Siete días de enero: así llevó Trump a Estados Unidos e Irán al borde de la guerra

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Por: Peter Baker, Ronen Bergman, David D. Kirkpatrick, Julian E. Barnes y

El avión iba demorado y el escuadrón asesino empezaba a preocuparse. Los listados internacionales mostraban que el vuelo 6Q501 de Cham Wings Airlines, programado para despegar desde Damasco, Siria, a las 19:30 con destino a Bagdad, había salido; pero en realidad, según reportes de un informante en el aeropuerto, el avión seguía estacionado y el pasajero marcado como objetivo aún no llegaba.

Las horas pasaban y algunos de los involucrados en la operación se preguntaban si debían cancelarla. Pero entonces, justo antes de que la puerta del avión se cerrara, una caravana de autos se estacionó en la pista. De uno de los autos emergió el general Qasem Soleimani, el cerebro detrás la seguridad de Irán, y abordó el avión junto a dos guardaespaldas. El vuelo 6Q501 despegó, con tres horas de retraso, rumbo a la capital iraquí.

El avión aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Bagdad justo después de la medianoche, a las 00:36, y los primeros en desembarcar fueron Soleimani y su comitiva. Al final de la pasarela lo esperaba Abu Mahdi al-Muhandis, un funcionario iraquí a cargo de las milicias y cercano a Irán. El grupo ocupó dos autos, los cuales se enfilaron hacia la noche, seguidos muy de cerca por drones estadounidenses MQ-9 Reaper. A las 0:47, varios misiles impactaron los vehículos, envolviéndolos en llamas y dejando adentro diez cadáveres carbonizados.

La operación que aniquiló a Soleimani, comandante de la Fuerza Quds de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, puso a Estados Unidos al borde de una guerra con Irán y sumió al mundo en siete días de turbulenta incertidumbre. La historia de esos siete días, y la planificación secreta de los meses que le antecedieron, figura como el episodio más peligroso hasta el momento en los tres años de la presidencia de Donald Trump.

La decisión del mandatario de escalar décadas de conflicto latente con Irán detonó un drama extraordinario en el ámbito mundial, la mayoría entre bastidores. En las capitales de Europa y Medio Oriente, líderes y diplomáticos hicieron todo lo posible para impedir una nueva guerra, mientras que en la Casa Blanca y el Pentágono, el presidente estadounidense y sus asesores ordenaron enviar más soldados a la región.

El líder de facto de Arabia Saudita se alarmó tanto que envió a su hermano a Washington para sostener una reunión clandestina con Trump. Los líderes europeos, indignados por no haber sido informados, se movilizaron rápidamente para evitar que Irán intensificara el conflicto. En tal caso, los estadounidenses ya habían desarrollado planes para atacar un barco de comando y control y realizar un ataque cibernético con el objetivo de incapacitar parcialmente el sector petrolero y de gas de Irán.

Sin embargo, Estados Unidos también envió mensajes secretos a través de mediadores suizos, en los que exhortaba a Irán a no responder con tal fuerza que Trump se sintiera obligado a ir aún más lejos. Luego de la respuesta de Irán -dieciséis misiles dirigidos a bases que alojaban soldados estadounidenses y que no causaron ningún herido, en una demostración relativamente inofensiva de fuerza- un mensaje llegó a través de los suizos: no habría más represalias, por ahora. El mensaje, remitido a Washington a los cinco minutos de ser recibido, convenció al presidente de cesar la escalada.

Cuando la semana culminó sin la guerra que muchos temían, Trump se jactó de haber eliminado a un enemigo de Estados Unidos. Sin embargo, la contienda entre ambas naciones no ha terminado. Irán podría cobrar venganza de otras maneras. Los líderes de Irak podrían expulsar a las fuerzas estadounidenses de su país, por lo que, con su muerte, Soleimani conseguiría lo que intentó y nunca logró en vida. Y en la confusión, un avión ucraniano de pasajeros fue derribado por un misil iraní, lo que dejó a 176 personas muertas.

El incidente le ofreció un breve motivo de celebración a los aliados de Trump, además de distraer la atención del inminente juicio en el Senado estadounidense por el proceso de destitución al presidente. Sin embargo, Trump enfrenta cuestionamientos, incluso entre sus colegas republicanos, sobre las distintas justificaciones que tanto él como su equipo de seguridad nacional han ofrecido para el ataque. El secretario de Estado, Mike Pompeo, sostuvo inicialmente que había sido necesario anticiparse a un ataque “inminente”, afirmación que el mandatario de Estados Unidos amplificó al decir que cuatro embajadas estadounidenses habían sido marcadas como objetivos.

