Que se gasten el dinero en medicinas y no en bombas lacrimógenas
“Dije, ¿qué voy a hacer hoy? Como venezolana no me podía quedar en casa. ¿Solo protestar? Pues no. Miré a los helicópteros y enseñé mis pechos. ¡Que se gasten el dinero en medicinas y no en bombas lacrimógenas que lanzan contra la gente”, decía Gutiérrez, de 58 años, resguardada de la represión de las protestas en una comisaría de Chacao, en Caracas.
Otros decidieron manifestarse de maneras más convencionales. Hilda Rojas caminó a pie desde Antímano, un barrio popular desde el oeste de Caracas, hasta la plaza O’Higgins, donde chavistas y antichavistas comenzaban a encontrarse en medio de una gran tensión. Pero Rojas no se amedrentaba y decía lo que quería, sin miedo y con todas las letras: “Queremos elecciones ya, salir de esta dictadura. Maduro está asustado porque sabe que ya hace rato que perdió el pueblo”.
El despliegue de los cuerpos de seguridad desde temprano en diversos puntos de Caracas dejaba claro que estos se proponían hacer buena la promesa proferida la víspera por el presidente Nicolás Maduro: la llamada “madre de todas las movilizaciones”, convocada por la oposición este 19 de abril, no podría marchar hacia el centro de la capital venezolana, sede física de los poderes públicos entre ellos, la Defensoría del Pueblo, meta declarada de los organizadores del evento.
La ciudad amaneció bloqueada para impedir la llegada y tránsito de protestantes. Los accesos desde el interior del país fueron tomados por puntos de control de la Guardia Nacional. Por decreto, el Gobierno suspendió toda actividad de la aviación comercial hasta el jueves. Al menos 20 estaciones del metro amanecieron cerradas. Sobre la autopista Francisco Fajardo, principal arteria vial de Caracas, sucesivas líneas defensivas se aprestaban, una vez más, a contener la marcha a la altura del sector de Bello Monte.
Pero el llamado opositor también previó puntos de concentración en el oeste de Caracas, mayoritariamente obrero y popular, que el chavismo considera un coto propio. Aún no era mediodía cuando ya se registraban incidentes en zonas como Santa Mónica, El Paraíso o San Bernardino. En este último lugar, un joven de 17 años, Carlos Moreno Varón, cayó herido en la cabeza por un disparo que, según versiones, provino de grupos de choque del oficialismo. Luego falleció en una clínica privada cercano.
En varios puntos del oeste coincidieron las rutas de la marcha de oposición y de la contramarcha oficialista, con lo que aumentaron en proporción geométrica las posibilidades de violencia, a pesar de la custodia policial. Eso ocurrió en la plaza O’Higgins de El Paraíso y en la avenida Libertador, a la altura de la sede de la petrolera estatal, Pdvsa.
Pero en San Martín (centro-oeste de Caracas), grupos chavistas de base y efectivos de la Policía Nacional dispersaron a los opositores con gases lacrimógena. Testigos también aseguraron haber oído detonaciones de armas de fuego. En el lugar quedó atrapada Lilian Tintori, esposa del encarcelado líder Leopoldo López, que marchaba con los manifestantes.
Cientos de autobuses fletados por el Gobierno trasladaron, mientras tanto, a miles de sus partidarios y funcionarios públicos que marcharon desde distintos puntos del oeste de la ciudad hacia la céntrica avenida Bolívar, tradicional recinto de las grandes concentraciones políticas de Hugo Chávez. El presidente Maduro los había convocado para desactivar el golpe de Estado que, según el mandatario, está en marcha y del que la movilización opositora formaría parte.
A comienzos de la tarde de Caracas, el lindero entre los municipios Chacao y Libertador, frontera entre los sectores este y oeste en el que esquemáticamente se divide la capital, era lugar de una batalla campal. Con gases lacrimógenos, piquetes de los cuerpos de seguridad trataban de impedir el paso del grueso de la marcha opositora hacia el centro. Justo al frente de las oficinas del gobernador del estado de Miranda y excandidato presidencial de oposición, Henrique Capriles Radonski, manifestantes saltaban de la autopista Francisco Fajardo hacia el cauce del río Guaire para esquivar la persecución de la policía y la Guardia Nacional.
Al principio parecía un rumor pero poco a poco la noticia de que un estudiante había muerto se fue difundiendo hasta que fue confirmada por las autoridades. Lourdes Vielma se enteró por Facebook de que ese chico era amigo de su hija adolescente, pero ella no sabía que había muerto, solo que estaba herid por un disparo en la cabeza. ¿Qué podía hacer ella? Lourdes se acercó al hospital para donar sangre y para rezar por la salud de un muchacho que en tres días iba a cumplir los 18. Sin embargo, al llegar supo la verdad. La mujer no pudo contener las lágrimas.