Mientras el hambre causa estragos en el mundo, mil millones de toneladas de alimento se desperdician
Un informe del Programa de la ONU para el Medio Ambiente (Pnuma) advirtió este miércoles 27 de marzo que en 2022 se desperdiciaron más de mil millones de toneladas de alimentos en el mundo, un año pospandemia y marcado por la crisis del grano, que sumió a un tercio de la humanidad en inseguridad alimentaria. Los hogares desperdiciaron hasta 631 millones de toneladas, un 60% del total.
En medio de alertas de hambre, potenciales hambrunas e inseguridad alimentaria que se vive en muchos territorios, Naciones Unidas se propuso para el año 2023 reducir a la mitad la cantidad de alimentos que se desperdician. Desde 2021, la organización publica un informe sobre la cantidad de toneladas que van al cubo de basura sin haber cumplido con su propósito.
El informe de este año arroja que en 2022 se desperdiciaron 1.050 millones de toneladas de alimentos.
También hay que añadir los problemas logísticos: Para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), “el 13% de los alimentos se pierden en la cadena de suministro, en el período comprendido entre la cosecha y la venta al por menor”.
Desglosando los más de mil millones de toneladas de alimentos, al sector de proveedores de servicios alimentarios le corresponden 290 millones desperdiciados y a los minoristas, 131 millones. Pero, ¿dónde se produce el mayor despilfarro?
En los hogares, el mayor desperdicio
Según la ONU, “la mayor parte del desperdicio mundial de alimentos procede de los hogares. Del total de alimentos desperdiciados en 2022, los hogares fueron responsables de 631 millones de toneladas, equivalentes al 60%”. En promedio, dice el informe, cada persona desperdicia 79 kg de comida al año, el equivalente a unos mil millones de raciones de comida al día, según un cálculo “muy conservador”.
Por ello, y ante las situaciones de hambre o inseguridad alimentaria, el documento se muestra contundente: “Esta cifra de desperdicio equivaldría a brindar 1,3 comidas diarias para todas las personas que padecen hambre en el mundo”.
Según revela el informe, a diferencia de lo que muchos piensan, el desperdicio no solamente se produce en países ricos: “La cantidad de alimentos desperdiciados en los hogares de los países de ingreso alto, medio alto y medio-bajo difiere en un promedio de tan solo 7 kg por persona al año”. Pero sí existe una correlación de mayor desperdicio en países cálidos.
Según dice, “las temperaturas estacionales más altas, los episodios de calor extremo y las sequías dificultan el almacenamiento, el procesamiento, el transporte y la venta de alimentos de forma segura, lo que a menudo provoca que se desperdicien o se pierdan volúmenes significativos de alimentos”.
Soluciones inmediatas
Naciones Unidas hizo un llamado a reducir estas cantidades a la mitad. Y por ello, da importancia a los países del G20. Según el informe, cuatro países del G20 –Australia, Estados Unidos, Japón, Reino Unido– y la Unión Europea disponen de estimaciones exhaustivas sobre el desperdicio de alimentos, lo que permite realizar un seguimiento de los progresos logrados de aquí a 2030.
Otros, Arabia Saudita y Canadá, disponen de cifras aproximadas en los hogares. Y aunque el documento no habla de otras naciones, sí señala que “países como Japón y el Reino Unido demuestran que es posible lograr un cambio a gran escala, puesto que han conseguido reducciones de desperdicio alimentario del 18% y el 31%, respectivamente”.
Otro caso es China, que impuso una ley para paliar el desperdicio alimentario: las imágenes de grandes cantidades de alimentos en banquetes u otros eventos que se van directamente al cubo de la basura son usuales y están bien vistas culturalmente. Pero el Gobierno decidió legislar su prohibición en 2021: los que lo hagan, deberán afrontar una multa de 1.500 dólares.
Finalmente, la ONU explica, por una parte, que uno de los beneficiarios de la reducción sería el mismísimo medio ambiente: “el desperdicio de alimentos genera entre el 8% y el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, lo que representa casi cinco veces las emisiones totales del sector de la aviación. Y por la otra, claudica con una obviedad demasiado olvidada. “La pérdida contrasta con la situación actual, en la que 783 millones de personas que padecen hambre y un tercio de la humanidad se enfrenta a la inseguridad alimentaria”.