglo XX, describe en su nuevo libro “Freud y la Cocaína” algunas conclusiones sobre la relación de Freud con la droga.
El fracaso de las teorías en defensa de la cocaína en el tratamiento de la histeria, problemas digestivos, asma y como un estimulante genérico, llevó al psicoanalista a quemar decenas de documentos cuando la medicina reconoció su nocividad. Pero Cohen va más allá. Demuestra que Freud se equivocó al no reconocerse como viciado (no sólo de puros que le provocaron cáncer de mandíbula, “causa mortis” ofi cial); Cohen sugiere que parte de la obra que cambio la forma del tratamiento de enfermedades mentales, fue producida sobre la infl uencia del polvo blanco; la euforia recurrente de su uso o el sentimiento de derrota que acomete los periodos de abstinencia. “Al examinar a Freud y su legado, debemos recordar que el psicoanálisis, ese extraño ejercicio en el que el paciente cuenta sus sueños y abre su alma echado en un diván, fue inventado por un hombre con un pasado profundamente traumático, un hombre que se volvería usuario habitual de cocaína”, dice el autor.
“Freud era celoso en contar su pasado marcado por el dolor, aunque sus seguidores leales no lo juzgaban en relación a su pasado. No acostumbramos juzgar pensando en un Freud vulnerable y un promisor candidato a la dependencia química”, dice Cohen.
También formado en psicología, Cohen es posiblemente el periodista que coleccionó la mayor cantidad de entrevistas con los grandes nombres de la ciencia. En decenas de sus entrevistas para la revista “New Scientist” cuenta que Freud se convirtió en el punto de referencia para cualquier charla sobre psicoanálisis. En su libro, Cohen congregó en torno a Freud una platea de pensadores que lo aman y otros que lo odian. O simplemente otros que lo acusaron de asesino como el psicólogo Eric Miller.
Durante su carrera, Freud perdió al menos un paciente en su apuesta por la cocaína. Ernst von Fleischl-Marxow, médico amigo de Freud, acabó viciado en heroína gracias al tratamiento contra el dolor por la amputación de uno de sus pulgares. Freud creía que la cocaína era un remedio en el tratamiento de la adicción a los opiáceos y se la recomendó a su amigo. En poco tiempo Fleischl-Marxow acabó adicto a la droga y murió a los 45 años a consecuencia de su uso abusivo.
Para la mayoría de los antifreudianos entrevistados por Cohen, el psicoanálisis era una teoría errática porque Freud era poco confi able, demente y falso. Además de toda la documentaciónsobre el uso de cocaína que fue destruida cuando la droga fue prohibida en 1914, el psicoanálisis se dio modos para garantizar que el voluminoso material hasta entonces producido, del periodo de prueba, pueda ser accesible después de 2025. Hasta allá, el material permanece, de acuerdo con el periodista, guardado en cajas lacradas de la Biblioteca Nacional del Congreso, en Washington, EEUU. Más que eso: Cohen no es nada complaciente con su biografiado; impedir que Anna Freud, hija y heredera profesional, conversase con otros analistas habría sido una forma de evitar el vaciamiento de mucho de lo que él tendría que ocultar al mundo.
Sin embargo, no se trata de un linchamiento. Cohen reafi rma la importancia de la obra freudiana sistemáticamente durante el libro, mostrando que hasta las grandes contradicciones provocadas por sus descubrimientos, tuvieron papel vital en la formación del pensamiento y las terapias que se siguen utilizando hoy en día. El periodista es ostensiblemente contrario, eso sí, a las drogas y la legitimización de experiencias en base a la producción intelectual.
Él mismo admite haber fumado marihuana, experimentado con cocaína y es un admirador de lo mucho que se ha escrito sobre los efectos producidos por el consumo de psicotrópicos. Pero
muestra con crudeza que es posible la devastación provocada por este tipo de precedentes.
El libro “Freud y la Cocaína” es dedicado a la memoria de William S. Burroughs Junior. No al padre. Cita en el prefacio el abandono y la capacidad intelectual de Freud y la de Burroughs
Junior; las aventuras de Burroughs padre con las drogas, el papel defi nitivo en la dolorosa, corta y no realizada vida del talentoso hijo. Viciado, él no encontró diván que lo salvara de la imagen de la madre con la cabeza destrozada por un tiro disparado por el padre, producto de un accidente durante uno de los rituales que el sumo sacerdote de la heroína proponía a la mujer. Lo que para él, era una investigación, se convirtió en una de las obras más ilustrativas de la beat generation.
“Ésta es la oración de cada una de mis noches”
William Burroughs “Gracias por el pavo salvaje y las palomas pasajeras, destinadas a convertirse en mierda en las sanas tripas americanas. Gracias por un continente para saquear y envenenar. Gracias por los indios, que proporcionaron un módico peligro y desafío. Gracias por las vastas manadas de bisontes para matar y desollar y dejar podrir. Gracias por las recompensas, por lobos y coyotes. Gracias por un sueño americano para poder vulgarizar y falsifi car hasta que la mentira desnuda brille al trasluz. Gracias por el Ku-Klux-Klan y los sheriffs que hacen una muesca en sus armas por cada negro muerto. Por las decentes y devotas señoras, con sus rostros mezquinos, tensos, amargos, malvados. Gracias por las pegatinas de ‘Mate un marica en nombre de Cristo’. Gracias por el sida de laboratorio. Gracias por la Ley Seca y la guerra
contra las drogas. Gracias por un país donde a nadie lo dejan vivir su propia vida. Gracias por una nación de camellos. Sí, gracias por todos los recuerdos. ¡Está bien, presenten armas! Siempre fueron ustedes un dolor de cabeza y siempre fueron aburridos. Gracias por la última y mayor traición del último y más grande de los sueños humanos”
EXPERIMENTOS HUMANOS
Los vicios que alimentaron la obra de otros científicos y pensadores
HUMPHRY DAVY El químico experimentaba con óxido nitroso (gas hilarante) que provoca contracciones en el músculo del rostro, simulando sonrisas.
WILLIAM BURROUGHS Icono de la generación beat y autor de los libros más culturizados sobre experiencias con heroína y alucinógenos del planeta. “Almuerzo desnudo” y “Junkie”.
ALBERT HOFMANN El químico suizo sintetizó el LSD cuando trabajaba en la empresa farmacéutica Sandoz. Experimentó primero en sí mismo y creía que la sustancia podría curar el alcoholismo.
ALDOUS HUSLEY ¨Las puertas de la percepción”, libro de su autoría fue una de las grandes referencias de la generación hippie. Su último pedido antes de su muerto fue una inyección de LSD.
CHARLES BAUDELAIRE El texto “Flores del mal”, nació en el pub Haxis, ambiente que también era frecuentado por Víctor Hugo.
HONORÉ DE BALZAC El autor de la “Comedia Humana” era viciado en cafeína y llegaba a pasar hasta 15 horas trabajando sólo tomando la bebida.