Perú se propone hacer que la refinería se haga responsable por el derrame petrolero
LIMA — Más de dos semanas después de que la entrega fallida de un tanquero petrolero provocara que miles de barriles de petróleo se derramaran en el mar frente a las costas peruanas, las mareas negras siguen ensuciando las playas y las acusaciones continúan.
Pareciera que la explicación de la falla no llegará antes de que finalice la limpieza.
El petróleo se ha extendido por unos 40 kilómetros de la costa del Pacífico, el viento lo ha empujado hacia el norte hasta alcanzar las playas ubicadas a lo largo de la costa desértica de Perú, dejando a su paso innumerables peces y animales marinos muertos y cubiertos de petróleo, incluyendo a las nutrias marinas y los pingüinos locales que se encuentran en peligro y viven en las islas rocosas de dos reservas marinas protegidas.
“Para que el ecosistema se recupere del todo, estamos hablando de 10, quizás 20 años”, dijo Deyvis Huamán, biólogo del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado.
El derrame ocurrió en la refinería de Pampilla, operada por la compañía española Repsol cerca de Lima, la capital peruana. El alcance del daño ha crecido mucho más de las expectativas iniciales, dado que la compañía inicialmente solo reportó una pequeña fuga de unos siete galones.
Ese cálculo tiene un margen de error de decenas de miles de galones. Cuando se conoció la verdadera magnitud del desastre, el presidente de Perú se paró en una playa manchada de petróleo y denunció lo que calificó como “uno de los ecocidios más grandes que se han suscitado en nuestras costas”.
Ahora, muchos se preguntan: ¿quién es el responsable?
Repsol dice que el derrame del 15 de enero fue causado por las fuertes marejadas provocadas por la poderosa erupción de un volcán localizado a miles de kilómetros de distancia, en Tonga, una nación insular. La empresa dice que ese fenómeno dañó un sistema submarino de tuberías y mangueras que es usado por los petroleros, cuando están anclados, para bombear crudo hasta su refinería, y señala que mientras las naciones vecinas emitieron una advertencia de tsunami, el gobierno peruano no lo hizo.
“Nosotros no ocasionamos el desastre ecológico”, dijo una vocera de la empresa a la televisión peruana en los días posteriores al derrame.
Pero esta semana, el gobierno anunció que suspenderá todas las operaciones en la refinería de Repsol, una acción que la compañía calificó como “desproporcionada e irrazonable”. Un fiscal estatal ya comenzó a investigar si la empresa hacía el mantenimiento necesario al sistema submarino de tuberías y tubos. Además, se emitió una orden legal que prohíbe la salida del país de cuatro altos funcionarios de Repsol.
“El gobierno asume el rol de sancionar a los responsables”, declaró el presidente Pedro Castillo en un mitin. “Vamos a limpiar el mar, y vamos a condenar y sancionar a la empresa que viene a contaminar nuestro mar”.
Sin embargo, los investigadores peruanos dicen que también investigarán el reclamo de que la Marina peruana no cumplió con su deber de emitir una alerta de tsunami. La Marina, que ha sido criticada por otros sectores por no emitir la alerta, dice que también está realizando su propia investigación.
Incluso algunos de los hechos más básicos están en discusión, entre ellos las condiciones registradas ese día en las aguas marítimas donde opera la refinería.
Si bien la compañía ha señalado que se produjo un oleaje inusual, el capitán del tanquero petrolero italiano que estaba descargando el crudo brasileño a la refinería dijo que el agua no estuvo particularmente agitada y que la embarcación no había chocado con ninguna parte de la infraestructura de la refinería. El jefe de una asociación de navegación local también dijo que el mar estaba bastante tranquilo, al igual que los oficiales de la Marina.
El buque petrolero, el Mare Doricum, propiedad de La Fratelli d’Amico Armatori, ha sido incautado por las autoridades. La compañía dijo que está cooperando con las autoridades peruanas y señaló que no se han formulado acusaciones contra su tripulación.
Aunque las condiciones de ese día están en disputa, no hay duda de que algunas zonas de Perú, al igual que otras naciones alejadas del volcán, fueron afectadas por el tsunami.
