Karl Lagerfeld, fenómeno y genio de la moda de lujo, murió a los 85 años

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Foto: Jens Kalaene/DPA vía Agence France-Presse — Getty Images

Karl Lagerfeld, el diseñador más prolífico de los siglos XX y XXI y un hombre cuya carrera fue prototípica de la industria de la moda de lujo moderna, falleció el martes 19 de febrero en París. Tenía 85 años.

“Más que cualquier otra persona que conozco, representa el alma de la moda: inquieto, vanguardista y vorazmente atento a los cambios culturales”, dijo Anna Wintour, editora de la versión estadounidense de Vogue, cuando le entregó a Lagerfeld el premio a la trayectoria en los British Fashion Awards en 2015.

Lagerfeld, director creativo de Chanel desde 1983 y de Fendi desde 1965, así como fundador de su propia línea, era la definición de un políglota de la moda: capaz de pronunciarse en el idioma de muchas marcas al mismo tiempo (y, cabe mencionar, podía hacerlo en varios idiomas; leía en inglés, francés, alemán e italiano).

En los años ochenta, cuando muchos de sus pares estaban retirándose para pasar sus días a bordo de yates o en haciendas, él seguía diseñando, en promedio, catorce nuevas colecciones anuales de alta costura y de venta minorista; esa cifra no toma en cuenta sus colaboraciones y proyectos especiales. La combinación que llamaba high fashion y high camp, alta costura con exageración, atrajo a clientes como Rihanna; la princesa Carolina de Mónaco; la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, y Julianne Moore.

“Las ideas llegan cuando estás trabajando”, dijo a sus 83 años, entre bastidores de una muestra de Fendi. Y es por ello que Lagerfeld nunca dejó de crear. También era fotógrafo -su trabajo fue exhibido en la galería Pinacothèque, de París-; director de la casa editorial Steidl, Edition 7L, y autor de un popular libro sobre dietas, The Karl Lagerfeld Diet, de 2002 y en el que habla sobre cómo perdió más de 40 kilos.

Sin embargo, su principal vocación era orquestar su propio mito.

Se autoidentificaba como una “caricatura”, con su atuendo típico de anteojos oscuros, cola de caballo, jeans negros, guantes sin dedos, camisa de cuello, joyería de la marca Chrome Hearts y un consumo casi obsesivo de Coca dietética. Alcanzó tal fama mundial, y polémica, que en 2014 se vendieron en menos de una hora todos los ejemplares edición especial Karl Barbie, creados en colaboración con Mattel y que se comercializaron en 200 dólares.

La gente se refería a él como un “genio”, el “káiser” o hasta “sobrevalorado”. Su contribución a la moda no fue crear siluetas nuevas, como sucedió con Cristóbal Balenciaga, Christian Dior o Coco Chanel. Más bien, creó un nuevo tipo de diseñador: el siempre cambiante.

Es decir, la fuerza creativa que llega a la cima de una marca establecida y la reinventa al lograr identificar su semiología sartorial para luego transmutarla al presente con una mezcla de ligera falta de respeto y toques de cultura popular.

“Chanel es una institución, y tienes que tratar a una institución como a una prostituta porque así sacas algo de la transacción”, dijo alguna vez.

Ahora es un enfoque ya casi cotidiano en la industria, pero era una idea sorprendente antes de que Lagerfeld fuera contratado en Chanel, cuando la marca estaba cerca de volverse irrelevante más allá de sus perfumes y cosméticos.

El que se atreviera a realizar esa idea, y que lo siguiera haciendo en las siguientes décadas con cierto éxito, no solamente transformó la fortuna de Chanel (se estima que sus ganancias ahora superan los 4000 millones de dólares al año), sino las suyas.

También allanó el camino para los diseñadores que siguieron, como Tom Ford (quien transformó Gucci de manera similar) o John Galliano (Dior), Riccardo Tisci (Givenchy y Burberry) y Tomas Maier (Bottega Veneta).

Quienes querían hacer menos a Lagerfeld se referían a él como “estilista”: el diseñador que crea sus colecciones solamente adaptando lo que ya existe y no al inventar algo nuevo. Pero él rechazaba la idea de la moda como una forma de arte y la del diseñador como genio tortuoso. Su meta era más oportunista: “Quiero ser un fenómeno individual de la moda multinacional”, dijo alguna vez.

De hecho, su rendimiento como diseñador fue casi tan fructífero como su atractivo como maestro de los aforismos; hasta tuvo una colección de sus citas más famosas, The World According to Karl, publicado en 2013.

Entre las citas incluidas ahí: “Usar pantalón deportivo es señal de haberse rendido” y “Yo tengo los pies en la tierra, solamente no en esta tierra”.

Poco importa qué tan ciertas eran declaraciones de este tipo, porque la verdad era un concepto cambiable para Lagerfeld, a quien le gustaba ser igual de creativo respecto a su pasado. Por ejemplo, hay cierto misterio sobre su año de nacimiento: Chanel ha dicho que fue 1938, pero la autora Alicia Drake indicó en un libro que fue en 1933. ¿O acaso fue en 1935, como él le dijo a la revista Paris Match hace seis años? La Sociedad Genealógica de Hamburgo dice que nació el 10 de septiembre de 1935.

Y aunque su vida profesional era muy llamativa, su vida personal era misteriosa. Lagerfeld vivía solo, con su gato Choupette -quien se hizo casi igual de famosa; tenía su propia almohada, mucamas, collares de diamante y cuenta de Instagram-, en un departamento parisino repleto de libros y ropa. Una vez estimó que tenía 300.000 volúmenes en su biblioteca.

Se sabe que su gran temor era estar aburrido. En sus conversaciones, o monólogos, pasaba de discutir a Anita Ekberg en la fuente de Trevi en La Dolce Vita a cómo las mujeres más adineradas de los años veinte usaban sábanas de armiño y de ahí saltar a las obras de Kay Nielsen, ilustrador danés de libros de cuentos de hadas. De lo que nunca quería hablar era de su mortalidad.

En el documental de 2008 Lagerfeld Confidential dijo: “No quiero ser algo real en la vida de los otros. Quiero ser como una aparición”.

 

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