Latinoamérica anclada en el mal menor

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La Bolivia del Siglo XXI ha dado de qué hablar. Al lado de la zigzagueante oposición que alternó un año en el poder, tras la salida de Evo Morales (2006 – 2019) sin capacidad de enfrentar la ilusión de las calles de los barrios residenciales y así quedó con la que los nostálgicos recuerdan ahora ese azaroso paso que el destino, les devolvió con Janine detenida por una acusación que parecería injusta, un horizonte distante como la falta de visión de sus liderazgos sin condescendencia para encarar la gran oportunidad de volver a escribir la historia. Ayer mismo el MAS, nuevamente en el poder hasta 2025, se ha reunido a la cabeza de su jefe Evo Morales, que aparentemente no ocupa ningún cargo en el Ejecutivo boliviano, para marcar el rumbo que les tocará transcurrir con seis de las nueve gobernaciones perdidas, pero que no parecen decir nada frente a una firma impuesta, la de ejercer el poder en el que no dicen nada la disidencia ni el perdón, y menos aún los resultados; esos conceptos para los que es mejor no atender ni mirar, porque guste o no ocupan lugar en las filas del masismo.

Javier Lafuente, periodista español, vuelve a zambullirse con la misma afiebrada categoría de anfibios sobrevivientes para encontrar explicación; titula su columna “Kirchner, Uribe, Morales, Fujimori…El pasado pesa mucho en América Latina”. Y completa con esa ilusión que en determinado momento pudo pesar más que el voto. Dice Lafuente que “Latinoamérica parece estar anclada en el ayer”. Y tiene toda la razón cuando completa la frase… “En la izquierda la sombra de los líderes políticos de principios de siglo es muy alargada. En la derecha los discursos han evolucionado poco”. Hay opiniones que se cruzan entre filosofías de café y de catedra universitaria para encontrar respuesta. Conscientemente opino que ni lo uno ni lo otro. La diferencia radica en algo matemáticamente mucho más sencillo. Las masas latinoamericanas desintegradas por años de gobiernos “neoliberales” se cansaron de creer en ellos y optaron por un cambio de rango y aunque las minorías hambrientas siguen laboriosamente pretendiendo llegar a ellos, no encuentran respuesta porque no provienen del mañana que se imaginaron.

Latinoamérica es una suma de desigualdad latente, no ha encontrado respuestas, pero entre la falsedad material del concepto de una derecha distante, escoge lo más próximo a su identificación natural y conscientemente está anclada en el paralelo común del mal menor.