En los incendios de agosto de 2019 y en los noviembre de 2023 se han quemado alrededor de 7 millones de hectáreas de bosque que han quedado desmanteladas e indefensas a la colonización, los monocultivos, el tráfico de tierras, la devastación de la minería ilegal y ante los cultivos de coca que conllevan, en conjunto, la destrucción acelerada del suelo fértil. Además, los incendios han devorado millones de animales, especies muchas, en peligro de extinción.
En los incendios del Bosque Seco Chiquitano de agosto de 2019 en Santa Cruz, el fuego tomó parte de los parques nacionales Noel Kempff, San Matía, Kaa Iya, Otuquissus. Alarmada la gente de santa Cruz se volcó a las calles para protestar por la destrucción de sus reservas naturales; un movimiento activista de millones de personas; los jóvenes se volvieron reservistas de un día al otro; un ejército de gente se alistó para recolectar vituallas, alimentos, vivires atendiendo la emergencia a las poblaciones afectadas, sus animales que morían, contabilizando millones. Ese atentado contra la naturaleza para ampliar la frontera agrícola arrasó 4.2 millones de hectáreas de pastizales, bosque húmedo y seco, una destrucción como no se había visto antes.
Entonces, Santa Cruz presentaba otro aspecto que el habitual de aires frescos y lindos atardeceres al que trasformó una densa humareda que hizo temer lo peor. ¡Que el bosque verdaderamente ardía! “Santa Cruz es otra (decía un reportaje de dat0s de agosto de 2019). Se huele a quemado y el cielo parece ocultar las lluvias que anhelan todos para ayudar a mitigar la intensidad del fuego que avanza en primera línea con vientos fuertes impiadosos, consumen todo”.
Un cuadro tan similar al que se vive hoy sería indescriptible; las mismas circunstancias en torno a un crimen que se repite. Ahora, con incendios en extensas zonas de bosque del norte de La Paz y en el departamento del Beni, que incluye la reserva del Parque Nacional Madidi que alberga especies de flora y fauna únicas en el planeta. La cuenca de sus ríos y lagos son destruidos; sus habitantes han clamado auxilio que no llega. Pero a diferencia de 2019, en este inhóspito 2023 las brigadas de reservistas contra el fuego han desaparecido.
Todos lamentan desde las ventanas de sus casas del humo que impide salir del calor que parece arrastrar incorporado una estufa de aire caliente.
Estamos en noviembre 2023, han pasado cuatro años. Esta tarde de tanto humo no se puede ver a 10 metros de distancia. Estamos en Guanay una población del norte paceño que hace una quasi frontera con la reserva del Parque Nacional Madidi, al norte de La Paz, una zona rica en yacimientos de oro que se explota en condiciones de destrucción increíbles.
“Temprano, despierta una detonación de dinamita que ha sido arrojada de un campamento de ciudadanos chinos que se encuentra más arriba”, describe un explorador de oro que explota el mineral en los márgenes del rio Coroico, que desembocará en el río Beni unos cientos de kilómetros rio abajo. Los peces pasan flotando muertos pocas horas más, menos, igual da. No importa.
Guanay es una población a casi 10 horas de La Paz, que tiene una población de alrededor 70.000 habitantes que viven principalmente del comercio del oro y la venta de insumos para la minería, de los cuales muchos negocios son manejados por extranjeros. Las fiestas en Guanay son conocidas en las comunidades vecinas, en la última, despilfarraron 600 mil dólares en grupos de música colombianos y brasileños. Una fuente del pueblo que no quiere revelar su nombre por razones obvias cuenta que “tres días se cerraron los negocios para bailar, comer y tomar”.
El mismo vecino relata que “por las noches hay grupos que se trasladan a la parte alta del bosque con turriles inflamados de diésel, arrojarlos desde ahí, están destrozando todo, todo arde dejando una estela de fuego”. Un transportista que hace servicio de pasajeros entre Guanay y Caranavi, dice que las dos horas de viaje entre las dos poblaciones, una línea de fuego lo sigue sin parar.
Aterrados por el descontrol del fuego a dos horas de viaje y después de atravesar el caudaloso rio Beni, los pobladores de Rurrenabaque andan desesperados de un lado a otro buscando en las puertas de la Alcaldía la ayuda que debe llegar para evitar que el fuego ingrese al pueblo.
El experto Miguel Ángel Crespo, director de Probioma, ha señalado que tres factores van de la mano en los incendios forestales. “El modelo extractivista en primer lugar asociado al cambio del uso de suelos para introducir monocultivos y la ganadería”. Afirma Crespo que el drama se inició en 2015 con la aprobación de leyes que respaldaron los acuerdos de la Cumbre Sembrando Bolivia que dispuso ampliar la frontera agrícola a 10 millones de hectáreas hasta el 2025 para garantizar la seguridad y soberanía alimentaria. Recuerda, sin embargo, que “en 2022 Bolivia importó alimentos por un valor de US$ 680 millones”. Y, por último, dice el experto, “el tráfico de tierras, que se ha convertido en un negocio en el que los bosques son deforestados para habilitar tierras para su venta, alquiler y enajenación”.
Como en todo hay el componente humano. En el oriente hay certificación de que se trata de grupos afiliados a las organizaciones sociales las que se hacen llamar “interculturales”. Hay denuncias documentadas que bajo ese denominativo se esconde la presencia armada de grupos irregulares en los avasallamientos recurrentes en la provincia Guarayos de Santa Cruz.
“Este panorama ha hecho que Bolivia se encuentre en un proceso de desertificación de suelos acelerado”, dice Crespo. Hasta 2021, según el Plan de Estrategia Nacional “Neutralidad en la Degradación de las Tierras”, la FAO menciona que un 35% de los suelos agrícolas de Bolivia se encuentran degradados, y más del 60 % de la población boliviana vive y produce en ese entorno de degradación.
“Estamos perdiendo una batalla, viendo amenazada nuestra biodiversidad”, sostuvo en 2019 Adolfo Lino, documentalista que organizó desde sus oficinas en Santa Cruz un ejército de activistas jóvenes que se convirtieron en la principal columna de resistencia para combatir los incendios. Una columna que en 2023 ya no acude a sus oficinas. Simplemente ha desaparecido.