Sin embargo, funcionarios del gobierno afirmaron que no sabían realmente cuándo o dónde podría ocurrir este ataque y un funcionario del Departamento de Estado dijo que era “un error” usar la palabra “inminente”. Además, algunos comandantes del alto mando militar se sorprendieron de que Trump eligiera lo que ellos consideraban una opción radical con consecuencias imprevisibles.

Este recuento -sustentado en entrevistas con decenas de funcionarios del gobierno de Trump, oficiales militares, diplomáticos y analistas de inteligencia de Estados Unidos, así como de Europa y Medio Oriente- ofrece nuevos detalles sobre los que podrían ser los siete días más trascendentales de la presidencia de Trump.

La confrontación quizá haya empezado por accidente. Durante años, Irán ha promovido fuerzas asociadas en Irak, buscando competir con la influencia de las tropas estadounidenses que llegaron durante la invasión de 2003. A partir de finales del año pasado, las milicias apoyadas por Irán comenzaron a lanzar misiles a las bases iraquíes que alojaban a soldados estadounidenses, medida que causó tensión más que provocar verdadero daño.

Así que cuando algunos cohetes impactaron la base militar K1 cerca de Kirkuc el 27 de diciembre y ocasionaron la muerte de Nawres Waleed Hamid, un contratista civil estadounidense, además de dejar muchos otros heridos, la única sorpresa fueron las bajas. Hezbolá, el grupo paramilitar apoyado por Irán responsabilizado por la agresión, había realizado el mes anterior al menos otros cinco ataques con cohete a bases con estadounidenses sin resultados letales.

Los funcionarios de inteligencia de Estados Unidos que vigilaban las comunicaciones entre Hezbolá y la Guardia de Soleimani descubrieron que los iraníes querían mantener la presión sobre los estadounidenses, pero no tenían previsto escalar el conflicto de baja intensidad. Según funcionarios estadounidenses, los misiles cayeron en un lugar y en un momento en el que el personal iraquí y estadounidense normalmente no estaba allí, por lo que la muerte de Hamid fue una cuestión de mala suerte.

Pero eso no les importó a Trump y su equipo. Había muerto un estadounidense, así que el presidente, que en junio canceló un ataque de represalia a diez minutos de suceder y que normalmente se ha abstenido de aplicar acciones militares en respuesta a las provocaciones de Irán, ahora debía tomar una decisión.

Sus asesores le dijeron que Irán quizá había malinterpretado su renuencia a usar la fuerza como una señal de debilidad. Para restablecer el poder de disuasión, Trump debía autorizar una respuesta contundente. Dos días después, el presidente accedió a atacar cinco lugares en Irak y Siria, lo que causó la muerte de 25 miembros de Kataeb Hezbolá y dejó heridos a unos cincuenta más.

Dos días después, el 31 de diciembre, manifestantes pro-Irán apoyados por muchos miembros de la misma milicia, respondieron con la irrupción en las instalaciones de la embajada estadounidense en Bagdad y provocaron incendios. Preocupados por la posibilidad de que se repitiera una situación como la toma de la embajada en Irán en 1979 o el ataque de 2012 en un puesto diplomático en Bengasi, Libia, Trump y su equipo ordenaron la movilización rápida de más de cien marines de Kuwait a Bagdad.

Los marines recibieron poca información sobre su misión o la situación en el terreno. Todo lo que sabían mientras cargaban sus armas con municiones era que se les había enviado a proteger la embajada con una orden clara: si los manifestantes ingresaban al complejo había que matarlos.

Algunos marines hicieron chistes sobre Rules of Engagement, la película en la que Samuel L. Jackson interpreta a un comandante cuya unidad dispara contra una muchedumbre de manifestantes en una embajada, lo que desencadena un incidente internacional y una corte marcial. Pero cuando los marines llegaron a Bagdad no tuvieron que abrir fuego. Usaron armas no letales como gas lacrimógeno para dispersar a los manifestantes y el asedio terminó sin derramar sangre.

