La reforestación de árboles puede empeorar los problemas que pretende resolver

Por Catrin Einhorn | The New York Times
0
1128
Reforestación. Madre de Dios
Foto: Madre de Dios | El Comercio

Por cada camiseta comprada se planta un árbol; por cada botella de vino; por cada vez que deslices tu tarjeta de crédito. Los países plantan árboles para cumplir sus compromisos globales y las empresas para reforzar su historial de sustentabilidad.

A medida que la crisis climática se agrava, las empresas y los consumidores se unen a las organizaciones sin fines de lucro y a los gobiernos en un auge mundial de reforestación. El año pasado se plantaron miles de millones de árboles en decenas de países de todo el mundo. Estos esfuerzos pueden suponer una triple victoria, ya que proporcionan medios de subsistencia, absorben y bloquean el dióxido de carbono que calienta el planeta y mejoran la salud de los ecosistemas.

Pero cuando los proyectos se hacen mal, pueden empeorar los mismos problemas que pretenden resolver. Plantar los árboles equivocados en el lugar equivocado puede reducir la biodiversidad y acelerar la extinción de los ecosistemas, haciéndolos mucho menos resistentes.

Hacer frente a la pérdida de biodiversidad, que ya es una crisis mundial similar a la del cambio climático, cada vez es más urgente. Las tasas de extinción están aumentando. Se calcula que un millón de especies corre el riesgo de desaparecer, muchas de estas en cuestión de décadas. Y el colapso de los ecosistemas no solo amenaza a los animales y las plantas, sino que pone en peligro el suministro de alimentos y agua del que dependen los seres humanos.

En medio de esta crisis cada vez más grave, las empresas y los países invierten cada vez más en la siembra de árboles que cubren grandes superficies con especies comerciales no autóctonas en nombre de la lucha contra el cambio climático. Estos árboles absorben el carbono, pero ayudan poco a las redes de vida que antes prosperaban en esas zonas.

“En esencia, se crea un paisaje estéril”, comentó Paul Smith, quien dirige Botanic Gardens Conservation International, un grupo de organizaciones que trabaja para prevenir la extinción de plantas. “Si la gente quiere plantar árboles, hagamos que también sea positivo para la biodiversidad”.

En el mundo de la reforestación hay una regla de oro: se debe plantar “el árbol adecuado en el lugar adecuado”. Algunos añaden: “por la razón correcta”.

Pero, según las entrevistas realizadas a diversos actores —científicos, expertos en políticas públicas, empresas de silvicultura y organizaciones de reforestación—, la gente no suele estar de acuerdo con lo que significa “adecuado”. Para algunos, se trata de grandes viveros para el almacenamiento de carbono y la madera. Para otros, se trata de proporcionar árboles frutales a pequeños agricultores. Para otros, es permitir la regeneración de las especies endémicas.

Según los expertos en restauración, los mejores esfuerzos tratan de satisfacer una serie de necesidades, pero puede ser difícil conciliar intereses contrarios.

“Es una especie del Viejo Oeste”, dijo Forrest Fleischman, profesor de Política Medioambiental de la Universidad de Minnesota.

La Tierra no tiene suficiente terreno para hacer frente al cambio climático solo con árboles, pero en combinación con recortes drásticos de los combustibles fósiles, los árboles pueden ser una importante solución natural. Absorben el dióxido de carbono a través de los poros de sus hojas y lo almacenan en sus ramas y troncos (aunque los árboles también liberan carbono cuando se queman o se pudren). Esa capacidad de recoger CO2 es la razón por la que a menudo se llama a los bosques sumideros de carbono.

En África Central, TotalEnergies, el gigante francés del petróleo y el gas, anunció planes para sembrar árboles en 40.000 hectáreas en la República del Congo. El proyecto, ubicado en la meseta de Batéké, un mosaico ondulante de pastos y sabanas arboladas con parches de bosques más densos, captaría más de diez millones de toneladas de dióxido de carbono en 20 años, según la empresa.

