Haití se prepara para disturbios mientras un presidente desafiante se niega a dimitir

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Foto: Valerie Baeriswyl/Agence France-Presse — Getty Images

El país está “al borde de un estallido”, y muchos acusan al gobierno de apoyar a las pandillas para mantenerse en el poder cuando se avecina una crisis constitucional.

Los pobres ahora apuntan a los pobres en Haití. Muchos temen salir de sus casas, comprar alimentos o pagar un pasaje de autobús, actos que pueden llamar la atención de las pandillas que salen a secuestrar a cualquiera que tenga dinero en efectivo, por poco que sea.

Muchas escuelas cerraron sus puertas este mes, no por la COVID-19, sino para proteger a los estudiantes y a los profesores de la epidemia de secuestros por rescate que comenzó a inquietar al país hace un año. Nadie se salva: ni las monjas, ni los sacerdotes, ni los hijos de los necesitados vendedores ambulantes. Los estudiantes organizan ahora colectas de fondos para recaudar rescates y liberar a sus compañeros.

Sus penurias pueden empeorar a medida que Haití se precipita hacia una crisis constitucional.

La oposición exigió que el presidente Jovenel Moïse dimita, y dijo que su mandato de cinco años terminó el domingo. Pero el presidente se niega a dejar el cargo, y argumenta que un gobierno interino ocupó el primer año de su mandato de cinco años.

En un desafiante discurso de una hora de duración, Moïse desdeñó a sus detractores.

“No soy un dictador”, dijo Moïse. “Mi mandato termina el 7 de febrero de 2022”.

El domingo, mientras aumentaba la tensión, el gobierno anunció la detención de más de 20 personas, y alegó que habían participado en un complot para derrocar y matar al presidente. Entre los detenidos -acusados de cargos que la oposición dice que son inventados- se encuentran un juez del Tribunal Supremo y uno de los inspectores generales de la policía de Haití.

Después de años de soportar hambre, pobreza y cortes de electricidad diarios, los haitianos dicen que su país, el más pobre del hemisferio occidental, se encuentra en el peor estado que han visto y que el gobierno es incapaz de proporcionar los servicios más básicos.

Muchos temen que las actuales tensiones políticas no hagan más que agravar la parálisis y la mala gobernanza del país. El domingo por la tarde estallaron enfrentamientos entre manifestantes y la policía en tres ciudades diferentes de la nación.

Haití está “al borde de un estallido”, dijo un grupo de obispos episcopales del país en una declaración a finales del mes pasado.

Durante el fin de semana, el poder judicial de Haití se puso del lado de la oposición, un grupo dispar de activistas, políticos y líderes religiosos, y dictaminó que el mandato de Moïse terminaba el domingo 7 de febrero.

El viernes 5 de febrero, el gobierno de Estados Unidos se había puesto del lado de Moïse, una perspectiva importante para muchos haitianos, que a menudo miran a su vecino más grande para saber en qué dirección soplan los vientos políticos.

Un portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, apoyó el argumento de Moïse de que su mandato termina el próximo mes de febrero y añadió que solo entonces “un nuevo presidente elegido debería suceder al presidente Moïse”.

Pero Price también envió una advertencia a Moïse acerca de retrasar las elecciones y gobernar por decreto.

“El pueblo haitiano merece la oportunidad de elegir a sus líderes y restaurar las instituciones democráticas de Haití”, añadió Price.

Moïse gobierna por decreto presidencial desde el año pasado, tras suspender a dos tercios del Senado, a toda la Cámara Baja de Diputados y a todos los alcaldes del país. En la actualidad, Haití solo cuenta con 11 cargos electos para representar a sus 11 millones de habitantes, ya que Moïse se ha negado a celebrar elecciones en los últimos cuatro años.

Moïse pretende ampliar sus poderes presidenciales durante los próximos meses cambiando la Constitución del país. El referéndum sobre la nueva Constitución está previsto para abril, y la oposición teme que la votación no sea libre ni justa y que solo refuerce sus incipientes tendencias autoritarias, afirmaciones que Moïse niega.

André Michel, de 44 años, líder de la coalición opositora Sector Democrático y Popular, prometió que, si el presidente no se hacía a un lado, la oposición organizaría más protestas y practicaría la desobediencia civil.