Aun así, Trump siguió mostrándose inquieto y listo para autorizar una respuesta más firme. El mismo 31 de diciembre, cuando apenas habían arrancado las protestas, empezó a circular un documento secreto firmado por Robert O’Brien, asesor de seguridad nacional, en el cual enumera blancos potenciales, incluyendo una planta de energía iraní y un barco de comando y control usado por la Guardia para dirigir pequeñas naves que asedian buques petroleros en las aguas alrededor de Irán. Durante meses, el barco había sido una molestia permanente para los estadounidenses, en especial tras una serie de ataques encubiertos a buques petroleros.

El documento también presentaba una opción más provocadora: marcar funcionarios iraníes específicos como blancos de un ataque militar. De acuerdo con funcionarios que vieron el documento, uno de los blancos mencionados era Abdul Reza Shahlai, un comandante iraní en Yemen que ayudó a financiar grupos armados en la región.

Otro de los nombres en la lista era el del general Soleimani.

Soleimani no era para nada un nombre conocido en Estados Unidos, pero los funcionarios estadounidenses lo consideraban responsable de más inestabilidad y muertes en Medio Oriente que casi cualquier otra persona.

En su calidad de líder de la Fuerza Quds, Soleimani era, de hecho, el segundo hombre más poderoso en Irán y estaba involucrado en la gestión de guerras “por poderes” en Irak, Siria, Líbano y Yemen, incluyendo una operación de bombas camineras y otros ataques que asesinaron a alrededor de 600 soldados estadounidenses durante el apogeo de la guerra de Irak.

A los 62 años, con un rostro delgado, cabello entrecano y barba recortada, Soleimani era conocido por viajar sin chaleco antibalas ni protección personal y colaborar con algunas de las figuras más despiadadas en la región; compartía almuerzos con los combatientes y les decía que cuidaran de sus madres, de acuerdo con un comandante de campo de Hezbolá que lo conoció en Siria.

Después de décadas de trabajar en las sombras, Soleimani había emergido en años recientes, después de la Primavera Árabe y la guerra contra el Estado Islámico, como la figura pública más asociada con el objetivo de Irán de lograr el dominio regional. Comenzaron a circular fotografías suyas en las que aparecía en visitas al frente de combate en Irak y en Siria, durante una reunión en Teherán con el líder supremo de Irán y sentado con el líder de Hezbolá, Hasán Nasrala, en Líbano. Cuando el presidente sirio, Bashar Al Asad, visitó Teherán el año pasado, fue Soleimani quien le dio la bienvenida.

Para finales de 2019, Soleimani podía presumir numerosos logros iraníes: Al Asad, un aliado iraní de mucho tiempo, había asegurado su posición en el poder en Damasco, la capital siria, tras ganar una guerra civil sangrienta, librada en diversos frentes y durante varios años, y la Fuerza Quds tenía una presencia permanente en la frontera de Israel. Además, el Estado Islámico había sido derrotado en Siria e Irak -en parte gracias a fuerzas terrestres que él había supervisado-, un área en la que él y Estados Unidos compartían intereses.

Según funcionarios, durante los últimos dieciocho meses habían hablado de la posibilidad de atacar a Soleimani. Como suponían que sería demasiado difícil atacarlo en Irán, se consideró la posibilidad de ir por él en una de sus visitas frecuentes a Siria o Irak. Así que se cultivó a agentes en siete entidades distintas para que vigilaran sus movimientos: el ejército sirio, la fuerza Quds en Damasco, Hezbolá en Damasco, los aeropuertos de Bagdad y Damasco y en Irak en el Kataeb Hezbolá y en las Fuerzas de Movilización Popular.

Cuando la tensión con Irán alcanzó su punto más álgido en mayo, debido al ataque a cuatro buques cisterna petroleros, John Bolton, quien era entonces asesor de seguridad nacional del presidente Trump, solicitó a las fuerzas armadas y a las agencias de inteligencia que estudiaran nuevas opciones para desalentar la agresión de parte de Irán. Entre las opciones presentadas estaba matar a Soleimani y a otros líderes de la Guardia Revolucionaria. A partir ese momento, las labores para rastrear los viajes de Soleimani se volvieron más intensas.

Para septiembre, el Comando Central de Estados Unidos y el Comando Conjunto de Operaciones Especiales fueron incorporados al proceso de planear una posible operación. Se discutieron alternativas en Siria e Iraq. Siria parecía más complicado por dos motivos: porque el ejército estadounidense tenía ahí menos libertad de movimiento y porque Soleimani pasaba la mayor parte de su tiempo entre oficiales de Hezbolá y no se quería involucrarlos en la operación y arriesgar una nueva guerra con Israel.