“Total se compromete a desarrollar sumideros naturales de carbono en África”, declaró Nicolas Terraz, entonces vicepresidente sénior de Total para África, exploración y producción, en un comunicado de prensa de la empresa sobre el proyecto en 2021. “Estas actividades se basan en las iniciativas prioritarias adoptadas por el grupo para evitar y reducir las emisiones, en consonancia con su ambición de llegar a una neutralidad en carbono en 2050”.

A fin de alcanzar esa meta, las empresas deben eliminar del aire al menos la misma cantidad de carbono que liberan. Muchas, como TotalEnergies, recurren a los árboles para conseguirlo. En la meseta de Batéké, una especie de acacia procedente de Australia, destinada a la tala selectiva, cubrirá una gran superficie.

El proyecto, que forma parte de un programa del gobierno congolés para ampliar la cubierta forestal y aumentar el almacenamiento de carbono, creará puestos de trabajo, según la empresa y, en última instancia, aumentará la biodiversidad del ecosistema al permitir que las especies locales crezcan durante décadas.

Pero los científicos advierten que el plan puede ser un ejemplo de uno de los peores tipos de esfuerzos de forestación: plantar árboles donde no se darían de manera natural. Estos proyectos pueden devastar la biodiversidad, amenazar el suministro de agua e incluso aumentar las temperaturas porque, en algunos casos, los árboles absorben el calor que los pastizales —o, en otras partes del mundo, la nieve— habrían reflejado.

“No queremos ocasionar daños con la excusa de hacer el bien”, dijo Bethanie Walder, directora ejecutiva de la Sociedad para la Restauración Ecológica, una organización mundial sin fines de lucro.

La meseta de Batéké es uno de los ecosistemas menos estudiados de África, según Paula Nieto Quintano, científica medioambiental que se ha centrado en la región. “Su importancia para los medios de vida locales, su ecología y las funciones del ecosistema son poco conocidas”, dijo Nieto.

Los que estudian la conservación forestal insisten en que los árboles no son una panacea.

“Me temo que muchas empresas y gobiernos lo ven como una salida fácil”, dijo Robin Chazdon, profesor de Restauración de Bosques Tropicales en la Universidad de Sunshine Coast, en Australia. “No tienen que esforzarse tanto para reducir sus emisiones porque pueden decir simplemente: ‘Ah, lo compensamos plantando árboles’”.

Todos los árboles almacenan carbono; sin embargo, sus demás beneficios varían mucho en función de la especie y del lugar donde se planten.

Por ejemplo, el eucalipto crece rápido y recto, lo que lo convierte en un producto maderero lucrativo. Originario de Australia y algunas islas del norte, sus hojas alimentan a los koalas, que han evolucionado para tolerar un potente veneno que contienen. Pero en África y Sudamérica —donde se cultivan estos árboles para obtener madera, combustible y, cada vez más, para el almacenamiento de carbono— tienen mucho menos valor para la vida silvestre. También se sabe que son causantes del agotamiento del agua y del agravamiento de los incendios forestales.

Los expertos reconocen que la restauración de los bosques y el almacenamiento de carbono son complejos, y que las especies comerciales desempeñan un papel importante. La gente necesita madera, un producto renovable con menor huella de carbono que el hormigón o el acero, además de papel y combustible para cocinar.

En ocasiones, sembrar especies de rápido crecimiento para la cosecha puede ayudar a conservar los bosques endémicos circundantes. Y, al añadir estratégicamente especies autóctonas, los viveros pueden ayudar a la biodiversidad al crear corredores de vida silvestre para unir zonas de hábitat desconectadas.

“Este movimiento de restauración no puede producirse sin el sector privado”, dijo Michael Becker, responsable de comunicación de 1t.org, un grupo creado por el Foro Económico Mundial para impulsar la conservación y el crecimiento de un billón de árboles con ayuda de la inversión privada. “Históricamente, ha habido malos actores, pero tenemos que hacer que se sumen y hagan lo correcto”.

Uno de los desafíos es que ayudar a la biodiversidad no ofrece el rendimiento financiero del almacenamiento de carbono o de los mercados de la madera.

Muchos gobiernos han establecido normas para la reforestación, pero a menudo ofrecen un amplio margen de maniobra.

