La crisis en Egipto, un golpe a la credibilidad de EE.UU.

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BBC, Washington

La incipiente democracia egipcia no es la única que quedó en ruinas en las calles de El Cairo. Para muchos, lo mismo le ha ocurrido a la política de Estados Unidos, o al menos a la credibilidad y reputación estadounidense.

Desde la expulsión de Hosni Mubarak en 2011, EE.UU. ha luchado por encontrar el balance entre el apoyo al débil progreso hacia la democracia y la protección de sus intereses de seguridad nacional.

La Casa Blanca ha tratado de trabajar vigorosamente con quien ha estado en el poder en Egipto en cada momento pero ha terminado sin amigos y con muy poca influencia en El Cairo.

Los recientes esfuerzos diplomáticos de Washington en Egipto han fracasado uno tras otro. Hasta que fue expulsado del poder, EE.UU. trató de recomendarle a Mohamed Morsi que aceptara un compromiso con el ejército y los manifestantes.

EE.UU. también hizo un llamado a los militares para no sacar a Morsi.

Después del golpe de Estado, el subsecretario de Estado, Bill Burns, viajó a El Cairo dos veces para ayudar a mediar entre los militares y los Hermanos Musulmanes. Pero estos días, incluso conseguir audiencia en El Cairo es tarea difícil para los funcionarios estadounidenses.

Lo que ha dicho y no ha dicho EE.UU.

Algunas voces en EE.UU. piden que los hechos en Egipto sean declarados como un golpe de Estado.

EE.UU. fue muy cuidadoso de no referirse a la salida de Morsi como un ‘golpe de Estado’ por temor de molestar a los generales y a los millones de personas que pedían su derrocamiento.

Esta situación ha enfurecido a los Hermanos Musulmanes y a sus partidarios que sienten que les robaron lo que se eligió en las urnas.

Pero lejos de estar sintonizado con el nuevo gobierno interino y los militares, Washington ha encontrado críticas por parte de los grupos antiMorsi que perciben que fue incondicional con el expresidente mientras estaba en el poder.

Cuando Barack Obama interrumpió sus vacaciones en Martha´s Vineyard, condenó “fuertemente” la violencia y dijo que EE.UU. se oponía a la imposición de la ley marcial en Egipto.

Pese a que habló desde un complejo turístico de verano, presentaba un aspecto sombrío y severo y se veía bastante frustrado.

“EE.UU. no puede determinar el futuro de Egipto. Ese es deber de los ciudadanos egipcios. Nosotros no tomamos partido con ningún partido o político particular”, dijo Obama.

Algunos argumentan que la sola ayuda militar de EE.UU. a Egipto significa que Washington está tomando partido por el ejército. Pero el comandante general, Abdul Fattah al Sisi, ha sido abiertamente sarcástico con ese país.

“Ustedes dejaron a los egipcios. Les dieron la espalda a los egipcios y ellos no lo olvidarán”, dijo el general al Sisi en una entrevista reciente con el Washington Post.

“¿Ahora van a seguir dándole la espalda a los egipcios?”, se preguntó.

Ante esas declaraciones, el presidente Obama dijo que se trata de un intento de culpar a su país o Occidente por lo que marcha mal en Egipto.

“Hemos sido culpados por los partidarios de Morsi. También hemos sido culpados por los del otro bando. Esa actitud no ayudará en nada a los Egipcios a conseguir el futuro que se merecen”, dijo Obama en su declaración del jueves.

Y agregó: “Nosotros queremos que los egipcios tengan éxito, queremos un Egipto pacífico, democrático y próspero. Ese es nuestro interés. Para lograrlo los egipcios tendrán que trabajar”.

Declaraciones de lado y lado

Obama canceló una práctica militar conjunta con Egipto y dijo que EE.UU. revisará la ayuda militar que le da a ese país.

EE.UU. ya había cancelado el ejercicio bienal militar conjunto en 2011, también por la agitación postrevolucionaria y para presionar al gobierno interino militar a ceñirse al acuerdo del plan de transición democrático.

Pero hoy los generales de Egipto ya no le escuchan más, por lo menos desde que el secretario de Estado, John Kerry, pareció asumir una posición.