Los agentes reclutados en Siria e Irak comenzaron a presentar informes sobre los movimientos de Soleimani, de acuerdo con un funcionario involucrado. La vigilancia reveló que volaba en distintas aerolíneas y que a veces se le compraban billetes en más de una compañía para confundir a sus enemigos. Llegaba al avión en el último momento posible y se sentaba en la primera fila de la clase de negocios de tal manera que pudiera bajar del avión antes que nadie.

Soleimani partió en su último viaje el día de Año Nuevo, voló a Damasco y después continuó en auto a Líbano para reunirse con Nasrala, el líder de Hezbolá, antes de regresar a Damasco esa tarde. Nasrala afirmó en un discurso posterior que durante esa reunión le había advertido a Soleimani que los medios informativos de Estados Unidos se estaban enfocando en él y publicaban su fotografía.

“Esta fue la preparación mediática y política para su asesinato”, dijo Nasrala.

No obstante, recuerda que Soleimani se rio, dijo que esperaba morir como un mártir y le pidió a Nasrala que rezara porque así fuera.

Ese mismo día, en los cuarteles de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) en Langley, Virginia, la directora de esa agencia, Gina Haspel, trabajaba para cumplir con esa plegaria.

Haspel recibió información que indicaba que Soleimani se preparaba para trasladarse de Siria a Irak. Algunos funcionarios le dijeron que había inteligencia adicional de que trabajaba en un ataque a gran escala con la intención de sacar a las fuerzas estadounidenses de Medio Oriente.

No existía una sola pieza definitiva de inteligencia. Más bien, según los funcionarios, los agentes de la CIA se refirieron al “efecto mosaico”: fragmentos múltiples de información que juntos indicaban que Soleimani estaba organizando fuerzas de poder en la región, incluyendo en Líbano, Yemen e Irak, para atacar embajadas y bases estadounidenses. Varios funcionarios dijeron que no tenían suficiente información concreta para describir la amenaza como “inminente”, a pesar de la afirmación de Pompeo, pero sí que vieron un patrón preocupante.

Aunque más tarde Pompeo aseguró que un ataque así podía matar a “cientos”, otros funcionarios dijeron que no había información específica de inteligencia que sugiriera tal riesgo. A lo largo de los años la mayoría de los complejos estadounidenses en la región se han ido fortificando, lo que hace que tal cantidad de bajas sea poco probable. En ningún momento de las últimas dos décadas, incluso durante el peor momento de la guerra en Irak, ha habido fuerzas hostiles capaces de lograr un ataque tan letal de manera simultánea contra un blanco estadounidense.

Sin embargo, Haspel estaba convencida de que había evidencia de que se aproximaba un ataque y defendió que las consecuencias de no atacar a Soleimani eran más peligrosas que esperar, de acuerdo con funcionarios. Mientras otros se preocupaban por las represalias, ella aseguró a sus colegas que la respuesta de Irán sería mesurada. De hecho, predijo que la respuesta más probable sería un ataque fallido de misiles de Irán en bases iraquís donde hubiera tropas estadounidenses.

Había poca oposición para asesinar a Soleimani entre los asesores sénior de Trump, pero algunos funcionarios del Pentágono estaban asombrados de que el presidente eligiera la que ellos consideraban la opción más extrema, y a algunos funcionarios de inteligencia les preocupaba que no se hubieran analizado a fondo las posibles ramificaciones a largo plazo, en particular si la acción en territorio iraquí motivaba a Irak a expulsar a las fuerzas de Estados Unidos.

“Todo esto me parece al azar”, dijo Marc Polymeropoulos, un exmiembro de alto rango de la CIA que se retiró el año pasado.

El gobierno de Trump ha dicho que Soleimani se dirigía a Bagdad para continuar con la coordinación de un plan de ataque, pero hay distintas teorías en torno al propósito de su viaje a Irak.

El general Soleimani hace mucho que ha sido un agente de poder en la política iraquí y dos políticos de ese país con vínculos en Irán dijeron que se dirigía a Bagdad para ayudar a destrabar el remplazo del primer ministro después del colapso del gobierno en noviembre, durante las protestas anti Irán.

