Los asesinos de los caricaturistas que se burlaron del Islam y de los judíos que hacían compras para su comida del Sabbath, galvanizaron al mundo y un mundo galvanizado, es siempre peligroso. La gente galvanizada tiende a cometer descuidos y es precisamente en el extremo de la emoción cuando más distancia y frialdad se necesita.
Tengo ganas de rugir de indignación pero no me corresponde hacerlo; mi trabajo consiste en practicar una disección del evento, ubicarlo en su contexto y tratar de entender que pasó y por qué.
A partir de allí y una vez que la bronca se apacigüe, se pueden elaborar planes de acción.
La rabia tiene su lugar, pero se deben tomar acciones con disciplina y racionalidad.
He descubierto que el proceso de pensar geopolíticamente, apacigua mi rabia y me permite encontrar si no sentido, por lo menos una explicación a un evento como éste.
Mientras ello sucede, mi nuevo libro titulado “Flaspoints: The Emerging Crisis in Europe” (Al Borde del Desastre: La Crisis Emergente en Europa), se refiere al extendido fracaso del gran experimento europeo, la Unión Europea y al resurgimiento del euro nacionalismo.
Se discute este resurgimiento de las fronteras y de los puntos de combustión que generan la posibilidad de que fracasen los esfuerzos de Europa para anular el conflicto. Lo menciono debido a que un capítulo se refiere a la fronteras sobre el Mediterráneo y al antiguo conflicto entre el Islam y el Cristianismo; obviamente, es un asunto al que le he puesto atención y cuando enfoque las cosas de esta manera, comenzaré a elaborar esos puntos de conflicto para empezar a entender a los asesinos y a los asesinados.
Permítanme comenzar integrando ciertas citas de ese capítulo.
Nos referíamos a cómo las fronteras están ligadas y divididas. Aquí tenemos una frontera costera que difiere de muchas maneras y aún así, comparte sus características fronterizas. Su proximidad las separa tanto como las divide. Facilita el comercio, pero también la guerra. Para Europa es otra frontera familiar y profundamente extranjera.
El Islam invadió Europa un par de veces: primero desde la zona ibérica y después, desde la Europa sudoriental, mordisqueando también Sicilia y otras zonas. La cristiandad invadió el Islam en múltiples ocasiones; la primera vez en las Cruzadas y luego durante la batalla para expulsar a los musulmanes de la Península Ibérica, forzó a los turcos a replegarse a Europa central. La cristianidad cruzó finalmente el Mediterráneo en el Siglo XIX, tomando control de vastas zonas del norte de África. Cada una de estas religiones deseaba dominar a la otra; cada cual estuvo cerca de su objetivo y ninguna de las dos, tuvo éxito. Lo que queda claro es que el Islam y el Cristianismo estaban mutuamente obsesionados desde el primer encuentro. Como Roma y Egipto comerciaron y se hicieron la guerra.
En su lucha por el control de la Península Ibérica, los cristianos y los musulmanes han sido enemigos encarnizados y no debemos olvidar que aún así, fueron también aliados en el Siglo XVI cuando otomanos, turcos y venecianos se aliaron para controlar el Mediterráneo.
No es posible resumir la relación entre los dos con frases simples, excepto que es bastante raro que dos religiones sean tan obsesivas una con otra y que simultáneamente, sean tan ambivalentes. Se trata de una combinación explosiva.
Migración, multiculturalismo y “Ghettorización”[1]
La crisis actual tiene su origen en el colapso de la hegemonía europea en el norte de África después de la Segunda Guerra Mundial y a su necesidad de mano de obra barata.
Como resultado de la forma cómo finalizaron sus relaciones imperiales, se inclinaron por permitir la inmigración musulmana a Europa y las fronteras permeables de la Unión Europea, permitieron que se asentaran donde quisieron. Los musulmanes por su parte, no llegaron para unirse a una transformación cultural y más bien lo hicieron por razones más simplistas de trabajo y dinero.
