La crisis del periodismo (Los muertos que vos matáis) – II Parte
“Medios tradicionales 1900s-2024 mintieron y engañaron hasta el final”, dice la lápida convertida en el meme que, junto con otros, festejaron el triunfo de Trump augurando el fin del periodismo. Y el inefable Elon Musk comenzó ese día con un mensaje a los más de 500 millones de usuarios de X diciendo: “You are the media now” (Ustedes son los medios ahora en traducción libre)
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Confundiendo una tarea creativa e investigativa de lo aún no creado o descubierto con otras tareas repetitivas, incluso intelectualmente, de las que el periodismo también tiene, pero no son las únicas, la extrema derecha se regocija pronosticando el fin de los periodistas como de los ascensoristas o los cobradores de peajes. Usan esos ejemplos sin comprender cuál es el verdadero papel de las organizaciones que realizan periodismo independiente.
El mejor ejemplo es la defección del diario The Washington Post a arriesgar hacer pública su preferencia política frente a las recientes elecciones en Estados Unidos, en contraste con la mantención de la misma tradición en el diario The New York Times. No es casual que el diario de Nueva York continúa siendo propiedad de los descendientes de la misma familia que lo fundó y sienten una obligación moral con su legado, mientras que el diario de Washington fue comprado por un magnate de la economía digital, Jeff Bezos.
Lo mismo sucede en Argentina, no es casual que Milei ataque a los medios que continúan siendo propiedad de los descendientes de sus fundadores, como este diario junto a La Nación y Clarín, y no tenga conflicto con aquellos medios que han sido vendidos a distintas organizaciones que también tienen otros fines sin el compromiso con la vocación periodística.
Es una subjetividad distinta ser periodista, y se mira la realidad desde otra perspectiva y, aunque se sea accionista, dueño o director de un medio de comunicación, el ser-para-ser periodista es algo que no se pierde nunca. La vocación es un llamado imposible de no atender.
Pero más allá de la de quienes hacen los medios tradicionales, hay una necesidad de la sociedad para que determinadas profesiones sean perennes. Explicar “esto que pasa qué significa” fue una tarea igualmente imprescindible antes de la invención de la imprenta, incluso antes del papel, y la realizaban oralmente personas cuya profesión no llevaba todavía el nombre de periodismo, pero ejercían esa función. Lo mismo que las denuncias sobre todo tipo de fraudes que podrían ser orales, grafitis en los muros al ingreso a las ciudades o panfletos.
El capitalismo profesionalizó una tarea que estuvo siempre presente y necesaria desde el comienzo de la civilización como uno de sus motores dialécticos. Las herramientas de la infraestructura material van cambiando con las nuevas tecnologías, pero la superestructura moral será siempre la misma: personas con incontinencia frente al fraude y menor aversión al riesgo que el promedio de cada época.
Vuelvo al ejemplo de lo diferente que se comportan los medios cuyos propietarios son descendientes de un legado que mantienen por lazos sentimentales de aquellos cuyos actuales propietarios solo los adquirieron de sus fundadores. La explicación es también capitalista: uno de los papeles de toda empresa es ser un buffer de riesgo, un colchón frente a la cantidad de derivadas y contingencias negativas que se enfrentan al emprender y que generalmente inhiben las acciones a las personas actuando individualmente.
No hay periodismo de calidad sin asumir los costos y absorber los golpes que se reciben por ello, como la gratificación simbólica que significa para determinadas personas cumplir esa tarea y lograr hacerlo con éxito, que es descubrir lo no descubierto y crear lo no creado, es decir explicar “qué significa lo que pasa” en cada momento.
Quienes llevamos décadas haciendo periodismo ya hemos visto pasar decenas de sepultureros con una fama tan arrolladora como efímera (en términos históricos). “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”, frase en disputa sobre su original autoría en la literatura hispánica, la hemos pronunciado varias veces a lo largo de nuestra carrera. Cuando lo maravilloso de la vida es que todo cambia simultáneamente con que nada cambia en los aspectos más esenciales del ser humano. Hay una mismidad que se mantiene en el continuo cambio. El “siendo” del dasein, la continua entrega de uno también presente en la filosofía taoísta de Zhuangzi.
Así como parte de las ciencias sociales subestiman el efecto económico de la infraestructura sobre la superestructura, el error de muchos libertarios es reducir el mundo a lo material. El mundo se compone de ambas condiciones de posibilidad.
La historicidad hace distinto hoy a The New York Times de The Washington Post, los sepultureros caen en la falacia del presente infinito minimizando la importancia del pasado y sobreestimando sus propias posibilidades en el futuro.
Posdata de dat0s
En Bolivia ya no se puede hablar de ese legado. El Deber es un medio que sigue la regla de la tradición familiar en el que los valores corporativos priman a la hora de escribir en la redacción, principios se podría decir, pero eso tiene un límite con los articuladores de la competencia (no son fiables para ellos y no los defenderían si pasan la meca de algún proceso); están por encima del bien y del mal. Y es el que más cobertura le dedica a Evo para que el vulgo este bien informado.
Ya Los Tiempos que fue un legado familiar acabó arrastrado por la marea y agobiado a las presiones cedió la venta de un importante paquete a un aliado del actual gobierno que satelitalmente también se empeñó con esfuerzo parapetar otros proyectos de la misma corporación. Y como se trata de decir las cosas, ese experimento se llama La Prensa. Hace poco hablé con un redactor de ese diario que tiene sus oficinas en las mismas de Los Tiempos (estoy hablando de La Paz), me dijo que el medio “es pulcro, tiene todo, está súper” (lo que no pueden decir los de El Diario que también fue un medio de legado familiar), esas fueron sus palabras.
Entonces no es superlativo hablar con la misma atención de la lápida urdida por Musk en cuanto al papel de X cuando plantea a sus 500 millones de usuarios que “son la prensa ahora”. Y la frase esa de que “los muertos que matáis gozan de buena salud”.