Narcos peruanos siembran terror en Argentina
El tema tiene un alto impacto de interés social no solo por la proximidad de que peligrosas bandas criminales del narco asentadas en varios países de América latina cobren cada vez más poderío y violencia, pero además porque se dice que la droga que trafican tiene origen en Bolivia donde de acuerdo a reportes de la policía antinarcóticos también se han asentado importantes grupos de tráfico de drogas. La siguiente historia espeluznante ha abierto un debate intenso en los medios de comunicación argentinos por la violencia y crudeza digna de una película de ficción. Este el informe de una feroz matanza en un barrio de las periferias de la capital relatado por la periodista Virginia Messi:
Leticia Mabel Lezcano González era paraguaya, tenía 19 años y vivía en una de las zonas más peligrosas de la Capital Federal, la manzana 26 de la villa 1-11-14 del Bajo Flores, epicentro de una guerra narco que desde hace por lo menos dos años recrudece sin descanso a base de crímenes y masacres. La joven fue acribillada de ocho balazos el domingo, poco antes de la medianoche, muy cerca de su domicilio.
A pocos metros quedaron tirados dos de sus hermanos: Agustín (24) recibió 10 disparos y Hugo (30) cuatro. Un amigo que estaba con ellos, Fabio Gómez Ruiz Díaz (21), terminó con 12 impactos. En total, les dieron 34 tiros calibre 9 y .40.
El grupo había llegado a la villa en un Mercedes Benz clase A (190), modelo 2000, y no pudo hacer nada más que bajarse del auto. Los sicarios marcaron su objetivo y nadie sobrevivió. Muchos de los balazos fueron dirigidos directamente a la cabeza de las víctimas. Dicen que eran cuatro asesinos a bordo de dos motos. Hasta anoche no tenían pistas sobre ellos.
Hace un tiempo gran parte de la familia Lezcano González había emigrado a General Rodríguez. En el barrio se comenta que lo hicieron acorralados por las amenazas.
Según fuentes judiciales, Leticia, mamá de una beba, aún permanecía viviendo allí. El domingo todos habían estado juntos en General Rodríguez en un cumpleaños familiar. Como Hugo -que había quedado paralítico el recibir un disparo- debía atenderse el lunes en el Hospital Rivadavia, decidió pasar la noche en lo de Leticia. Ese plan terminó con la vida de todos.
No es casualidad que este cuádruple crimen se haya concretado a sólo diez metros de un rudimentario pool donde el 10 de octubre de 2013 asesinos a sueldo acribillaron a tres paraguayos y dos argentinos, supuestamente por un cargamento de marihuana perdido.
La nueva masacre también fue a la vuelta de un violento episodio registrado en febrero último, que terminó con dos muertos y una ambulancia del SAME huyendo entre fuego cruzado.
Todo pasó en una zona de la 1-11-14 asediada por la violencia. No ya de los narcos peruanos, liderados por Marco Antonio Estrada González, que también forjó su poderío con crímenes de los más variados. “Marcos” sigue controlando un sector importante del asentamiento, pero no es donde ocurrieron los últimos episodios.
Las masacres como la del último domingo tienen como territorio en disputa un área de la villa ubicada enfrente de la cancha de San Lorenzo. Sus protagonistas son paraguayos y argentinos, separados de sus colegas peruanos por la avenida Riestra.
La guerra se concentra en tres manzanas: la 9 A , la 9 B y la 26. En esta última existe un punto muy caliente conocido como “Las Tres Bocas”, llamado así porque tres caminos confluyen en un punto, cercano a una canchita de fútbol, donde los narcos tienen concentrado su negocio y su poder.
Los Lezcano González no eran ajenos a los vaivenes de las vendetas narco por el control del territorio y, de acuerdo a un expediente que tramita en la Justicia federal, algunos de sus miembros conformarían las bandas en pugna.
Ese es el caso de uno de los hermanos más chicos de los tres jóvenes asesinados el domingo. Gustavo Javier Lezcano González, de 18 años, fue detenido en abril de 2014 en un megaoperativo comandado por el juez federal Sergio Torres en la manzana 26. Lezcano González terminó con prisión preventiva por integrar, como vigía, una de de las tres bandas en investigación, las cuales habían hecho un pacto para usar por turnos quioscos y armamentos.
“La zona de Tres Bocas constituye un sector estratégico para el desarrollo de estas actividades pues posee un sistema de accesos que permite vigilar el ingreso de personas ajenas al lugar y, en consecuencia, asegura la impunidad de quienes intervienen”, dijo en su resolución del 4 de junio de 2014 el juez Torres.
Ademas de droga, en ese expediente se secuestraron 11 pistolas automáticas, cuatro escopetas, dos granadas y mil municiones. Una muestra más de que el poder narco se consigue, mantiene y disputa con muertes.
Por todo esto los vecinos viven aterrados: “Ellos andan todos los días con armas. Si vos jodés con ellos, hasta allí nomas llegás. Todos los días se escuchan disparos que son por las rivalidades entre ellos. Cuando pasa eso nos escondemos y tratamos de no ver nada para que no haya problemas después. Tenemos mucho miedo”, declaró un vecino identificado en la causa como “Testigo B”.
Ante estas cuatro nuevas muertes, y la evidencia de una violencia creciente, la Justicia y las autoridades de Seguridad tienen dos desafíos. El primero es encontrar pistas firmes que lleven a los asesinos, posiblemente sicarios por su precisión y sangre fría. El segundo, detener las cada vez más frecuentes batallas del narcotráfico. El reemplazo de policías por gendarmes no parece haber dado el resultado esperado.
Las víctimas, una por una
Una familia destruida. Fabio Gómez Ruiz Díaz vivía en Pilar. Los hermanos Lezcano González se habían mudado a General Rodríguez, aunque dicen que Leticia seguía en la villa 1-11-14. “Necesito tenerte frente mío para despedirme de vos y decirte que podés descansar tranquila, que a nuestra hija nunca le va a faltar nada, porque yo voy a luchar para que sea así”, le escribió el papá de su beba en Facebook.