Macri arrasa en la votación de los fondos buitre en el Congreso

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El presidente argentino, Mauricio Macri, acaba de lograr una exhibición de poder muy superior a la esperada con su primera gran prueba en el Congreso, donde está en minoría. Gracias al apoyo de peronistas disidentes y a la fractura de la oposición, Macri ha arrasado en la votación del pacto de los fondos buitre. Después de 20 horas de debate ininterrumpido durante la madrugada, Macri logró 165 votos a favor y solo 86 en contra, los del kirchnerismo y algunos pequeños grupos de izquierda. Esta exhibición deja clara la debilidad y división del kirchnerismo y muestra no solo dentro sino sobre todo fuera de Argentina que Macri tiene el control del país incluso con un asunto tan simbólico y delicado para los argentinos como el de los fondos buitre.

Todo el dramatismo de la política argentina de los últimos 15 años se puso en primer plano para acoger una sesión parlamentaria única, que debía aprobar las leyes que permitirán al Gobierno de Mauricio Macri firmar un acuerdo con los fondos buitre, y endeudarse en unos 12.000 millones de dólares en los mercados internacionales para pagarles. Incluso antes de empezar, ya se veía que era un día especial. Desde las tribunas del público un grupo de kirchneristas cantaba “Oe, oe, vamos a volver, vamos a volver” y “patria sí, buitres no” mientras los diputados fieles a la expresidenta les seguían con palmas. Todos sueñan con el regreso mientras su grupo se resquebraja a diario con deserciones en goteo.

Los macristas, más tranquilos, estaban exultantes con la primera gran exhibición de que, a pesar de estar en minoría, controlan el Congreso gracias a diversos pactos y a la división del peronismo. Diego Bossio, exkirchnerista, recibía las miradas asesinas de sus excompañeros, que no le perdonan que les haya traicionado y esté dispuesto a apoyar a Macri. Y Sergio Massa, peronista disidente y árbitro con sus 24 escaños, repartía sonrisas y gestos cariñosos con todos, en una exhibición de poder que no solo se hace con números sino también con lenguaje gestual.

“No lo hagan, pagar así es otra trampa. Después de esto los buitres van a pedir más. ¿Tenemos que ser tan humillados como país? En la historia de nuestro país el endeudamiento externo trajo pobreza y desindustrialización. Aún no sabemos qué consecuencias va a tener este acuerdo. Los buitres ni siquiera se comprometen a no seguir litigando en los tribunales. Es un mal acuerdo, no lo hagamos, ¿por qué tanto apuro?”, clamó el exministro de Economía kirchnerista Axel Kicillof. Mientras, el macrista Luciano Laspina, en tono no menos dramático, aseguró que este acuerdo es básico para que vuelva el crédito a Argentina y se puedan hacer las escuelas y las cloacas que la gente necesita. Laspina explicó que los Kirchner intentaron la vía judicial contra los buitre “y Argentina fue derrotada”, por eso ahora hay que pagar. La disyuntiva que plantea el macrismo es especialmente dura: o hay acuerdo con los buitre, o habrá un ajuste mucho más duro.

En la sesión interminable habló incluso Máximo Kirchner, el hijo mayor del matrimonio que dirigió Argentina durante 12 años, quien señaló a los diputados de forma irónica: “Juntos podemos negociar mejor, yo sé que ustedes son mejores que nosotros, los veo todos los días en los platós de televisión”. Aunque es el líder de La Cámpora, el grupo de jóvenes kirchneristas, Máximo Kirchner apenas aparece en público por lo que su discurso era una gran novedad política.

La política argentina vive así en plena revolución ante la votación que da paso al pacto definitivo con los fondos buitre. Ahora el asunto pasará al Senado, donde también se espera un éxito de Macri gracias al apoyo de los gobernadores peronistas, que controlan a muchos senadores. El Gobierno juega contrarreloj: antes del 14 de abril necesita tener aprobadas en el Congreso y el Senado las leyes que desbloquean ese pacto alcanzado en Nueva York. Si no lo logra para entonces, el acuerdo decae y el descrédito internacional de Argentina será muy importante en especial en los mercados financieros, que han acogido la llegada de Macri con gran entusiasmo.

El Gobierno logró superar el primer paso. Primero logró el quórum, esto es que hubiera suficientes diputados en la sala para iniciar la sesión. Los kirchneristas se ausentaron pero quedó en evidencia que están en minoría: al Gobierno y sus aliados le sobraron 30 diputados para empezar. Después, en una primera votación casi de tanteo, en la que el kirchnerismo pedía que se promoviera un referéndum para ver si los argentinos aprueban este acuerdo con los buitre, quedó aún más en evidencia esa nueva mayoría: perdió por 84 votos frente a 164. Por último, después de 20 horas, llegó la votación final: 165 a 86.