Pero el primer ministro encargado, Adel Abdul Mahdi, aún en funciones mientras se forma el nuevo gobierno, le dijo al parlamento después del ataque que Soleimani tenía otro propósito: traer la respuesta iraní a la oferta saudí de reducir las tensiones. El conflicto entre Irán y Arabia Saudita se había estado calentando. Después de que las fuerzas iraníes fueron culpadas por el ataque a dos sitios petroleros saudíes en septiembre y la negativa de Trump de responder militarmente, los funcionarios saudíes temían estar vulnerables y habían abierto un canal alterno de comunicación.

En su discurso ante el parlamento, Abdul Mahdi dijo que había planeado reunirse con el general Soleimani horas después de su llegada a Bagdad.

Un funcionario saudí dijo que desconocía que Soleimani llevara algún mensaje y algunos analistas dudan de la versión de Abdul Mahdi. “Eso es risible”, dijo Mohamed Alyahya, editor jefe de Al Arabiya English, un sitio de noticias en Arabia Saudita. “¿De pronto, un día antes de morir, este hombre es un extraordinario diplomático?”.

Otra teoría, propuesta por un funcionario de inteligencia involucrado en la operación, afirma que Soleimani visitaba Irak para hacer que su milicia chiita reprimiera por la fuerza las protestas contra Irán. Esperaba instaurar un nuevo gobierno hostil a Estados Unidos que incluso expulsara a las fuerzas estadounidenses del país.

Cualesquiera que haya sido su objetivo, Soleimani murió entre fierros retorcidos en el aeropuerto de Bagdad. En total, diez personas fueron asesinadas: Soleimani, al-Muhandis y sus asistentes. Al-Muhandis había ayudado a fundar Hezbolá, la milicia a la que se responsabiliza por el ataque con cohete del 27 de diciembre que mató al contratista estadounidense.

Pero otro comandante iraní escapó. La misma noche de la muerte de Soleimani, las fuerzas estadounidenses intentaron eliminar a Shahlai el comandante de la Fuerza Quds en Yemen que menciona el memorándum de O’Brien. Pero el ataque fracasó debido a un problema de inteligencia.

Irán se preparó para más. “Había un estado de movilización para aprestarse en caso de que este fuera el primer paso de un plan más amplio”, dijo Mohamed Obeid, un activista libanés con lazos al “eje de resistencia” de Irán en la región. “Pudo haber habido otros pasos que estadounidenses o israelíes tomaran para ampliar el círculo de confrontación”.

Trump planeaba jugar golf la mañana del 4 de enero pero sus asesores concluyeron que eso mandaría una señal equivocada dado que la muerte del general Soleimani había despertado descontento en todo Medio Oriente, lo que podía alentar un mayor conflicto con Irán.

Inicialmente el presidente estadounidense se mostró optimista y con la expectativa de que se aplaudiera la operación, como había sucedido con la incursión de octubre que mató a Abu Bakr al-Baghdadi, líder del Estado Islámico. De hecho, en su primera declaración a la prensa sobre la misión el viernes, Trump empezó describiendo a Soleimani como el “terrorista número uno en el mundo”, de manera muy similar al modo en que había iniciado sus declaraciones sobre al-Baghdadi meses antes.

Pero al ver la televisión durante el fin de semana, el presidente estadounidense se molestó de que sus críticos lo acusaran de elevar el conflicto de manera temeraria. Buscó la validación de los invitados en sus clubes de Florida, relatando detalles de las protestas de la embajada de Bagdad y escuchando elogios a su decisión. Les dijo a algunos asociados que quería preservar el apoyo de los republicanos de línea dura (usualmente llamados “halcones”) en el Senado en el próximo juicio político y nombró al senador Tom Cotton de Arkansas como ejemplo, a pesar de que no habían hablado sobre Irán desde antes de Navidad.

Aunque Trump había alertado del ataque a otro político de línea dura, el senador Lindsey Graham, republicano de Carolina del Sur, quien estaba de visita en Florida, su gobierno no advirtió por adelantado a sus aliados europeos o socios del golfo Pérsico. El único líder extranjero que parecía haber sabido lo que iba a suceder fue el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, quien había hablado con Pompeo antes del ataque y luego hizo una declaración críptica en público horas antes de que ocurriera.

“Sabemos que nuestra región es tormentosa; suceden cosas muy dramáticas “, dijo Netanyahu a los periodistas en la pista a Tel Aviv antes de partir para Atenas. Luego ofreció apoyo a Estados Unidos “y a su pleno derecho a defenderse a sí mismo y a sus ciudadanos”.