En el norte del país, dos mujeres fueron arrastradas por olas atribuidas a la erupción. Y en la bahía del Callao, donde se encuentra la refinería, las estaciones de monitoreo del nivel del mar registraron olas de alrededor de 1,5 metros en el momento en que Repsol reportó el derrame, según dijo Francisco Hernández, del Instituto Marino de Flandes. Es posible que eso haya “sacudido” las aguas o causado fuertes corrientes submarinas, dijo.
En declaraciones a The New York Times, Repsol se mantuvo firme.
“Hasta donde sabemos, este accidente fue causado por un evento marítimo imprevisto”, dijo la empresa. “Las amarras del barco se rompieron como consecuencia de un oleaje anormal, según informó el capitán del Mare Doricum. La especulación de que el mar estaba en calma entra en conflicto con los datos empíricos disponibles públicamente de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental, sin mencionar los cientos de publicaciones que se hicieron en las redes sociales esa tarde”.
Las olas eran anormales. Pero los imprevistos son otra cosa.
Aunque Perú no emitió una advertencia, se emitieron múltiples alertas internacionales de tsunami para la región, pero ni la Marina ni Repsol restringieron las actividades.
Y aunque la compañía ha hecho publicidad sobre haber desarrollado un sistema de alerta temprana de fugas de petróleo, Repsol desplegó un equipo de buzos para inspeccionar las condiciones bajo el agua al día siguiente. La compañía dice que, antes de ese momento, las condiciones no eran seguras para los buzos.
“Queda evidente que ha habido una cadena de errores grandes”, dijo Gustavo Navarro, exgerente de La Pampilla que ahora es consultor de energía.
No es el primer derrame de Repsol en Perú. En 2013, una fuga atribuida a una tubería corroída liberó aproximadamente 196 barriles. En ese momento, las multas contra la empresa fueron de menos de 200.000 dólares, pero el gobierno de izquierda del presidente Castillo dice que esta vez será diferente. Los ministros han prometido sanciones “drásticas”, quizás más de 50 millones de dólares, con el objetivo de fijar un precedente.
Después de que las operaciones en la refinería fueron suspendidas el lunes, la compañía dijo que trabajará con el gobierno para reanudar sus actividades lo más pronto posible. Además, Repsol señaló que suministra casi la mitad del petróleo de Perú y dijo que “hará todo lo posible” para evitar la escasez de combustible.
La compañía también ha sido criticada por sus esfuerzos de limpieza.
Repsol ha propuesto contratar a pescadores y otras personas que se quedaron sin trabajo por el derrame para ayudar, pero los medios locales informaron que a los trabajadores se les paga poco y que algunos se han desmayado por respirar los vapores en las playas empapadas de crudo.
Pero como el derrame les quitó el sustento, al menos por ahora, muchos tienen pocas opciones.
El derrame se produjo durante el apogeo de la temporada de playa de verano, y las comunidades costeras de clase trabajadora que dependen de la pesca y el turismo han sido las más afectadas después de una recesión prolongada vinculada a la pandemia.
“Los restaurantes, las cevicherías, nadie está consumiendo”, dijo Roberto Zamora, un pescador de 45 años, en el distrito de Ventanilla, donde se encuentra la refinería. “Nadie quiere comprar pescado. Ni pescado de alta mar”.
Funcionarios peruanos de turismo han calculado que las pérdidas se ubican en unos 52 millones de dólares, cifra que no incluye el impacto en los pescadores.
Zamora dijo que no había trabajado ni un solo día desde que empezó el derrame de “lava negra” en las costas locales, lo que lo privó no solo de sus ingresos sino también de la principal fuente de proteína para su familia.
El pescador quiere una explicación de lo que sucedió, un plan serio de remediación y compensación, y algo aún más importante.
“Lo que queremos es respeto”, dijo Zamora. “Y esto es una falta de respeto a nuestro mar. No solo me afecta a mí. No solo afecta a otros pescadores. Es una falta de respeto a todo el mundo”.
“Han envenenado el mar”, dijo.
Raphael Minder y Gaia Pianigiani colaboraron con este reportaje.