Por qué en América Latina no ha habido una integración regional como en la UE
¿Sabes qué significan estas siglas? Alalc, Aladi, CAN, SELA, ALBA-TCP, SICA, Unasur, Celac, Mercosur… Vista desde la distancia, la historia de la integración regional en América Latina puede parecer un juego de sopa de letras.
Desde la Alalc (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, creada en 1962) hasta la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, fundada en 2011), son muchas las iniciativas adoptadas en la región para actuar mancomunadamente.
Estos esfuerzos se iniciaron a principios de la década de 1960 en gran medida inspirados en la Comunidad Económica Europea (CEE), que desde entonces siguió evolucionando hasta la actual Unión Europea (UE).
Pese a que ha pasado por no pocas turbulencias, incluido el caso aún no resuelto de la salida del Reino Unido -conocido como Brexit- el europeo aún es considerado como el mecanismo de integración más exitoso del mundo.
La UE no solo dispone de un mercado único con libre circulación de bienes, servicios, trabajadores y capitales; también hay una moneda compartida por 19 de sus 28 miembros; una política exterior y de seguridad común.
Mientras tanto, en América Latina las múltiples iniciativas regionales están aún lejos de dar resultados comparables a los de la UE y tampoco son ajenas a las crisis internas.
La más reciente de estas se produjo la semana pasada cuando 6 de los 12 miembros de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) anunciaron su decisión de suspender su participación en las reuniones de ese mecanismo hasta tanto no se desbloquee la elección de su nuevo secretario general, pendiente desde enero de 2017.
En BBC Mundo nos planteamos la pregunta de cuáles son los obstáculos que han dificultado a los países latinoamericanos avanzar hacia una integración más efectiva.
1. Base económica
La primera diferencia de la UE con América Latina es la complementariedad de sus economías. Los principales socios comerciales de los europeos son otros países del bloque, mientras en América Latina, suele ser mucho más importantes el comercio con Estados Unidos y China.
Esto se plasma en que el intercambio comercial dentro de cada bloque: mientras en promedio entre un 65% y un 70% del comercio exterior de los miembros de la UE tiene como destino otros países del mismo bloque, en el conjunto de América Latina el comercio intrarregional se ubica de media en torno a 20%.
“La integración regional necesita tener fundamentalmente una base económica. Debe permitir el intercambio de bienes, servicios, capitales y trabajadores, y tiene que servir para adoptar políticas económicas comunes entre los estados miembros”, explica José Antonio Sanahuja, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid, en conversación con BBC Mundo.
“Es muy difícil integrar economías cuya oferta exportable es muy similar y se basa principalmente en materias primas. Este es un lastre del pasado colonial de la región que sigue gravitando a pesar de los cambios ocurridos en los últimos decenios”.
Es decir, las exportaciones de los latinoamericanos compiten por el mercado chino y estadounidense, y también el europeo.
“En términos económicos el esquema más exitoso es el Sistema Centroamericano (SICA). Aproximadamente un 26% de sus exportaciones las hacen entre ellos mismos. La mayor parte de ese comercio lo realizan pequeñas y medianas empresas y, además, es de bienes industriales. Esto también lo vemos en Mercosur, que se ubica en torno a 21% y sus exportaciones también son manufacturas”, señala Sanahuja.
2. Tan grande como varias Europas
La enorme extensión geográfica de la región es otro obstáculo para la integración latinoamericana que afecta directamente la posibilidad de incrementar los flujos comerciales y de personas.
“En el territorio de América Latina entran varias Europas”, apunta Sanahuja.
Para ilustrarlo, basta con decir que los 4,3 millones de kilómetros cuadrados de los 28 miembros de la Unión Europea ocupan apenas poco más de la mitad del territorio de Brasil.
Pero no es solo un problema de extensión geográfica, sino también de falta infraestructuras como carreteras, vías férreas, puertos y aeropuertos suficientes y adecuados.
“Hoy las barreras geográficas a la integración, la falta de infraestructuras, pesan más en términos de costes que muchos aranceles que ya se han eliminado. Todavía, por ejemplo, el transporte por carretera de mercancías en los Andes se interrumpe porque nieva. Además, hay un enorme problema de integración de la vertiente atlántica con la pacífica”, indica Sanahuja.
Paradójicamente esta falta de conexión entre las costas oceánicas en América del Sur iba a ser parcialmente subsanada a través de una iniciativa de Unasur, financiada en gran parte por Brasil, y en la que la polémica constructora Odebrecht era la responsable de una parte importante de las obras.
3. ¿Demasiada soberanía?
“Históricamente, América Latina ha tenido una vocación asociativa que ha sido una nota persistente desde los años 1960 en adelante pero ha habido un bajísimo nivel de institucionalización”, señala a BBC Mundo Juan Gabriel Tokatlian, profesor plenario de Relaciones Internacionales en la Universidad Di Tella en Buenos Aires.
El experto atribuye esta característica al hecho de que los mecanismos instaurados en la región “se han creado preservando una noción muy fuerte de soberanía nacional”, debido a las dificultades para que los países permitieran ciertos niveles de injerencia o de reciprocidad en algunos temas y a que en la región “se ha procurado tener modelos de desarrollo mucho más proteccionistas”.
Sanahuja, por su parte, indica que los gobiernos hacen una enérgica defensa de la soberanía debido al nacionalismo que en América Latina “es muy acentuado tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político”.
Agrega que esto choca con los otros dos objetivos que se plantean estos procesos regionales como son: lograr una integración profunda -a través de la eliminación de barreras económicas, la supranacionalidad o al menos la cesión de ciertas cuotas de autonomía- y la búsqueda de cierta influencia en los asuntos internacionales gracias a la actuación colectiva.
“La cuestión es que si tú pretendes lograr integración profunda, mantener la soberanía y al mismo tiempo disponer de capacidad para influir en el sistema internacional, las tres cosas no las puedes tener a la vez”, apunta.
4. Vaivenes ideológicos
Entre los elementos directamente relacionados con la insuficiente institucionalización de la integración en América Latina se cuentan, según los expertos, los cambios ideológicos y de orientación que han vivido los gobiernos de la región durante las últimas décadas que incluyeron desde aquellos que querían dar un papel preponderante al Estado hasta los que apostaban por la desregulación.
“Los vaivenes ideológicos, los cambios de modelo de desarrollo, las distintas coaliciones en el gobierno han impedido tener continuidad en las políticas y esto obviamente ha hecho que, en algunos momentos, la integración sea una panacea, una gran promesa, y en otros momentos sea vista como una carga para algunos gobiernos que prefieren tener socios estratégicos o comerciales por fuera de la región”, señala Tokatlián.
Sanahuja cuestiona que se haga descansar los sistemas de integración en la afinidad ideológica de un grupo de presidentes o de gobiernos, algo que -asegura- ocurrió en los casos de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) y de la Alianza del Pacífico.
“Lo peor que le puede pasar a un organismo regional es que dependa de la coincidencia astral de que haya un ciclo de gobiernos que se entiendan políticamente. Ellos se ponen de acuerdo pero ¿qué pasa cuando ese ciclo político termina? En esto hay que ser serios, adoptar tratados, establecer instituciones y, en esos marcos, adoptar acuerdos que trasciendan los ciclos políticos. Eso es lo que tenemos muy poco en la región”, apunta.