Los Estados Unidos no podrán dedicar el mismo nivel de gasto a sus presupuestos de seguridad y defensa en los próximos años. Frente a esa realidad, se preocupan por mantener su poder y liderazgo globales y en diseñar una nueva estrategia militar que reconoce el papel cada vez más relevante de nuevos actores en los objetivos de garantizar la paz y la seguridad mundiales.
Alianzas nuevas o vigorizadas. A su vez, nuevos enemigos y nuevas amenazas, que deberán ser enfrentados de manera efectiva, rápida, innovadora. Uso de nuevas tecnologías, sistemas de inteligencia, vigilancia. El papel del espacio y del ciberespacio y la capacidad para desplegar operaciones especiales, cuando sea necesario.
Para Estados Unidos revalidar su primacía global y regional siempre han sido asuntos medulares y de valor estratégico. Para Brasil puede afirmarse algo similar, en la medida que el coloso sudamericano busca consolidar su liderazgo regional y tener un rol más activo en los asuntos inherentes a la seguridad internacional.
Colombia y Chile, desde perspectivas diferentes, acometen un papel de asociación intermedia en función a sus realidades. Así, Colombia requiere políticas de seguridad fuertes por sus propios imperativos derivados de las guerrillas y el narcotráfico, a su vez que tiene en mira desarrollar capacidades para ofrecer cooperación militar en el área. Mientras, Chile aparece como un aliado natural, interesado en promover y cultivar su buena y diligente imagen, puestas en cuestión internamente como resultado del dogmatismo liberal y la elevada factura social que representan, deseoso de asumirse como baluarte de los valores democráticos en la región.
En ese contexto dinámico, la visita del Secretario de Defensa de los Estados Unidos a tres países sudamericanos tuvo el propósito de alentar y consolidar alianzas, que inevitablemente se traducirán en un papel más activo de estos países en materia militar hemisférica y la configuración de diferentes balances en la región.
Por ello, la gira de Leon E. Panetta por Colombia, Brasil y Chile resulta muy elocuente de las alianzas que el país del norte quiere desarrollar en el sur del continente y de la orientación en determinados asuntos de seguridad y defensa.
Los resultados de las reuniones de Panetta con los responsables de la defensa en estos tres países han mostrado particularidades.
Según fuentes ligadas a la Secretaria de Defensa estadounidense, en Colombia las discusiones se centraron en desarrollar las capacidades militares para colaborar con las autoridades civiles de países centroamericanos, por ejemplo en entrenamiento aeronáutico, capacitación policial e inclusive en áreas de reforma judicial.
También se ha examinado que Colombia y Brasil puedan colaborar con Estados Unidos en misiones de mantenimiento de la paz en el África. Asimismo, la visita de Pannetta tuvo el propósito de ampliar el abanico de la tradicional cooperación militar, circunscrita a entrenamiento e intercambios, hacia la ejecución de ejercicios militares conjuntos.
En Brasil, en el marco de la reciente visita de la Presidenta Rousseff a los Estados Unidos y del nuevo acuerdo de cooperación en defensa, el propósito es fortalecer los vínculos militares y, en ese orden, abordaron temas de seguridad en el ciberespacio y el fortalecimiento judicial, el intercambios de conocimientos en innovación científica y tecnológica militares, logística, comunicaciones, ayuda humanitaria, respuesta a desastres y cooperación con África, así como aspectos puntuales para asegurar el buen desarrollo del Campeonato Mundial de Futbol y los Juegos Olímpicos de Verano, que tendrán lugar el 2014 y 2016, respectivamente.
“Brasil es un poder global. Es una fuerza positiva para la estabilidad no sólo en las Américas, sino a través del mundo” declaró Panetta a los periodistas en Brasilia, reflejando el espíritu de las conversaciones entabladas con su homólogo.
En Chile, examinó fortalecer las relaciones en áreas de interés común, que abarcan temas como la seguridad hemisférica, el combate al tráfico ilícito de drogas, asistencia humanitaria, coordinación para la respuesta en materia de desastres naturales, así como trabajar de manera estrecha en cuestiones de seguridad cibernética y el examen de la reforma de las instituciones de defensa.
Ejemplo del trabajo conjunto desarrollado en el combate al narcotráfico es la “Operación Martillo”, ejecutada por una oficina multinacional, con el propósito de interceptar rutas de tráfico de estupefacientes en ambas costas del istmo centroamericano, en el que “Chile ha hecho un importante esfuerzo” y que ha permitido recientemente la incautación en Panamá de un cargamento de cocaína valuado en 362 millones de dólares.
También se destacó la capacidad de Chile para hacer frente a situaciones de emergencia, como las que vivió en el sismo y tsunami de 2011, el incendio de grandes extensiones forestales en un parque nacional en la región de la Patagonia, así como su valiosa ayuda en Haití.
El papel de Bolivia
La ubicación de Bolivia en el corazón neurálgico del continente y sus extensas fronteras con importantes vecinos lo convierten per se en un factor de estabilidad y equilibrios.
¿Bolivia está preparada para hacer frente a este escenario de desafíos e innovados requerimientos? Al parecer, no, en virtud a que los temas de seguridad, defensa y paz regionales, que debieran ser de la incumbencia de todos los Estados de la región, están capturados y examinados desde iniciativas específicas o de concurrencias ideológicas y de visiones prácticas, como se desprende de los encuentros bilaterales descritos.
Las ausencias y los desbalances ocurren porque gran parte de los países del hemisferio, entre ellos Bolivia, están más dedicados a sus políticas domésticas que en asumir responsabilidades en asuntos de carácter regional y global, sin darse cuenta que tocan intereses muy concretos y sensibles.
En el caso de Bolivia, la sobre ideologización del “proceso de cambio” ha conducido a una suerte de aislamiento de las nuevas dinámicas de defensa y seguridad, por un lado para matizar el concepto de soberanía, enfrentando al de “esquemas imperiales” y, por otro lado, para garantizar el papel de las Fuerzas Armadas como guardianes del propio proceso político interno.
Los efectos de esta realidad se constatarán en un mediano plazo. Sensiblemente, el aspecto predominante de los intereses internos ha conducido a que las Fuerzas Armadas en Bolivia adolezcan de un rol más independiente del poder local, que se traduce en su virtual ausencia de los nuevos escenarios, los nuevos desarrollos y las nuevas tecnologías y alianzas que se van configurando en el continente.