El apetito europeo por mano de obra barata y el apetito musulmán por trabajo, se amalgamaron para conformar un movimiento masivo de poblaciones.
El asunto se complicó debido al hecho de que Europa, había dejado de ser simplemente cristiana. La Cristiandad había perdido su control hegemónico de los siglos precedentes sobre la cultura europea y se había fundido o había sido reemplazada, por una nueva doctrina de secularismo que extrajo a su vez, una distinción radical entre la vida pública y la privada, en la cual, la religión -en cualquier sentido tradicional- fue relegada a la esfera privada sin ningún dominio sobre la pública.
El secularismo tiene muchos encantos, en particular la libertad de creer en privado, lo que se te antoje, aunque asimismo, presenta un inconveniente público: las creencias de unos, difieren tanto de las creencias de otros, que se hace imposible encontrar un espacio común en el campo público y los hay también, quienes opinan que la mera distinción entre lo privado y lo público, es absurda o inaceptable.
Los complejos mecanismos del secularismo, tienen su encanto, pero no todos terminan encantados.
Europa solucionó el problema mediante el debilitamiento de la Cristiandad, convirtiendo en carentes de sentido, las antiguas batallas libradas entre las fracciones cristianas, que habían invitado gente que además de no compartir la gama de doctrinas del secularismo, las rechazó de plano. Aquello que los cristianos consideraron como un progreso en el conflicto sectario, los musulmanes y algunos cristianos, lo consideraron como simple decadencia, debilitamiento de la fe y pérdida de convicción.
En este punto surge la pregunta de lo que entendemos cuando nos referimos a temas como Cristiandad, Islam y secularismo; hay más de un billón de cristianos y más de un billón de musulmanes e incontables secularistas que lo mezclan todo; resulta difícil entonces, decidir qué quieres decir cuando pronuncias cualquiera de esas palabras y es fácil refutar si el significado que otros le dan, es el correcto o no.
Existe una indeterminación preconcebida en nuestro uso del lenguaje que nos permite desplazar la responsabilidad de lo sucedido en París, desde una religión o desde una minoría religiosa, a sólo aquellos que jalaron el gatillo; este es el problema universal del secularismo que se abstiene de estereotipar, dejando sin aclarar quién es responsable de qué. Por la vía de delegar la responsabilidad a los individuos, el secularismo tiende a absolver a las naciones y a las religiones.
Lo anterior no es necesariamente incorrecto, aunque crea un tremendo problema de orden práctico. Si nadie más que los pistoleros y sus inmediatos protectores, fueron los responsables de la acción y todos los demás que comparten la fe, no son culpables, has concebido un juicio moral defendible, aunque en términos prácticos, has perdido la habilidad de defenderte ya que es imposible defender la violencia escogida al azar y no es permisible imponer responsabilidades colectivas. Debido a que Europa ha sido así por tanto tiempo, su complejidad moral le ha impuesto un problema difícil de resolver. No todos los musulmanes y menos la mayoría de ellos, son responsables de lo sucedido, aunque todos los que cometieron estas acciones, sí son musulmanes y sí lo hicieron a nombre de los musulmanes; uno podría alegar que se trata de un problema musulmán y hacerlos responsables por ello para que se ocupen de resolverlo, pero ¿qué pasaría si no lo hacen?… el debate moral se tornaría interminable.
El dilema se genera en el secreto europeo de que no consideran ni a los musulmanes del Norte de África ni a los turcos, como europeos, ni tienen tampoco intenciones de permitírselo. La solución europea a este aislamiento, se asienta en el concepto del multiculturalismo, un término muy liberal que en la práctica, consiste tanto en la fragmentación multicultural, como en la “ghettorización” y en otro problema geopolítico.
En “Al Borde del Desastre”, afirmo que el multiculturalismo y que toda la iniciativa de la inmigración, encaran otro desafío: Europa se encuentra repleta.
