Lula, nombre clave para capear el temporal

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¿Lula vuelve? Cerrando un fin de semana que no dejó tiempo para el descanso, la presidenta Dilma Rousseff encabezó ayer una reunión extraordinaria en el Palacio de Alvorada para capear la crisis política en medio de rumores sobre el nombramiento de Lula como ministro. El ex presidente y consejero de Dilma fue citado en varios medios y por fuentes del PT con las que habló este diario como candidato a ocupar los ministerios de Relaciones Exteriores, Casa Civil -equivalente a Interior- o Defensa.

Hay versiones contradictorias sobre la disposición de Lula para retornar al Palacio del Planalto del cual se fue el 1º de enero de 2011, cuando concluyó su segundo mandato con más del 80 por ciento de aprobación.

No se descarta que el tema haya sido tratado el viernes en San Pablo cuando el ex mandatario recibió a los ministros Aloízio Mercadante y Edinho Silva, dos de los que ayer se reunieron con Dilma en Alvorada, la residencia oficial en Brasilia.

Los que recelan sobre el nombramiento de Lula temen que sea contagiado por el desgaste de un gobierno con el 71 por ciento de reprobación y con un futuro incierto, ya que nadie descarta por completo una salida anticipada de Dilma.

De acuerdo con esa interpretación, Lula al asumir un ministerio arriesgaría su capital político alto con el que seguramente hubiera vencido en las elecciones de 2014 y ahora lo proyectan como un postulante con buenas posibilidades de victoria en las presidenciales de 2018.

Paréntesis: la popularidad de Lula atormenta a la oposición golpista y ayuda a entender por qué es blanco de ataques judiciales, de explosivos como el lanzado por desconocidos contra su oficina y del “bullying mediático” (expresión tomada de Leonardo Boff).

Quienes defienden su nombramiento entienden que Lula será un pulmotor para una administración exánime debido no sólo al plan desestabilizador del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), sino también por carecer de creatividad política y diálogo con los movimientos sociales, partidos progresistas y referentes en el Congreso.

Y si Dilma lo designa al frente de la Cancillería esto le devolverá a Brasil la proyección diplomática de la década pasada al tiempo que pondrá en campo un líder con el prestigio internacional necesario para afrontar el fantasma golpista que asedia a la región. Tema que preocupa a los gobernantes sudamericanos como quedó expuesto en la cumbre del Mercosur del mes pasado.

Dilma continuaba sesionando con sus principales colaboradores ayer a las 21 horas cuando se cerró este texto y no había noticias sobre nuevas medidas. Por lo pronto, la presidenta parece haber adoptado un camino similar al que su antecesor puso en práctica en 2005 cuando enfrentó exitosamente el intento de golpe blanco.

Resolvió permanecer menos en Brasilia para defender al gobierno en diálogo directo con la población. El miércoles pasado viajó a Río de Janeiro y el viernes al estado amazónico de Roraima donde aseguró que no renunciará al cargo para el que fue reelecta en octubre de 2014 cuando derrotó a Aécio Neves, del PSDB. Mañana visitará Maranhao, en el nordeste, donde entregará viviendas populares del programa Mi Casa, Mi Vida y se descuenta que ratificará su voluntad de enfrentar a la campaña sediciosa.

El camino hacia el golpe blanco avanza, aunque es materia de disputas entre los dirigentes del opositor PSDB. Fractura que quedó expuesta ayer cuando Aécio Neves izó la bandera del impeachment o la renuncia de Rousseff en una entrevista a la revista Veja y su correligionario José Serra le recomendó moderación en otra aparecida en Folha.

Neves es, junto al titular de la Cámara de Diputados, el evangélico extremista Eduardo Cunha, parte de una facción inclinada por la caída inmediata que es, además, el espíritu de la marcha anti Dilma , probablemente multitudinaria, convocada para el próximo domingo.

El socialdemócrata José Serra y el vicepresidente de la república, Michel Temer, del Partido Movimiento Democrático Brasileño -uno de los participantes en la reunión de anoche en Alvorada-, parecen preferir una salida a la paraguaya que derribó a Fernando Lugo en 2012 con apariencia institucional. Si prosperara esta opción, el ubicuo vicepresidente Temer asumiría la Jefatura de Estado tras la deposición de Rousseff, al igual que lo hizo Federico Franco cuando sucedió a Lugo.