“A los militares se les pidió intervenir en nombre de millones y millones de personas, muchos de los cuales temían caer en el caos, en la violencia”, dijo Kerry en un programa para la televisión paquistaní.

“Y hasta ahora los militares no parecen haber tomado el control para mejorar, en nuestra opinión. Para manejar el país hay un gobierno civil que, en efecto, estaba reconstruyendo la democracia”, agregó.

En ese momento, la política de EE.UU. frente a lo que estaba ocurriendo era muy confusa. No hablaban de que hubiera habido un ‘golpe de Estado’, pero tampoco decían que no lo hubiera habido.

Por varios días, los funcionarios estadounidenses trataron retractarse de los comentarios de Kerry, pero la declaración ya estaba hecha.

Los comentarios de Kerry eran también un reflejo de años de una estrecha cooperación entre Washington y El Cairo. A pesar de toda la confusión, Egipto y su ejército siguen siendo un aliado de seguridad clave para EE.UU.

Lo que se juega EE.UU

El apoyo de los generales es crucial para mantener el tratado de paz del país con Israel, conocido como el acuerdo Camp David, firmado en 1979.

Washington también apoya a Egipto en su lucha contra las milicias en el Sinaí, en la frontera con Israel.

El acceso al Canal de Suez es otro tema de interés para EE.UU. Sin ese paso, la Marina tendría que desplegar sus naves por el Cabo de Buena Esperanza, en Sudáfrica.

Un informe reciente publicado por el Servicio de Investigación del Congreso destacó las preocupaciones de la administración y el Congreso sobre cómo mantener una cooperación segura con Egipto en un momento de agitación continua.

El informe se había publicado antes del derrocamiento de Morsi pero las preocupaciones siguen siendo las mismas ahora que se fue del poder.

Egipto le otorga a la Marina de EE.UU. paso expedito a través del Canal de Suez, mientras que otros países tienen que esperar varias semanas para obtenerlo.

Aproximadamente una docena de buques de guerra de EE.UU. atraviesa cada mes el canal, un atajo clave de acceso directo para llegar a Irak y Afganistán.

“Sin el paso por el Canal de Suez la marina tendría que desplegar sus naves por el Cabo de Buena Esperanza, en Sudáfrica, agregando tiempo significativo al recorrido desde Norfolk, Virginia, hasta el Golfo Pérsico y el Océano Índico”, dice el informe.

EE.UU. todavía está lidiando con las consecuencias de haber cortado la ayuda militar a otro país durante varios años.

En 1990, EE.UU. suspendió la ayuda a Pakistán debido a las sanciones relacionadas con la proliferación nuclear.

En la década siguiente, la conexión de Washington y el Pentágono con el ejército paquistaní se fue al piso. Las autoridades paquistaníes dejaron de ir a EE.UU. para entrenar a militares, entre otros asuntos de interés común.

A día de hoy, aunque la ayuda se ha reanudado, la relación todavía no se ha recuperado, teniendo un impacto directo en la lucha contra el terrorismo en la cooperación.

Pero los críticos de la posición del gobierno estadounidense en Egipto están creciendo cada día.

El senador republicano John McCain ha pedido reiteradamente a la Casa Blanca declarar la remoción del expresidente Morsi como golpe de Estado y cortar la ayuda que le da a Egipto.

Por su parte, el Primer Ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ha dicho que Washington comparte la responsabilidad por el derramamiento de sangre con Egipto. El mensaje común es que mantener los lazos con los militares ha tenido un costo muy alto para EE.UU.

“Creo que ya es hora de que EE.UU. reconozca que lo que tenemos aquí es la restauración de la dictadura militar en El Cairo”, dijo Tamara Wittes del Instituto Brookings. Wittes también es exfuncionaria del Departamento de Estado y trabajó en temas de democracia en Medio Oriente durante la primera la administración Obama.

“Eso significa que EE.UU. necesita llamar a estos eventos lo que son. En virtud de la ley estadounidense es necesario suspender la ayuda al gobierno Egipto porque esto fue un golpe de Estado y es un régimen militar”, asegura Wittes.

Wittes también dijo que el ejército egipcio mantendrá la cooperación con EE.UU. así la ayuda sea cortada porque es de su interés.

Pero por ahora es un riesgo que la administración de Obama no está dispuesto a correr.