La Unidad Militar de Emergencia (UME) de España envió a un equipo de expertos a Chile para apoyar con tecnología que pueda combatir el fuego. Las aeronaves no tripuladas ayudan a ver el perímetro y reportar la altitud de las llamas, entre otros datos relevantes. Los avances tecnológicos también están sirviendo para capturar el dióxido de carbono que contamina la Tierra.
La tecnología ayuda a combatir los efectos adversos que deja la crisis ambiental. Así lo evidenciaron los incendios forestales de Chile, donde los drones respaldan la labor de los bomberos.
España está dentro de la decena de países que envió respaldo a la nación austral y en la comuna de Hualqui, en la Región del Biobío, puso su centro de operaciones de Unidad Militar de Emergencia (UME).
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Este grupo se caracteriza por utilizar drones para analizar el comportamiento de las llamas. Las naves no tripuladas están dotadas de herramientas de telemetría para medir las magnitudes físicas y con cámaras térmicas que reportan cuáles son los focos calientes y las zonas de humo. La información llega al centro de operaciones, donde los técnicos de vuelo la analizan y la cotejan con el amplio panorama que ofrecen los drones y con el que además encuentran posibles vías de acceso.
La corresponsal de France 24 en Chile, Patricia Luna, estuvo con la UME evidenciando cómo esta Unidad utiliza la tecnología en su lucha contra los incendios forestales.
Y es que aunque las conflagraciones en bosques ocurren una vez al año, con cada verano austral, las de 2023 marcaron el segundo peor desastre por incendios forestales en el país. Esto debido a que se han quemado casi 440.000 hectáreas, un reporte solo superado por los incendios forestales reportados del 1 de julio de 2016 al 30 de junio de 2017, de acuerdo con los datos históricos de la Corporación Nacional Forestal (Conaf). De hecho, aquella cifra está muy por encima de las casi 60.000 hectáreas que se queman en promedio con los incendios forestales de cada temporada en Chile.
Ante la magnitud, los drones permitieron, por ejemplo, analizar las condiciones de los fuegos sin tener que arriesgar a las personas que conforman los equipos de contención y de rescate.
Tecnología de naves aplicadas en botes para reducir CO2
Los drones no solo sirven para monitorear los incendios. Sus componentes de estabilización están también en un bote que sobrevuela el agua.
El modelo C-8 de la compañía sueca Candela es una lancha de motor eléctrico con hidroalas que le permiten levantarse de la superficie marina. Esto genera menos fricción y hace que se necesite un 80% menos de energía. Además, la lancha emite un 99% menos de CO2 que el resto.
Por estas características, el C-8 ganó el Premio Europeo al bote eléctrico de 2023. Candela agrega que tienen las baterías para botes más duraderas y más rápidas en cargar, pues vienen de un carro 100% eléctrico: el Polestar 2, marca de la sueca Volvo.
Con esa batería, el bote viaja 100 kilómetros por carga, equivalentes a 57 millas náuticas, y que es cerca del doble de otros botes eléctricos. Pero la solución es poca, pues los barcos recreativos no emiten tanto dióxido de carbono como otros transportes y son poco usados.
Nuevos métodos para capturar dióxido de carbono
Los avances de la ciencia y la tecnología también están siendo cruciales en el secuestro de CO2. La investigación ‘The State of Carbon Dioxide Removal’, liderada por la Universidad de Oxford, es el primer reporte independiente que se hace en el mundo para analizar en qué va la remoción del dióxido de carbono.
Una de las conclusiones es que si queremos limitar el calentamiento global a 2°C o 1,5°C como plantea el Acuerdo de París, es necesario reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la par que se elimina el CO2. Pero hasta ahora, pocos países se han preocupado por adelantar en esta segunda vía.
El informe señala, por ejemplo, que es necesario eliminar cada año 0,96 gigatoneladas de dióxido de carbono de las cerca de 40 que se emiten anualmente en el mundo. Sin embargo, con las promesas ambientales que tienen hoy los países, o NDC por sus siglas en inglés, de aquí a 2030 se eliminarán entre 0,1 y 0,65 gigatoneladas. Es por eso que el reporte afirma que hay una brecha.
Y para cerrarla, propone acelerar los métodos novedosos de captura de CO2, y no únicamente el convencional que le apuesta principalmente a la reforestación. En cambio, estos científicos hablan por ejemplo de la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (BECCS, por sus siglas en inglés). Esta consiste en quemar grandes cantidades de bosques para convertir en energía el CO2 que los árboles capturaron.
Otras opciones son la captura directa de aire (DAC) y captura directa de aire con almacenamiento de carbono (DACCS). Ambos mecanismos secuestran el dióxido que hay en el aire a través de solventes químicos.
Muchos de los métodos tecnológicos están en los océanos. La alcalinización, por ejemplo, lanza sustancias alcalinas al mar para aumentar su pH y combatir la acidificación que está afectando a múltiples ecosistemas marinos. También está la fertilización con hierro para incrementar el plancton que captura CO2.
Otra idea aún más fuera de serie es la meteorización mejorada, que acelera un proceso natural que tarda millones de años: triturar rocas de silicato para que su arcilla secuestre el dióxido de carbono.
Sin embargo, muchos otros científicos dudan de estas soluciones porque son muy costosas y porque se tardarán décadas en desarrollarlas completamente. Aun así, la tecnología muestra cada vez más que puede proponer soluciones aplicables.