NARCOS: La historia de Pablo Escobar sigue viva a dos décadas de su muerte

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El tráfico de drogas se ha apoderado de espacios de territorios boscosos y muy complejos. En varios países de América latina está desmoronado instituciones que alguna vez habían estado libres de cualquier epicentro del mal. Noticias sobre la penetración de los carteles de droga se leen todos los días con episodios ya no esporádicos porque obedecen  a una estructura del tiempo violento que vivimos todos. Si bien en la década de los años 70 y 80 el narcotráfico comenzó a urdir en Latinoamerica su compleja historia a partir de los carteles de la mafia del narcotráfico colombianos, su crecimiento posterior se ha convertido en un entramado peligroso que ha comenzado a afectar a toda la sociedad.

No se puede hablar del tráfico de drogas y sus ramificaciones sin señalar a sus jefes porque son las cabezas visibles que comandan el negocio. Un personaje clave para entender lo que paso en la sociedad a partir de los años 70 y 80 fue el colombiano Pablo Escobar. Fue él uno de los principales responsables de la expansión del tráfico de drogas que trascendió las fronteras de su natal Colombia. Más allá de los seguidores que pudo llegar a tener antes de su temprana muerte, de los relatos que se han hecho de él; su biografía llevada al cine y en series de televisión, el jefe del Cartel de Medellín formó un envidiable imperio de dinero que ha tratado de ser emulado con más tráfico de drogas y por consiguiente con mayores índices de criminalidad y violencia.

Dos décadas después de su muerte el narcotraficante colombiano Pablo Escobar sigue provocando polémicas. Alcanzó una de las fortunas más grandes del planeta bajo el comando de la más poderosa organización criminal de América latina, el Cartel de Medellín, con el que controlaba el 80% de la cocaína consumida en el planeta. En la década de los años 80 y hasta su muerte en 1993, este grupo fue responsable de la más elevada tasa de homicidios de la ciudad de Medellín con 381 muertes de 100.000 habitantes.

Cerca de 7.500 personas fueron asesinadas allí en un solo año. La misma ciudad así como toda Colombia que hasta antes de la explosión del narcotráfico era conocida como la tierra del café, paro literalmente para ver la serie Pablo Escobar el señor del tráfico, historia basada en su biografía escrita por el periodista  Alonso Salazar J. Entre los 11 millones de personas que se postraban frente a la televisión para ver el primer episodio de la serie se encontraban viudas, hijos y sobrinos  de las víctimas de Escobar. Y a pesar de las acusaciones que martirizaban y hasta en el otro extremo glorificaban al hombre considerado el mayor narcotraficante por la DEA, la audiencia no se desligo de la serie tratando, quizá de encontrar inquietantes respuestas a la violencia que asolo Colombia.

El libro de Salazar que es una recopilación que originó la serie explica de alguna manera la adoración popular por este anti-héroe en su país: la misma semana en que su organización derrumbaba un avión e mandaba explotar supermercados y redacciones de periódicos, el capo del narcotráfico hacía construir casas para los moradores de las villas miserias donde reclutaba a sus más sanguinarios soldados, asesinos contratados a sueldo que luego conformarían las bandas conocidas como sicarios. Con su discurso político, influenció la sociedad colombiana más que cualquier presidente. Cambio la ley de extradición  y las normas penitenciarias para proteger su negocio millonario, que jamás dejó de prosperar.

Las atrocidades que no escondía -tenía preferencia por las explosiones, decía que la dinamita era la bomba atómica de los pobres y así consiguió adherentes entre las fajas más pobres de la sociedad que se sentían protegidas por su presencia. Justificaba su uso porque consideraba la herramienta más letal anti-imperialista. Le decía  a su pueblo que vender cocaína a los Estados Unidos era una forma de vengar a su pueblo y defenderlo de la dominación norteamericana. Era amado. En la lápida de su tumba, la más visitada en Montesacro, cementerio del sur de Medellín se puede leer: “Aquí descansa Pablo Escobar Gaviria, un rey sin corona”. Existe un museo a su nombre, santos con su rostro y una oración a los que quieren pedir su protección, a poco de cumplirse  22 años de su muerte.

Pero esta figura excéntrica que fantaseaba con Pancho Villa y coleccionaba hipopótamos sigue alimentando una mitología que ultrapasó las fronteras de Colombia con más facilidad que la propia droga que sustento su bien sucedido proyecto de poder. En el festival de Toronto, Canadá, hace tres años otra biografía de Escobar fue aplaudida de pie por la concurrencia y por la propia crítica: “Escobar: Paradise Lost”, protagonizada por un irresistible Benicio del Toro; también Netflix llevó al aíre una serie sobre la misma biografía.