En Gales, uno de los países más deforestados de Europa, el gobierno ofrece incentivos para reforestación. Pero quienes hacen esta tarea solo tienen que incluir un 25 por ciento de especies endémicas para poder recibir las subvenciones del gobierno. En Kenia y Brasil, las hileras de eucaliptos crecen en terrenos que antes eran bosques y sabanas de gran riqueza ecológica. En Perú, una empresa llamada Reforesta Perú está sembrando árboles en tierras amazónicas degradadas, pero está utilizando cada vez más eucaliptos y teca clonados, destinados a la exportación.

Los inversores los prefieren porque tienen mejores precios, dice Enrique Toledo, gerente general de Reforesta Perú. “Son especies muy conocidas internacionalmente y hay una demanda de madera insatisfecha”.

Cuando investigadores del University College de Londres y de la Universidad de Edimburgo evaluaron los compromisos nacionales en materia de reforestación y restauración, descubrieron que el 45 por ciento involucraba “la plantación de vastos monocultivos de árboles como empresas rentables”.

Cuando las empresas prometen plantar un árbol por cada compra de un determinado producto, suelen hacerlo a través de organizaciones sin fines de lucro que trabajan con comunidades de todo el mundo. Este apoyo puede consistir en la reforestación posterior a incendios forestales o proporcionar árboles frutales y de frutos secos a los agricultores. Pero incluso estos proyectos pueden comprometer la biodiversidad.

El planeta alberga casi 60.000 especies de árboles. Según un informe reciente, un tercio de ellas está en peligro de extinción, sobre todo a causa de la agricultura, el pastoreo y la explotación. Pero en todo el mundo solo se planta una mínima parte de las especies, según los grupos de plantación de árboles y los científicos.

“Se plantan las mismas especies en todo el mundo”, dijo Meredith Martin, profesora adjunta de Silvicultura de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, quien descubrió que las iniciativas de siembra de árboles sin fines de lucro en los trópicos tienden a dar prioridad a las necesidades de subsistencia de las personas por encima de la biodiversidad o el almacenamiento de carbono. Con el tiempo, dijo, estos esfuerzos corren el riesgo de reducir la biodiversidad en los bosques.

Los grupos de plantación de árboles sin fines de lucro suelen decir que plantan especies no autóctonas porque las comunidades locales se lo piden. Pero un compromiso más profundo puede dar lugar a una historia diferente, dijo Susan Chomba, quien supervisa la restauración y conservación de los bosques en África para el Instituto de Recursos Mundiales, un grupo global de investigación sin ánimo de lucro. Cuando se les da la oportunidad de considerar lo que quieren conseguir en sus tierras, los agricultores recuerdan, por ejemplo, que cuando tenían más árboles, también tenían arroyos, dijo. Quieren recuperar el agua.

“Entonces dices: ‘Según tus conocimientos tradicionales y locales, ¿qué tipo de especies de árboles son adecuadas para devolver el agua al ecosistema?’”, continuó Chomba. “Te darán toda una serie de especies arbóreas autóctonas”.

Un obstáculo importante es la falta de oferta en los bancos de semillas locales, que suelen estar dominados por especies comerciales populares. Algunos grupos superan este problema pagando a personas para que recojan semillas de los bosques cercanos.

Los expertos afirman que otra solución es dejar que los bosques vuelvan a crecer por sí solos. Si la zona está apenas degradada o se encuentra cerca de un bosque existente, el método conocido como regeneración natural puede ser más barato y eficaz. Basta cercar ciertas zonas para impedir el pastoreo, lo que a menudo permite que los árboles vuelvan a crecer, con el consiguiente secuestro de carbono y biodiversidad.

“La naturaleza sabe mucho más que nosotros”, dijo Chazdon.

Catrin Einhorn cubre la vida silvestre y la extinción para la sección Clima. También ha trabajado en la sección de Investigaciones, donde formó parte del equipo del Times que recibió el Premio Pulitzer 2018 al Servicio Público por su reportaje sobre acoso sexual. @catrineinhorn