La victoria de Pedro Sánchez convierte a España en un bastión del socialismo europeo
En prácticamente toda Europa, los partidos socialistas y socialdemócratas han sufrido la misma suerte que muchos movimientos políticos tradicionales. Su posición otrora sólida se ha visto socavada por las fuerzas populistas y partidos más nuevos. Esta semana, los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo en gran medida confirmaron esta tendencia.
Sin embargo, hubo una excepción prominente: España.
Pedro Sánchez, el presidente del gobierno español, ha culminado su regreso a la élite política al dirigir a sus colegas socialistas a la victoria en las elecciones generales del 28 de abril. El domingo, el PSOE consolidó su victoria en las elecciones locales españolas que coincidieron con las del Parlamento Europeo, en las que lograron la mayoría de los votos.
Los resultados posicionan a Sánchez como un abanderado del movimiento socialista, una corriente que se ha desmoronado en países como Francia, Italia y, más recientemente, Alemania. Sánchez se prepara para formar un nuevo gobierno español en las próximas semanas, y puede que su éxito o fracaso se convierta en una prueba para determinar si el socialismo tiene un futuro en Europa, más allá de Escandinavia.
El presidente español ya se encuentra en un nivel más alto en el escenario europeo y pretende que España desempeñe un papel más decisivo en los asuntos de la Unión Europea, en particular ahora que los populistas en Italia y en otras naciones le están dando la espalda al bloque.
Al día siguiente de las elecciones, Sánchez viajó a París para cenar con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien ha ejercido presión a favor de una Unión Europea más fuerte.
Mientras Macron sanaba sus heridas luego de perder la elección frente al partido nacionalista de Marine Le Pen, Sánchez buscó convencerlo de que España podría -y debería- ayudar a impulsar la agenda de la Unión Europea. De hecho, Sánchez fue uno de los pocos líderes a favor del proyecto europeo que brillaron en las elecciones. En Italia, el Partido Demócrata de centroizquierda logró frenar la erosión de su posición, pues quedó en segundo lugar. No obstante, la victoria verdadera fue la de Matteo Salvini, el dirigente populista y euroescéptico.
En Alemania, el partido conservador de la canciller Angela Merkel obtuvo el primer lugar, pero cayó gravemente en las encuestas, y los resultados para los socialdemócratas fueron devastadores, pues quedaron atrás de Los Verdes por primera vez.
“Cuando vemos lo que también ha sucedido en Alemania, España es el único país europeo importante en el que el socialismo aún tiene una presencia firme, y eso debería darle a Sánchez buenos argumentos para exigir más peso dentro de las instituciones de la Unión Europea”, comentó Aleksandra Sojka, investigadora polaca de sociología política en la Universidad Carlos III de Madrid.
No obstante, Sánchez todavía tiene flancos débiles en su país, pues no logró la mayoría parlamentaria. Eso plantea la probabilidad de que su próximo gobierno no pueda emprender reformas ambiciosas ni resolver el conflicto territorial de España en Cataluña, la comunidad autónoma que está dividida sobre su independencia.
Incluso la labor de formar un nuevo gobierno, la cual Sánchez podría posponer durante varias semanas, parece ardua en una época de gran fragmentación partidista en España.
Economista de formación, Sánchez, de 47 años, era prácticamente un desconocido cuando resultó electo como líder del partido en 2014. Antes de eso, había entrado al parlamento por la puerta trasera, como sustituto de un legislador socialista saliente.
Sin embargo, en ese entonces, los socialistas decidieron apostarle a un líder más joven y fotogénico para dejar atrás la debacle de 2011, cuando Mariano Rajoy y su Partido Popular, de tendencia conservadora, ganaron las elecciones con una victoria aplastante.
No obstante, para cuando España convocó a sus siguientes elecciones en 2015, Sánchez ya no era el chico nuevo en el vecindario. Habían surgido otros dos partidos (Podemos y Ciudadanos) y ambos postularon a candidatos más jóvenes que Sánchez.
La elección acabó con el sistema bipartidista de España, y también dejó al país en un punto muerto político. Tras una segunda elección no convincente seis meses después, Sánchez fue destituido sin miramientos de su propio partido, en medio de ataques personales hirientes. En un editorial de El País, el principal periódico de España, lo calificaron como “un insensato sin escrúpulos”.
Tras el rechazo que sufrió en Madrid, Sánchez abandonó su escaño en el parlamento y emprendió un viaje por el país en su auto Peugeot para “escuchar a los ciudadanos” y volver a conectarse con las bases del partido. Para consternación de los pesos pesados del PSOE que orquestaron su destitución, Sánchez regresó tras solo siete meses y ganó la reelección.
Luego de tres años de amargas luchas internas en su partido, Sánchez asegura en un libro recientemente publicado que surgió como “un líder autónomo, que puede defender su propio proyecto político”, prácticamente inmune a la clase de presión que lo obligó a retirarse en 2016.
En el resto de Europa, son pocos los políticos socialistas que pueden aspirar a detentar ese tipo de liderazgo sólido.
“Cuando vemos lo que también ha sucedido en Alemania, España es el único país europeo importante en el que el socialismo aún tiene una presencia firme, y eso debería darle a Sánchez buenos argumentos para exigir más peso dentro de las instituciones de la Unión Europea”, comentó Aleksandra Sojka, investigadora polaca de sociología política en la Universidad Carlos III de Madrid.
No obstante, Sánchez todavía tiene flancos débiles en su país, pues no logró la mayoría parlamentaria. Eso plantea la probabilidad de que su próximo gobierno no pueda emprender reformas ambiciosas ni resolver el conflicto territorial de España en Cataluña, la comunidad autónoma que está dividida sobre su independencia.
Incluso la labor de formar un nuevo gobierno, la cual Sánchez podría posponer durante varias semanas, parece ardua en una época de gran fragmentación partidista en España.
Economista de formación, Sánchez, de 47 años, era prácticamente un desconocido cuando resultó electo como líder del partido en 2014. Antes de eso, había entrado al parlamento por la puerta trasera, como sustituto de un legislador socialista saliente.
Sin embargo, en ese entonces, los socialistas decidieron apostarle a un líder más joven y fotogénico para dejar atrás la debacle de 2011, cuando Mariano Rajoy y su Partido Popular, de tendencia conservadora, ganaron las elecciones con una victoria aplastante.
No obstante, para cuando España convocó a sus siguientes elecciones en 2015, Sánchez ya no era el chico nuevo en el vecindario. Habían surgido otros dos partidos (Podemos y Ciudadanos) y ambos postularon a candidatos más jóvenes que Sánchez.
La elección acabó con el sistema bipartidista de España, y también dejó al país en un punto muerto político. Tras una segunda elección no convincente seis meses después, Sánchez fue destituido sin miramientos de su propio partido, en medio de ataques personales hirientes. En un editorial de El País, el principal periódico de España, lo calificaron como “un insensato sin escrúpulos”.
Tras el rechazo que sufrió en Madrid, Sánchez abandonó su escaño en el parlamento y emprendió un viaje por el país en su auto Peugeot para “escuchar a los ciudadanos” y volver a conectarse con las bases del partido. Para consternación de los pesos pesados del PSOE que orquestaron su destitución, Sánchez regresó tras solo siete meses y ganó la reelección.
Luego de tres años de amargas luchas internas en su partido, Sánchez asegura en un libro recientemente publicado que surgió como “un líder autónomo, que puede defender su propio proyecto político”, prácticamente inmune a la clase de presión que lo obligó a retirarse en 2016.
En el resto de Europa, son pocos los políticos socialistas que pueden aspirar a detentar ese tipo de liderazgo sólido.
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