Cuando grupos humanistas contestaron la serie colombiana, Fidel Cano, director del periódico El Espectador, que tuvo a un tío asesinado por Escobar, observó que además de tratarse de un criminal debía haber algo errado si la sociedad prefiere un narcotraficante. Pablo Escobar fue abatido a tiros sobre un tejado por el Cuerpo de Elite de la Policía de Colombia un 2 de diciembre de 1993, cuando había cumplido 44 años.  Su muerte provocó una profunda conmoción popular y encerró la vida de la mayor industria criminal de Colombia, que sin embargo, jamás pudo librarse de la secuela de herederos, las marcas y frente al mundo, del estigma del narcoterrorismo, secuencia que siguió por naturalidad los siguientes episodios protagonizados por el narcotráfico.

Las entrevistas con el capo colombiano del narcotráfico

Escobar cobra relevancia en estos días debido al alarmante crecimiento de la actividad ilegal del narcotráfico. Resulta extremadamente provocativo ver imágenes por ellos mismos producidas en los medios digitales You Tube y Facebook apostados desafiantes en las carreteras de cualquier país Latinoamericano, ostentando armas de grueso calibre y posando ante las cámaras como si fueran héroes salidos de alguna guerra futurista. México es una muestra clara del poder que se ha asentado  en torno al narcotráfico. No solo desde la época de Escobar el narcotráfico ha penetrado a las más altas esferas, sino que ha empeorado por la corrupción que penetra en todos los ámbitos de la vida. Ya nadie puede negar, por ejemplo, que la pareja Abarca; el gobernador y su esposa de Iguala, México, con pretensiones políticas hoy detenidos estuvieron vinculados con el narcotráfico y el crimen. Desde Argentina, Perú, Colombia, Brasil y Perú se inunda con cocaína provocando muerte y sin ningún escrúpulo hasta llegar a sus destinatarios en algún lugar del mundo.

Bien lo explicaba la periodista colombiana Yolanda Ruiz de la radio RTC -que logró entrevistar al capo del narcotráfico colombiano- con estas palabras: “Pablo Escobar es un personaje siniestro; es importante entender lo que ocurrió en su época y lo que ha sucedido tiempo después con la pesadilla del narcotráfico que tanto ha golpeado a Colombia. La figura de Escobar y la cultura de la mafia que llegó con él transformaron la sociedad y sumergieron en su época a Colombia en una carrera del dinero fácil del todo vale de la que Colombia no ha logrado salir”. La actividad además de haberse expandido se ha trasladado a refugios in-imaginarios. El breve diálogo entre la periodista y Escobar  es una explicación resumida de que el narcotráfico y sus actividades conexas, el crimen organizado, siguen ocultando detrás de una aparente piel de cordero, ingresos que representan hasta el 70% todo el movimiento económico del planeta. En la entrevista de Yolanda Ruiz con Escobar hablaron de los intereses políticos del narcotráfico, de los dineros infiltrados en la sociedad y de la narco guerrilla.

¿Por qué rompe el silencio después de tanto tiempo en la clandestinidad?

Porque si me pongo a hablar de lo que se acusa no tendría tiempo para dar tantas explicaciones.

¿Se lo involucra con las masacres que tiene usted que decir de esto?

Debo manifestarle al pueblo de Colombia que me conoce y me apoya que soy ajeno a esas acusaciones por intereses que se han formado contra mi persona. Todos los habitantes de Antioquia saben que no tengo nada que ver con las masacres; no tengo intereses económicos en la zona. Soy inocente y repudio todo lo que tenga que ver con masacres.

¿De dónde considera que vienen esas sindicaciones?

Hay gente interesada en hacerme daño y de enfrentarme con la izquierda. Hay personas que cuando les conviene decir que estoy vinculado con la izquierda no tiene ningún límite en sus palabras, también se me acusa de estar aliado con la derecha de manera que son acusaciones sin consistencia.

¿Y cuál es la realidad?

La realidad es que soy una persona muy respetuosa de las ideas ajenas. Si hay gente de izquierda que tiene ideas que le convienen al país yo no tengo ningún problema en apoyarlas y lo mismo con la derecha, pero no tengo porque matricularme en ninguna corriente.

El diálogo con la guerrilla es un tema muy de moda, alguien propuso que usted debería formar parte de ese dialogo por ser parte del conflicto.

Hemos demostrado históricamente que estamos dispuestos a dialogar desde 1984 cuando se le propuso al Estado nacional un diálogo que hubiera evitado tanta sangre. Considero que la falta de diálogo es la causa principal de la violencia que sacude al país.

¿Cuando usted dice que busca el beneficio de la gente lo dice porque también está buscando un beneficio propio?

Pienso que no se puede generalizar, no se puede decir que todas las personas de un mismo gremio piensan de la misma manera.

¿Puede vivir clandestino o añora, por ejemplo, volver al Congreso?

