
Israel busca una conflagración que Teherán podría verse empujado a aceptar.
Oriente Medio inicia la que podría ser su semana más importante en mucho tiempo. La escalada entre Israel e Irán parece lejos de desescalar y la evolución de la crisis en los próximos días será decisiva para conocer si debemos (o no) hablar sin tapujos de una verdadera guerra regional. Israel busca ser la única potencia nuclear en Oriente Medio y, para ello, tiene en su horizonte el colapso del proyecto político iraní. Por su parte, Teherán vive inmersa en una tensión difícilmente solventable. De un lado, mantener el liderazgo del Eje de la Resistencia; del otro, impedir el inicio de una guerra contra Tel Aviv que podría significar la ruptura de los andamiajes de la República Islámica.
Desde aquella noche del jueves al viernes en la que Israel atacó ⎻relativamente por sorpresa⎻ a Irán, la escalada no se ha detenido. Israel ha sido capaz de dañar enormemente la cúpula militar de Irán; Irán ha logrado penetrar el domo de hierro israelí. Las bajas se cuentan en centenas en el caso iraní… muchas menos en el lado israelí.
¿Hacia una guerra total?
El fin de semana del 13 al 15 de junio marca un antes y un después y aspira a redefinir el statu quo de una región enormemente inestable y con la presencia de una potencia imperial agresiva, poderosa y que cuenta con el apoyo de Estados Unidos y Europa. Los ataques contra infraestructura energética se sumaron a los ataques contra zonas residenciales y terminaron de dar forma a un escenario que podría devenir perfectamente en una guerra total entre ambos Estados.
El baile de cifras ya es una realidad, como corresponde a toda guerra ⎻o a todo conflicto que evoluciona hasta una guerra⎻. El saldo del fin de semana, no obstante, parece claro: las capacidades militares estratégicas de Irán se han visto enormemente afectadas, así como han sido asesinados varios hombres de gran peso en su jerarquía militar. La Guardia Revolucionaria ha sufrido numerosas bajas. En Israel, a su vez, la cúpula de hierro ha sido incapaz de resistir la totalidad de los ataques, aunque las bajas son muy inferiores a las infringidas en Irán.
Se filtró en medios como Reuters que Israel tenía un plan para asesinar al ayatolá Alí Jameneí, Líder Supremo de la República Islámica de Irán, pero que fue vetado por el gobierno estadounidense de Donald Trump. Evidentemente, semejante acción constituiría sin lugar a dudas el inicio de una guerra total entre Tel Aviv y Teherán y, con amplia probabilidad, su regionalización. Pero, además, tal información da buena cuenta del grado de infiltración que la inteligencia israelí ha logrado en Irán. Solo así puede explicarse las múltiples bajas de figuras clave logradas durante el fin de semana.
La respuesta iraní a los ataques israelíes debe leerse estratégicamente bajo la premisa de “escalar para desescalar”. ¿En qué sentido? En el mismo que hace aproximadamente un año, cuando ambos Estados protagonizaron una crisis de grandes dimensiones. Si Irán responde con demasiada contundencia, el gobierno de Benjamin Netanyahu puede verse empujado a desatar abiertamente una guerra regional. Por el contrario, si Teherán es muy débil en su contestación, Tel Aviv podría interpretarlo como un signo de fragilidad y, en consecuencia, decidir también una espiral escalatoria que haga inevitable una guerra regional.
La tensión en la que se mueven las autoridades de Teherán es muy compleja. Los ataques iraníes, por crudos que hayan sido, podrían corresponderse con esta dinámica: ni muy brutales ni muy limitados. No obstante, si Israel ha definido ya internamente la idoneidad de la guerra, parecería casi imposible evitarla: Netanyahu cuenta con varios meses de “calma” interna tras solventar su intento de destitución parlamentaria. A su vez, las Fuerzas Armadas sionistas podrían considerar que pueden afrontar, en simultáneo, un genocidio en Gaza y una guerra prolongada contra Irán. Un macabro all-in.
El contexto regional
Por supuesto, no puede leerse esta escalada obviando la variable regional. En primer lugar, por cuanto Irán se juega el liderazgo del Eje de la Resistencia y, en segundo lugar, por cuanto Israel tiene en el horizonte consolidarse como la única potencia nuclear en Oriente Medio y desbancar con claridad al propio Irán, a Arabia Saudí, a Emiratos Árabes Unidos y a Turquía.
Pero hay más actores con intereses en el conflicto. De hecho, entre Irán e Israel hay varios países: Jordania, Irak, Siria, Líbano… Jordania, por ejemplo, pudo haber sido clave durante la primera noche neutralizando drones lanzados por Irán. El gobierno jordano depende enormemente tanto de Israel como de Estados Unidos y, a pesar de las críticas de amplias capas de su sociedad civil, no está cercano a confrontar con Tel Aviv en una eventual guerra.
Algo distinto sucede con el Líbano. La extensa diáspora palestina en el país, así como el amplio número de organizaciones políticas y armadas anti sionistas, convierten a este territorio en uno de gran interés frente a una eventual guerra regional. Es cierto que las capacidades de Hezbolá se encuentran dañadas y sufren de una fragilidad estructural ⎻en gran medida como consecuencia de sus enfrentamientos contra el propio Israel⎻, no obstante no sería descartable que utilizasen su posición estratégica para atacar a Israel y apoyar ⎻limitadamente, en cualquier caso⎻ a Irán.
Probablemente, el rol más protagónico lo jugarían los hutíes de Yemen, quienes han destacado como el actor del Eje de la Resistencia que más activamente se ha involucrado en defensa de los palestinos ante el genocidio en la Franja de Gaza. Aunque Irán ha sido criticado dentro del Eje de la Resistencia por su tibieza en relación a Gaza, perfectamente podría activar las palancas necesarias para realizar ataques coordinados que buscasen saturar la cúpula de hierro israelí.
En suma, la posibilidad de una guerra total entre Tel Aviv y Teherán está encima de la mesa, principalmente por la voluntad israelí de generar una conflagración. En el horizonte del gobierno de Netanyahu está el genocidio de Gaza y el fin del sistema político iraní, así como impedir que estos desarrollen su armamento nuclear. La inestabilidad seguirá siendo la seña de identidad de Oriente Medio.