La votación del Congreso es solo el principio, después llegará el Senado donde el macrismo tiene aún menos fuerza. Pero todo parece indicar que la ley saldrá porque Macri cuenta con el apoyo de los gobernadores peronistas, que también quieren volver a endeudarse. El kirchnerismo se quedará así cada vez más solo y esta votación marca la definitiva ruptura del peronismo, algo que facilitará mucho las cosas a un Macri que está en minoría tanto en el Congreso como en el Senado.

La clave de todo fue el apoyo de Sergio Massa. Massa es la peor pesadilla de Macri y a la vez su principal aliado. Viajaron juntos a la cumbre de Davos y hasta ahora le ha apoyado, pero Massa, hábil político que hasta hace un año encabezaba todas las encuestas para ser el presidente, aspira a ser el jefe de la oposición y derrotar a Macri en las urnas en 2017. Así que cada paso que da busca una ventaja política. “Con Massa aquí no podemos estar tranquilos, es muy rápido”, sentencia una persona de confianza del presidente.

Los componentes de dramatismo y parafernalia teatral de la política argentina no se quedaron en ese suspense de Massa, finalmente resuelto. El otro peronista disidente, Bossio, que ha roto con Cristina Fernández de Kirchner después de ser uno de sus máximos aduladores -las fotos de ambos sonrientes aún se pueden ver en los carteles alrededor de Buenos Aires- protagonizó una auténtica novela política. Sus antiguos compañeros lo llaman traidor, le están buscando cualquier resquicio en su pasado para hundirlo, y esta semana un fotógrafo logró inmortalizar una conversación suya por whatsapp con el líder de los diputados de Macri, Nicolás Massot, en la que se negociaba su apoyo en términos muy crudos y coloquiales.

La publicación generó un gran escándalo y los kirchneristas, que iban en la misma lista electoral que Bossio, incluso llevaron los mensajes a los tribunales para denunciar una posible compra de votos. Un fiscal federal pidió que se investigue pero el juez la archivó inmediatamente por inconsistente. El caso, como es habitual en Argentina, hizo mucho ruido pero quedó en nada. Bossio insiste en que se trataba de lenguaje coloquial habitual entre diputados, pero la cuestión, que ha sido muy seguida en las redes sociales, calentó aún más el debate.

Por si este tipo de componentes no fueran suficientes, el kirchnerismo ha convertido el voto en una especie de traición definitiva a la patria. Cristina Fernández de Kirchner, que desde su retiro en Calafate (Santa Cruz, en la Patagonia) mantiene el liderazgo de su grupo y habla por teléfono con todos los dirigentes, movlizó no solo a los diputados que aún le son fieles -un número decreciente pero aún muy importante, más de 80- sino también a sindicalistas y dirigentes sociales para convocar a las puertas del Congreso una gran manifestación contra el voto a favor.

La guerra de verdad se vive dentro del peronismo y unos y otros luchan por el liderazgo de una fuerza que, pese a la estrepitosa derrota de las últimas elecciones presidenciales, conserva mucho poder y sobre todo aspira a ser de nuevo hegemónica en unos años.

Fernández de Kirchner se comunica con sus seguidores de manera críptica. A través de twitter o Facebook, lanza mensajes de apoyo a las personas que se están movilizando contra la votación. Los kirchneristas más duros presionan con todas sus fuerzas y cuentan además con aliados en todo el espectro que dominó la política argentina durante los últimos 12 años, por ejemplo un importante grupo de artistas que también se están movilizando contra la votación, desde Fito Páez hasta Leonardo Sbaraglia.

Este martes tuvo por tanto todos los elementos habituales de la tensión política argentina pero al final las cosas fueron más tranquilas de lo esperado. La ley seguirá adelante, Macri puede respirar tranquilo. Si no fuera así, tendría un problema muy serio de credibilidad no tanto en Argentina como especialmente fuera. El presidente ha vendido a todos los mandatarios extranjeros, entre los que ha encontrado un entusiasmo incluso superior al que tiene internamente, que él controla Argentina y puede aprobar sus reformas en el Congreso.

La semana que viene le visita nada menos que Barack Obama para comprobarlo y darle su respaldo definitivo. Un fracaso en un asunto tan sensible para EEUU como los fondos buitre sería un arranque demoledor de la visita. Pero no sucederá. Macri ha arrasado en el Congreso y es previsible que lo haga en el Senado. Su mandato empieza pues con un exhibición de poder en el lugar donde teóricamente más débil era: el Parlamento.