La política ha fallado estrepitosamente en la crisis por la independencia de Cataluña

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Foto: AFP

Varias semanas de acontecimientos frenéticos en Cataluña culminaron el jueves con el encarcelamiento provisional de ocho exmiembros del gobierno cesado y la emisión de una orden de detención internacional contra el expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont.

La tensión en el conflicto entre los independentistas catalanes y el gobierno español ha escalado tanto que muchos se preguntan cómo es posible esto en una de las regiones más ricas de España y país miembro de la Unión Europea.

Para intentar arrojar luz sobre esta y otras preguntas BBC Mundo entrevistó a Steven Forti (Trento, 1981) profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador del Instituto de Historia Contemporánea de la Universidad Nova de Lisboa.

Forti vive en Barcelona desde el año 2003 y recientemente ha sido coordinador del libro “El proceso separatista en Cataluña. Análisis de un pasado reciente (2006-2017)”.

Ocho miembros del gobierno catalán están provisionalmente en la cárcel sin fianza por haber organizado un referéndum e impulsado una declaración de independencia que la Justicia española considera ilegales. El expresidente, Carles Puigdemont, está de momento instalado en Bruselas junto con otros cuatro exconsellers‘ y no acudió a declarar por los delitos de rebelión, sedición y malversación que le achaca la fiscalía del Estado. Han pasado cosas que no hace mucho eran impensables. ¿Cómo se ha llegado a esta situación?

Es cierto y comparto la idea de que no esperábamos esto hace un tiempo, pero si vemos lo que decían que harían los dos principales actores políticos, el gobierno central y catalán, en los últimos dos años, realmente era esperable.

Lo que pasa es que pensábamos que pararían las máquinas antes, y teníamos confianza en una cierta racionalidad política. Pero el gobierno catalán decía que tiraría para adelante la hoja de ruta para llevar a Cataluña a la independencia durante los últimos dos años, algo que se concretó primero en un referéndum ilegal y en una declaración unilateral de independencia después.

Y el gobierno español dijo que el referéndum no se iba a celebrar y que si había una vía unilateral se tomarían medidas. Ha faltado completamente el diálogo político. Pensábamos que se hacían declaraciones de máximos, pero que luego volverían al redil de la política. En cambio, el redil de la política ha fallado estrepitosamente, ha brillado por su ausencia.

¿Por qué crees que esto ha sido así?

Hay una cuestión clave, de fondo, que nadie quiere abordar: España está viviendo una crisis multinivel, una crisis de sistema, que en el último mes y medio es una crisis de Estado brutal, pero es una crisis del sistema que nació durante la Transición (a la democracia tras la muerte del gobernante de facto Francisco Franco, en 1975 y la aprobación de la Constitución en 1978), lo que se llama desde la izquierda “el régimen del 78”.

Es una crisis que empieza con fuerza en 2010, siendo económica por un lado, que se transforma en crisis social, con el desempleo, los jóvenes que se van a vivir al extranjero, los desahucios, y por otro lado una crisis que se transforma rápidamente en política e institucional y luego territorial.

Crisis institucional: no es casualidad la abdicación del rey Juan Carlos I en junio de 2014. Crisis política: en diciembre de 2015 acaba el bipartidismo con la entrada en el parlamento español de Podemos y Ciudadanos. Y crisis territorial, a partir sobre todo de la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010 sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña, que abre una grieta en el sistema territorial.

La reivindicación independentista hay que enmarcarla en esta crisis multinivel no abordada por las élites políticas españolas.

Pero volviendo a la falta de diálogo…

Yo creo que esto es muy importante para entenderlo. Hay una falta clarísima de voluntad de diálogo por parte de los dos. Hay que tener en cuenta que un discurso de confrontación y falta de diálogo político en un momento de crisis como esta que menciono refuerza a los dos gobiernos, el de España y el de Cataluña. Los nacionalismos se retroalimentan.

En un momento de crisis profunda de España, las élites políticas que gobernaban en España y Cataluña a partir de 2010-2011 y que podían sufrir gran desgaste electoral por los casos de corrupción y la aplicación de medidas de austeridad, han jugado la carta de una mayor confrontación para reforzarse.

Hace solo unos años el independentismo era minoritario, pero en el último barómetro del Centro de Estudios de Opinión de Cataluña casi llegaba al 50%. ¿Qué ha cambiado?

Por un lado, las consecuencias de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña aprobado por el Parlamento catalán en 2006.

(Se refiere a una sentencia que declaró inconstitucionales 14 artículos de esa norma y que señalaba también la “indisoluble unidad de la nación española, consagrada en la Constitución”).

Esa sentencia genera una cierta frustración, una idea de desafección, pero buena parte del independentismo utiliza esto como la única razón para fundar el relato, y esto es totalmente incorrecto. Si no hubiese habido la crisis económica y sus consecuencias y la forma en que las elites políticas catalanas intentaron salir del riesgo sistémico que tenía para ellas la crisis económica, no se hubiera producido un aumento del independentismo.

¿Lo que dices es que las élites catalanas instrumentalizaron el independentismo a su favor?

No, intentaron canalizar una protesta que existía y que no era directamente de autodeterminación. Había un movimiento de autodeterminación que había nacido desde abajo, a partir de 2006, y que se basaba en parte en el heterogéneo y dividido mundo del independentismo de izquierdas, que existía desde antes pero era muy minoritario.

Pero a partir de 2006 encuentra bases de favor. De hecho, no es casualidad que entre 2009 y 2011 se organicen varias consultas municipales sobre la independencia, no vinculantes, que tienen una participación baja pero que alcanza el 20% o el 30% según la zona.

