Victoria sin paliza
Henrique Capriles, escribía a través de twitter al finalizar la jornada electoral en Venezuela «¡Sigo recibiendo resultados de todo el país! Cómo cambiaron las cosas con el 7 de Octubre! Que viva el Bravo Pueblo Venezolano!»
Al respecto, recogemos una publicación de la BBC que recordó el vaticinio de Maduro: había pronosticado una victoria por paliza. ¿Paliza?
BBC.- “Tenemos un triunfo electoral justo, legal, constitucional”, dijo el vencedor ante la multitud que coreaba “no volverán”, una consigna habitual del chavismo.
“El gigante de esta patria, Hugo Chávez, sigue invicto”, exclamó Maduro. Sin embargo, no se cumplió su vaticinio: había pronosticado una victoria por paliza. Lejos quedó el excanciller de los once puntos que le sacó Hugo Chávez a Capriles en octubre del año pasado.
Decían los encuestadores que Maduro perdía ventaja cada día; los caprilistas, que cada vez que el presidente encargado hablaba perdía 200 votos, y las malas lenguas que en una campaña de tres meses como la del año pasado hubiera terminado tercero.
Partía, según los sondeos, con una enorme diferencia en intención de voto.
Por un margen muy corto, pero ganó, no obstante, presentándose como el “hijo de Chávez”, con el difunto presidente presente en carteles y camisetas, con su voz cantando o su imagen en videos, y, sobre todo, su nombre constante en boca de Maduro.
Y eso, pese a que la campaña estuvo marcada por las ocurrencias del candidato oficialista, como aquella de que Chávez se le apareció en forma de pajarito, eso de que dejaría de silbar porque no le caía bien a sus partidarios, o que le caería una maldición al pueblo si él no ganaba.
Ruta complicada
Antes de conocerse el resultado del domingo, parecía que el gran reto que iba a tener Maduro eran las dificultades económicas que pasará el país si se cumplen las previsiones de los más pesimistas.
Se encontrará con unas cuentas públicas sometidas a una enorme presión -hasta tal punto que recientemente tuvieron que devaluar la moneda-, con problemas de altísima inflación, desabastecimiento e interrupciones crónicas de servicios básicos como la electricidad.
Maduro, además de los proyectos que directamente aprobó durante los actos de campaña, prometió hospitales, grandes recintos deportivos en Caracas e infraestructura de todo tipo por el país.
También se comprometió a enfrentar la inseguridad, impulsar la producción y a tres subidas salariales que terminarán con un alza del 45% en el salario mínimo hasta los US$325.
Pero quien se presentó como el garante de la continuidad de las políticas sociales emprendidas por Hugo Chávez, esas que han servido para reducir los índices de pobreza y desigualdad, probablemente no tendrá mucho margen para emprender ajustes.
Menos aun cuando el crédito obtenido en las urnas fue tan ajustado. Eso, junto a la comparación constante con Chávez, puede llevar a pensar que el autobús que le ha tocado conducir a Maduro, el del chavismo sin Chávez, se dispone a atravesar una carretera llena de baches.