“No hay debate”, dijo. “Su mandato ha terminado”.

La oposición espera aprovechar el descontento de los millones de desempleados haitianos -más del 60 por ciento del país vive en la pobreza- para alimentar las protestas, que en el pasado se han tornado a menudo violentas y han cerrado amplias zonas del país.

Aunque el presidente nunca ha estado en una posición más débil -encerrado en el palacio presidencial, no puede moverse libremente ni siquiera en la capital-, los observadores dicen que tiene muchas posibilidades de mantenerse en el cargo. La débil y endeble oposición está plagada de luchas internas y no consigue ponerse de acuerdo sobre cómo desalojar a Moïse del poder o con quién sustituirlo.

La incertidumbre política ha sembrado el miedo, con el temor de que las manifestaciones callejeras de los próximos días se vuelvan violentas y sumerjan al país en un largo periodo de disturbios.

Zamor, un chofer de 57 años que solo quiso dar su segundo nombre por miedo a las represalias, dijo que su hija fue secuestrada en la calle en Puerto Príncipe, la capital, el mes pasado. Ahora mantiene a sus tres hijos en casa y evita que vayan a la escuela.

“La gente necesita tener confianza en el Estado”, dijo Zamor, y añadió que el gobierno “está lleno de secuestradores y pandilleros”.

Antes de la epidemia de secuestros, los haitianos podían escuchar música con sus vecinos en la calle, jugar al dominó, ir a la playa y compadecerse de su angustia económica con amigos y vecinos. Pero ahora el miedo a ser secuestrado invade las calles y obstaculiza las actividades cotidianas.

“El régimen ha delegado el poder en los bandidos”, afirma Pierre Espérance, de 57 años, un destacado activista de derechos humanos.

“El país está ahora gangsterizado; lo que estamos viviendo es peor que durante la dictadura”, dijo, refiriéndose al brutal gobierno autocrático de la familia Duvalier que duró casi 30 años, hasta 1986.

Los haitianos sospechan que la proliferación de pandillas en los últimos dos años ha contado con el apoyo de Moïse para sofocar cualquier disidencia. Al principio, las pandillas tenían como objetivo los barrios de la oposición y atacaban las protestas que exigían mejores condiciones de vida. Pero las pandillas pueden haber crecido demasiado como para ser dominadas y ahora parecen operar en todas partes.

En diciembre, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos impuso sanciones a los aliados cercanos de Moïse -entre ellos el antiguo director general del Ministerio del Interior- por proporcionar protección política y armas a las pandillas que tenían como objetivo las zonas de la oposición.

Las sanciones pusieron de relieve un ataque de cinco días que en mayo pasado aterrorizó a los barrios de Puerto Príncipe. El Departamento del Tesoro afirmó que los integrantes de las pandillas, con la protección y el apoyo de funcionarios del gobierno, violaron a mujeres e incendiaron casas.

El gobierno niega haber apoyado a alguna pandilla.

El turismo se ha paralizado, y la amplia diáspora haitiana en Estados Unidos y otros países se mantiene alejada del país.

“Las cosas se han vuelto más y más difíciles desde la llegada de Jovenel Moïse”, dijo Marvens Pierre, de 28 años, un artesano que intenta vender recuerdos en una plaza pública de la capital.

Él ha encargado a su madre que cuide de sus dos hijos pequeños, porque ella recibe remesas del extranjero y puede alimentarlos. Pierre dijo que le resultaba difícil vender sus productos.

“Puedo pasar fácilmente dos semanas sin poder vender mis cosas”, se lamenta Pierre. “Esta mañana tuve que pedirle a una vecina su jabón para bañarme”.

Harold Isaac y Andre Paultre reportaron desde Puerto Príncipe, Haití, y Maria Abi-Habib desde Ciudad de México. Kirk Semple colaboró con reportería desde Ciudad de México.

Maria Abi-Habib es la jefa entrante de la corresponsalía del Times en México. Antes fue corresponsal en el sur de Asia, con sede en Nueva Delhi. Previo a unirse al Times en 2017 fue corresponsal para Medio Oriente en The Wall Street Journal. @abihabib