Más tarde, los líderes israelíes estuvieron complacidos con la muerte del general Soleimani, uno de sus enemigos más mortales, pero permanecieron en silencio para no provocar represalias, incluso cuando se revisaron los suministros de refugio y se cerró brevemente una estación de esquí cerca de la frontera siria.

Sin embargo, algunos pensaron que si Hezbolá atacara a Israel en nombre de Irán, sería mejor que esa batalla sucediera en el momento. “Este campo cree que habrá un choque de todos modos y que el mejor momento es antes de las elecciones estadounidenses, y que Israel puede perder a este presidente en la Casa Blanca”, dijo Ofer Zalzberg, analista del International Crisis Group.

En Riad, el príncipe heredero saudita, Mohamed bin Salmán, estaba inquieto. A pesar de su enfoque agresivo hacia Irán, recientemente ha estado aceptando los ofrecimientos de mediación de paquistaníes, omaníes, iraquíes y otros. Inmediatamente envió a su hermano menor, el príncipe Khalid bin Salmán, viceministro de Defensa, en una misión de emergencia a la Casa Blanca.

El príncipe Khalid quedó complacido con lo que le haya dicho Trump y le dijo después a los diplomáticos que la familia real estaba complacida porque el presidente le había dado un golpe grande a Irán y aliviada de que no parecía inclinado a escalar más el conflicto.

Pero otros no estaban tan seguros. Trump lanzó amenazas belicosas de destruir a Irán si ejercían represalias, incluidos sus tesoros culturales -en violación a la ley internacional-, lo que hizo estallar la indignación mundial y obligó a su propio secretario de Defensa a desmentir de manera pública la amenaza, pues dijo que sería un crimen de guerra.

Trump, en gran medida, estaba solo en el escenario global. Ninguna potencia europea importante expresó su apoyo al ataque con dron, a pesar de que los líderes estuvieron de acuerdo en que Soleimani tenía las manos manchadas de sangre. Como lo dijo Le Monde, el diario francés, la desavenencia era señal de “una nueva etapa en el divorcio transatlántico en torno a Medio Oriente”.

El retiro de Trump del acuerdo nuclear de 2015 con Irán ha sido un importante punto de controversia. Los líderes europeos resintieron de manera profunda la retirada unilateral, al considerarla como un error grave que disparó un ciclo de sanciones y recriminaciones que llevaron a esta confrontación de siete días y ahora al reinicio del programa nuclear iraní.

Cuando Pompeo llamó por teléfono a sus homólogos europeos después de la huelga, expresaron preocupación. En una llamada de 15 minutos, el ministro alemán de Relaciones Exteriores, Heiko Maas, dijo que el asesinato no había hecho más fácil la estabilización de la región. Pompeo respondió que la situación ahora era más estable.

Tanto los franceses como los japoneses se ofrecieron a servir como mediadores, pero eso solo molestó a Trump, a quien no le gustan los intermediarios. Así que los europeos se centraron en evitar que Teherán reaccionara de forma exagerada.

Un alto diplomático alemán envió un mensaje de texto a su homólogo iraní pidiendo calma. Recibió un mensaje escueto, aunque cortés. En una serie de llamadas telefónicas, los funcionarios europeos intentaron dar a los iraníes la sensación de que no eran ellos contra el resto del mundo, sino que, de hecho, había un público global más allá de Estados Unidos, según un diplomático europeo.

El presidente francés, Emmanuel Macron, tuvo un papel activo y se comunicó con ambos bandos. “La especificidad de Macron es que no aprueba, pero tampoco condena”, dijo Michel Duclos, exembajador de Francia en Siria.

Macron habló con Trump el domingo 5 de enero y enfatizó la necesidad de aliviar la tensión. Trump sugirió que todavía estaba abierto a la diplomacia. Todo lo que los iraníes tenían que hacer era acudir a él y podían llegar a un acuerdo, dijo Trump, según un alto funcionario francés.

Dos días después, Macron habló con el presidente Rouhani de Irán y le recordó que había “perdido la oportunidad en septiembre” de hablar directamente con Trump en una llamada telefónica que Macron intentó organizar en el marco de la asamblea anual de las Naciones Unidas.

La canciller alemana, Angela Merkel, también habló con Trump y expresó su preocupación por la estabilidad de Irak si las tropas aliadas se retiraban. Si Estados Unidos se quedaba, dijo, Alemania también lo haría. Trump bromeó diciendo que Alemania era bienvenida para liderar la fuerza internacional y remplazar a los estadounidenses. Merkel se rio.