A diferencia de los Estados Unidos, no tiene campo para acoger a millones de inmigrantes no permanentes. Incluso con la ligera declinación de su población, el incremento global de la misma, particularmente en los países más habitados, se convirtió en un problema difícil de manejar.
La cultura del multilateralismo alentó de manera natural, un cierto grado se saparatismo.
La cultura integra el deseo de vivir con tu propia gente y si consideramos el estatus económico de los inmigrantes en todo el mundo, la inevitable exclusión -posiblemente no intencionada- se incorpora en el multilateralismo y el deseo de convivir, encuentra a los musulmanes viviendo en extraordinarias condiciones de escuálido hacinamiento.
Alrededor de todo París, existen enormes edificios de departamentos que albergan y que separan a los musulmanes de los franceses, que viven en otra parte y ciertamente que estas sacrificadas condiciones, nada tienen que ver con la pobreza; los inmigrantes recién arribados, son siempre pobres -por eso emigran- y en tanto aprenden la lengua y las costumbres de sus nuevos hogares, generalmente se encuentran “ghettorizados” y extranjerizados. Es la segunda generación la que ingresa a la cultura dominante, aunque el sucio secreto del multiculturalismo es que su consecuencia, consiste en perpetuar el aislamiento musulmán, y pese a que la intención de los musulmanes, no sea la de volverse europeos aunque puedan hacerlo, llegaron para hacer dinero y no para convertirse en franceses.
La avidez del sistema de valores europeo de posguerra, se convirtió de esa manera en el espectáculo de horror que tuvo lugar en París la semana pasada.
El Rol de la Ideología
Pese a que los europeos tienen y tuvieron particulares desacuerdos con el Islam durante más de mil años, existe asimismo un problema más genérico: la Cristiandad fue vaciada de su celo evangélico y ya no utiliza la espada para matar o convertir a sus enemigos, pero por lo menos una parte del Islam, aún conserva fracciones de ese celo y pese a que no todos ellos comparten esta visión, el problema continúa sin solución.
Muchos musulmanes comparten la efervescencia de poner en peligro la vida de aquellos que menosprecian y esta tendencia a la violencia, no puede ser tolerada ni por sus objetivos occidentales ni por los musulmanes que se rehúsan a suscribir esta ideología yijadista y pese a ello, no hay forma de distinguir entre quienes están dispuestos a matar y quienes no lo están.
Es posible que la comunidad musulmana sea capaz de hacer esta distinción, pero no creemos que un europeo de 25 años de edad o un policía norteamericano, puedan hacerlo y tampoco pensamos que los propios musulmanes, desearían ni podrían vigilarse a sí mismos; por consiguiente, estamos condenados a permanecer en un estado en guerra.
El Primer Ministro Francés Manuel Valls la denominó una guerra contra el radicalismo islámico y si sólo utilizaran uniformes o marcas de nacimiento, combatir el radicalismo islámico no sería problema; sin embargo y aun considerando las distinciones de Valls, el mundo tampoco puede aceptar la existencia de ataques periódicos y mientras no se compruebe lo contrario, no puede considerar a la toda comunidad musulmana, como una potencial amenaza.
Son elecciones ciertamente difíciles, pero la propia historia está llena de ellas y declarar la guerra a los islamistas radicales, sería lo mismo que declarársela a los seguidores de Jean-Paul Sartre… ¿cómo lucen exactamente?
La incapacidad europea para pactar con la realidad en este y en otros temas, no impide que en varios países musulmanes, realmente se estén sucediendo guerras con movimientos de tropas; la situación es compleja y la moral es simplemente otra arma para probar la culpabilidad del otro y la propia inocencia. La dimensión geopolítica de las relaciones del Islam con Europa, la India, Tailandia o los Estados Unidos, no dan margen para moralizar.
