Parecería alarmante que los índices de violencia se hayan disparado en algunos países latinoamericanos en los que las elecciones están próximas. En Ecuador, donde hasta hace poco nadie pensaría que la criminalidad hubiera aumentado a la sazón de más del 50% comparada con los índices de 2022 (3.800 asesinatos en lo que va de 2023, es un dato aterrador), un candidato estilo Bukele, un reformista de la seguridad construyendo cárceles modernas para encerrar a los delincuentes, se ha convertido en una de las ofertas electorales que más simpatías atrae. El mismo fenómeno se articula en Chile donde quien más puntos suma es aquel que propone demoler centros de distribución clandestina de drogas o en la frontera con Bolivia -en el mismo Chile- donde se han agrupado peligrosos clanes delincuenciales de mucho peso y tamaño. No es poca cosa. México, Perú y Colombia están pasando la misma crisis de seguridad, lo que hace ver que al calor del crecimiento de las organizaciones criminales se están articulando las principales ofertas electorales.