El país europeo más importante en estos siete días resultó ser Suiza, que ha fungido como intermediario entre Estados Unidos e Irán desde que rompieron relaciones diplomáticas en 1980.

Horas después del ataque, Markus Leitner, el embajador suizo en Teherán, se dirigió al Ministerio de Asuntos Exteriores iraní, de acuerdo con un analista suizo. Los estadounidenses habían enviado una carta a los iraníes a través de los suizos para advertirles contra cualquier represalia por el ataque con el dron que pudiera incitar una mayor acción militar de parte de Trump.

Los estadounidenses “dijeron: ‘Si desean vengarse, cobren venganza en proporción a lo que hicimos”, dijo a la televisión estatal iraní Ali Fadavi, vicecomandante de la Guardia Revolucionaria.

Lo que no sabían los iraníes es que Trump había acordado atacar los otros sitios originalmente considerados -la instalación de gas y petróleo y la embarcación de comando y control- como parte de cualquier represalia que pudiera ser necesaria si Irán respondía al ataque con dron.

El 7 de enero, el Centro de Misiles Especiales y Astronáutica de Defensa, parte de la Agencia de Seguridad Nacional, obtuvo múltiples fragmentos de información, incluyendo imágenes aéreas y comunicación interceptada, para concluir que un ataque con misil iraní en bases iraquíes era inminente, dijeron funcionarios. El centro envió la alerta a la Casa Blanca.

El vicepresidente estadounidense, Mike Pence, y O’Brien se dirigieron de inmediato a la Sala de Situaciones de Emergencia en el sótano, posteriormente se les unieron el presidente y Pompeo. En el Pentágono, el secretario de Defensa, Mark Esper, y todos los integrantes del Estado Mayor Conjunto, encabezado por su presidente, el general Mark Milley, se reunieron en una sala de conferencias en el tercer piso y analizaron cómo mover tropas y familias en la región a ubicaciones más seguras.

Poco después de las 17:30, una voz casi robótica se escuchó en el altavoz de la Sala de Situaciones de Emergencia. “Señor, tenemos órdenes de un lanzamiento a las 22:30, tiempo Zulu, desde el oeste de Irán en dirección a Irak, Siria y Jordania”. Los reportes comenzaron a llegar más rápido. Los misiles fueron escalonados, pero la mayoría impactaron hacia la base aérea Al Asad en Irak, hogar de dos mil efectivos del ejército de Estados Unidos.

El bombardeo terminó después de una hora, pero los comandantes de la base ordenaron a los soldados que permanecieran bajo resguardo por si se lanzaban más misiles. Cerca de las 7:30, alrededor de una hora después de que los ataques concluyeron, Esper y Milley se dirigieron a la Casa Blanca para reunirse con Trump.

Los misiles dañaron un helicóptero, algunas carpas y otras estructuras, pero, gracias a la alerta anticipada, no causaron bajas. Además, otro mensaje llegó mediante los suizos: Eso era todo. Esa era la venganza de Irán.

Los estadounidenses estaban sorprendidos por la velocidad de la comunicación, que se entregó a Trump y Pompeo cinco minutos después de que los suizos la recibieron de Irán.

Esper, un veterano de la guerra del Golfo de 1991, aconsejó cautela: “Vamos a quedarnos en calma”, dijo. “La pelota está en nuestra cancha. No hay prisa por hacer algo. Vamos a dormir”.

Para cuando Trump se retiró a la residencia en la noche, dicen los asesores, estaba aliviado de que no hubiera bajas y entusiasmado de apartarse del camino hacia un conflicto mayor. Publicó un tuit: “¡Todo está bien!”.

A la mañana siguiente, Trump dirigió un mensaje a la nación desde la Casa Blanca, y aunque criticó duramente la “campaña de terror” de Irán, aclaró que no habría más represalias de parte de Estados Unidos.

“Irán parece cesar operaciones”, dijo, y agregó que estaba “listo para aceptar la paz con todo aquel que la busque”.

Tras la crisis inmediata, Trump envió a altos funcionarios a informar al congreso, pero las sesiones a puerta cerrada, en una instalación segura donde los legisladores tuvieron que entregar sus teléfonos, hicieron poco para calmar las preocupaciones sobre la justificación del ataque con aviones no tripulados.

En la sesión informativa de la Cámara, Pompeo ofreció una breve introducción seguida de present