Es falso el relato que el independentismo ha construido haciendo empezar todo con la sentencia del Estatut. Si miras los sondeos y los datos entre julio de 2010, después de la sentencia, y septiembre de 2012, el independentismo no sube mucho. Pasa del 16-19% al 20-24%. Pero la ruptura no fue la sentencia. Crea el caldo de cultivo, pero cuando Artur Mas gana las elecciones de 2010 con Convergència i Unió (CiU) no lleva la independencia de Cataluña en el programa.

¿Cuándo se produce entonces esa ruptura?

Para mí en la primera manifestación multitudinaria del 11 de septiembre (Diada o día nacional de Cataluña) en el año 2012, con el lema “Cataluña nou Estat d’Europa”.

La monta una nueva organización, la Asamblea Nacional Catalana (ANC), que acababa de ser fundada. Es importante entender este “hueco negro” de 2011, cuando Artur Mas está aplicando a rajatabla políticas de austeridad y con un programa “business friendly”.

El 15 de junio de 2011 pasa algo que marca mucho a la élite política de CiU, cuando Artur Mas para aprobar medidas de austeridad tiene que entrar en helicóptero en el Parlamento (debido a los manifestantes que se reunieron a las puertas de la institución). Empieza una reflexión lenta que dice “esta protesta no la vamos a poder controlar”.

No quiero decir que el movimiento independentista sea una creación desde arriba, para nada, es una amalgama de protesta, rabia, frustración, debido en parte también a lo del Estatut, a esa desafección con España, y por otra parte a la rabia generalizada que crea la crisis económica.

A principios de 2012 se empieza a ver cómo canalizar esa protesta. Nace la ANC, una asociación que tiene un control del territorio brutal y se vende como un movimiento social, pero no lo es, es de arriba para abajo, no al revés.

(Su expresidenta, Carme Forcadell, ha sido presidenta del Parlamento catalán desde 2015 y está ahora la fiscalía le atribuye los delitos de rebelión, sedición y malversación, como a todo el gobierno depuesto).

Si miras lo que ha hecho la ANC es peronismo, es decir, apoyar al gobierno. No es un movimiento social. El otro día cuando Puigdemont se fue a Bruselas, los mensajes de la ANC en redes sociales, donde son muy fuertes, eran ahora no es el momento de hacer preguntas, hay que confiar en nuestro president.

No pienso que esto sea montado desde arriba, pero ha habido una mezcla difícil de explicar y entender, de juntar algo desde abajo, canalizarlo e intentar controlarlo desde arriba. ¿Lo han conseguido? En buena parte sí.

Las encuestas muestran que alrededor de un 25% de catalanes solo se consideran catalanes y no tienen ninguna identificación con España, mientras que en el resto esa identificación existe con más o menos preponderancia. Si se reformara la Constitución con nuevos poderes para Cataluña, o mediante una reforma territorial hacia un Estado federal, ¿sería posible que estos catalanes que conservan esa doble identidad renuncien a la independencia?

Es posible, pero es cada vez más difícil. Si se hubiera hecho en 2013 o 2014, te hubiera dicho que sí. Ahora no es tan fácil, sobre todo después de los últimos dos meses. Lo del 1 de octubre (el día del referéndum en el que intervinieron cuerpos de la policía española, causando más de 800 heridos según las cifras del gobierno catalán) y lo de ayer (el encarcelamiento de ocho miembros del gobierno cesado), mucha gente ha desconectado de España, gente que no era independentista de toda la vida.

España vivió de un relato: el mito de la Transición, la modernización del país, la europeización de una España siempre en la frontera de Europa. Esto se rompe con la crisis económica y a partir de eso no se ha construido ningún relato que lo sustituya.

Hemos pasado de estar supuestamente a las puertas de una República catalana a la autonomía suspendida y la mitad del gobierno en la cárcel. El plan independentista claramente no ha funcionado.

Han sido unos irresponsables, sabían que no podían controlar el territorio tras una declaración de independencia, ha sido un disparate absoluto. Ellos sabían que no tenían reconocimiento internacional ni una mayoría catalana a favor, y no tenían listas las famosas estructuras de Estado, ni el apoyo del poder económico. Lo han fiado todo a la movilización popular y a una estrategia suicida e irresponsable que es la de la provocación, de acción-reacción.

Hacemos algo para provocar la reacción del Estado, que será tan dura que tendremos más apoyo de la población. Esto era la estrategia, que no era una estrategia, sino una táctica a corto plazo.

Nadie se ha querido bajar del carro porque sería tildado de traidor. Han sido esclavos de su estrategia del todo o nada.

Los independentistas se quejan de que llevan muchos años queriendo abrir el debate del encaje de Cataluña en España y que nadie ha querido hablar. Y este es el problema, que una parte de la población no se siente cómoda.

La misma irresponsabilidad y errores del gobierno catalán los ha tenido el gobierno central.

Mariano Rajoy, el presidente del gobierno español, hasta que envió a la policía el 1 de octubre no había hecho nada.

Este es un problema político que se resuelve con la política y Rajoy no hizo política. La primera vez que hizo política fue convocando elecciones y agarrando a los independentistas con el pie cambiado la semana pasada. Rajoy hubiese podido hacer una oferta política en 2012, 2013, 2014 y llegar a un acuerdo, un compromiso, y hubiese controlado la inflamación, el cráter catalán, y no lo hizo. Hay una irresponsabilidad brutal.