Algo debe hacerse. No sé exactamente qué, pero sí sé qué debería ser primero: si es cierto que el Islam está simplemente respondiendo a los crímenes que en su contra se cometen, tales crímenes no son nuevos y ciertamente no se originaron con la creación de Israel, la invasión de Irak ni ningún evento reciente; se trata de algo mucho más remoto; por ejemplo, los Asesinos constituía una orden Islámica secreta destinada a guerrear contra individuos que se consideraban musulmanes herejes. No hay nada nuevo en lo que acontece hoy y nada de ello concluirá si la paz retorna a Irak, si los musulmanes ocupan Cachemira, si Israel es destruido ni si el secularismo consistiera en arrasar el mundo islámico.
La Primavera Árabe fue una fantasía occidental que el colapso del comunismo de 1989, se está repitiendo en el mundo islámico con los mismos resultados. Es cierto que existen musulmanes liberales y seculares; sin embargo, ninguno controla los eventos y tampoco lo hace grupo alguno en particular; son los eventos y no la teoría lo que diseña nuestras vidas.
El sentido europeo de nación, radica en la historia, en el lenguaje y en las etnias compartidas y también en el secularismo cristiano o en su herencia; excepto por lo señalado -elementos que los musulmanes tampoco comparten- Europa no tiene concepto de nación, siendo difícil imaginar un resultado no catastrófico para otra ronda de “ghettorización” y de deportación, que resulta repulsivo para la sensibilidad europea actual, pero ciertamente no es extraño para la historia de Europa.
Incapaz de distinguir a los musulmanes radicales de los otros, Europa se encaminará de manera creciente y no intencionada, en esa dirección.
Paradójicamente, esto es exactamente lo que los musulmanes radicales quieren debido a que fortalecerá su posición en el mundo islámico en general y en África del Norte y Turquía, en particular. La alternativa de no fortalecer a los islamistas radicales, significa vivir con una amenaza de muerte si se los ofende, lo que no podrá ser tolerado en Europa.
A lo mejor se encuentra alguna herramienta mágica que nos permita leer la mente de las personas para conocer cuál es su ideología; sin embargo y considerando lo ofendidos que mostraron los gobiernos por la lectura de sus correos electrónicos, no creo que ello suceda especialmente en los próximos meses cuando los asesinos y los asesinados, hayan sido olvidados y los europeos se auto convenzan de que el aparato de seguridad, simplemente consiste en oprimir a los demás y por supuesto, sin minimizar el potencial opresivo de las fuerzas de seguridad.
En este sentido, los Estados Unidos son diferentes; se trata de un régimen artificial y no natural. Fue inventado por nuestros fundadores sobre ciertos principios abiertos para cualquiera que desee abrazarlos. El nacionalismo europeo es romántico y naturalistico; depende de sus títulos que se estiran a través del tiempo y que no pueden ser quebrados con facilidad; no obstante, la idea de compartir principios distintos a los propios, resulta ofensiva a todas las religiones y en este momento de la historia, tal aversión se encuentra comúnmente presente entre los musulmanes, verdad que es necesario encarar adecuadamente.
La frontera mediterránea, ha sido un punto de conflicto mucho antes de que el cristianismo y el islamismo existieran y lo continuará siendo aunque ambas pierdan el vigoroso amor a sus propias creencias. Se trata de una ilusión creer que los conflictos enraizados en la geografía, lograrán ser erradicados y es asimismo un error, filosofar hasta desentenderse del humano temor de ser asesinado en tu escritorio o de serlo por tus ideas.
Estamos ingresando a un espacio sin soluciones que exige decisiones, que resultarán malas sin excepción. Se hará lo que deba hacerse y aquellos que se rehúsen a tomar decisiones, se verán más morales que aquellos que lo hicieron. Hay una guerra y como todas las guerras, esta es muy diferente en su forma de entablarse; pero aún así, es una guerra y negarla sería negar lo obvio.
Traducción de cortesía de Pedro Basaure Forgues