Yo tengo 38 años de edad, 28 fui muy pobre, me transporte en buses, de estos 10 años que restan 5 años he estado en la clandestinidad y los otros 5 los dedique todos los fines de semana al servicio del pueblo. He sido un hombre feliz, siempre optimista porque pienso que los momentos difíciles siempre aportan a la experiencia que es lo más grande que puede tener una persona en la vida.

Las ramas del narcotráfico y el crimen organizado en la sociedad

Transcurridas dos décadas desde aquella entrevista, hoy sería difícil llegar a establecer con presión la cantidad de lugares desde los que el narcotráfico opera, el número de miembros que integran los carteles de la droga y las armas que poseen; pero lo evidente es que además de haberse reproducido y penetrado la membrana más débil de la sociedad, ha trasladado sus actividades criminales hasta convertirla en un verdadero ejército que puede desatar la guerra en cualquier parte del mundo. De acuerdo a estadísticas de las oficinas de las Naciones Unidas a las que tuvo acceso dat0s Venezuela ocupa el primer lugar a nivel mundial de muertes violentas relacionadas con alguna actividad ilegal. En 2013 el 93% de muertes de menores registradas en América latina fueron producto de homicidios violentos. En Venezuela, de cada 100.ooo habitantes el 55.4% de muertes se producen por incidentes relacionados con armas de fuego. Le siguen las Islas Vírgenes en los Estados Unidos con el 49.7%. Y así El Salvador (45.6%), Trinidad y Tobago (38.1%), Guatemala (32.3%), Colombia (31%), Irak (27.7%), Bahamas (25.1), Belice (24.8), Puerto Rico (24.8%) y Brasil (21.9%).

Los niveles de homicidios que se registran en esos países tienen correlato estrecho con el narcotráfico, la drogadicción que por lo general afecta a la población más joven y vulnerable por efectos de la pobreza. Los principales grupos de distribución de droga en varios países de América Latina están ubicados en las villas miserias y en lugares de bajos recursos que acaban siendo un foco de cultivo para la expansión del negocio. Estos mismos países son al mismo tiempo expulsores de violencia extrema con índices alarmantes de posesión de armas mortales. Existen 15.2 millones de armas en manos privadas de las que apenas 6 millones están registradas y del total de armas no registradas 3.8millones son portadas por manos criminales.

Es posible que Pablo Escobar hubiera contribuido a que estos índices de violencia alarmantes hayan crecido a lo largo del tiempo y en distintos países, trasladando el crimen organizado a lugares insospechados con ramificaciones en la política y en otros niveles. Lo que parece evidente en la era digital es que a pesar de que estas noticias abundan cada vez menos gente les presta atención. Es lo que ocurre en estos días con las denuncias de que altas autoridades del Gobierno de Venezuela estarían involucradas con el tráfico de drogas. A nadie parece importarle mucho una versión más de un secreto que se conoce  a gritos; “aunque la noticia viene de uno de los periódicos más influyentes del mundo, no afectará mayormente a la cúpula del Gobierno venezolano”, coinciden conocidos analistas del país. “Esto, ya sea cierto o no, ya se ha dicho muchas veces en Venezuela. Puede tener un impacto a nivel de élites, pero para una persona común y corriente en Venezuela no hace mucha diferencia entre lo que dice el ‘Wall Street Journal’ y lo que dice una página web cualquiera que ya ha dicho lo mismo. No va a tener un impacto político a nivel de masas”.

Hoy en día, la gran mayoría de los venezolanos “no están preocupados por cuestiones moralmente rechazables, sino por conseguir comida, porque van a 10 supermercados y no pueden encontrar carne en ninguno, y con suerte pueden encontrar pollo en dos”, citan las mismas fuentes. Mientras hace pocos meses las encuestas mostraban que la primera preocupación de los venezolanos eran las altas tasas de criminalidad, actualmente el 46 por ciento dice que su primera preocupación es la escasez de alimentos, el 20 por ciento cita la inflación, y el 14 por ciento la inseguridad.

En el pasado, las investigaciones por narcotráfico de EEUU contra altos funcionarios extranjeros han tenido resultados mixtos. Llevaron a la caída del expresidente boliviano Luis García Meza en 1981, y a la invasión estadounidense que derrocó a Manuel Antonio Noriega en Panamá en 1989.  Empero resulta improbable que Washington adopte sanciones contra Venezuela, porque se trata de una de sus principales fuentes de petróleo importado y EEUU no quiere hacer nada que podría provocar un rebote de los precios mundiales del petróleo. “Además, se cree que el Gobierno de Venezuela no colapsará por esta investigación. Si se cae, será por la hiperinflación, la escasez de alimentos”, citan las fuentes.

Como se puede ver y de llegar a ser cierta la investigación promovida por fiscales norteamericanos contra la cúpula del Gobierno venezolano por narcotráfico, un velo protector tamiza el efecto y lo hace invisible ante los ojos de la población con  necesidades de sobrevivencia.