El rocambolesco viaje de Evo: desde Rusia sin Snowden

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El retorno rocambolesco del Presidente Evo Morales desde Rusia, plagado de incidentes sorprendentes, graves e indignantes, en la medidad que se ha ultrajado su dignidad de Jefe de Estado, violando de manera torpe y flagrante normas elementales del derecho y la convivencia internacional, despiertan reflexiones porque, en contrapartida, son caldo que alimenta sentimientos atávicos y fortalece – nada menos – un esquema de carácter casi teocrático – autocrático, consolidado a la sombra de riquezas que caen como maná del cielo por los altísimos precios de las materias primas, alimentando un discurso liberador, anti colonialista y anti imperial, que retrocede cinco siglos o a la época de la guerra fría.

Esos sentimientos y vientos anacrónicos han hecho carne entre desposeídos y marginados, víctimas del fracaso del sistema liberal que en las últimas décadas forjó una democracia formal, endeble e insensible a las necesidades sociales más elementales, ahondando la desigualdad y, para colmo, sometido a recetas económicas y políticas diseñadas desde los centros de poder hegemónico y dominante. Existen pues razones para que grandes segmentos de la población más pobre adhieran a promesas liberadoras, desconfíen del imperio y culpen a los siglos pasados de haber edificado una República producto del fantasma colonial, incapaz de resolver aspectos primarios de la inserción e integración de sociedades originarias en una vetusta construcción nacional.

Es más, estos grupos encuentran razones adicionales a su desconcierto en las políticas de doble rasero que ejercen los Estados Unidos y países europeos, otrora emblemáticos paladines de los valores de la libertad y democracia, pero que, a raíz de la acción destructiva de grupos terroristas y exaltados y a nombre de la seguridad interna y de sus intereses estratégicos, acabaron por conculcar esas libertades y poner en tela de juicio el concepto elevado de la democracia, lo que condujo a sociedades vitales y orgullosas al miedo, la incertidumbre y la resignación, al punto de aceptar sacrificar su privacidad y libertad individuales.

Paradójicamente, este conjunto de dinámica y transformación se produce en un contexto mundial exento de amenazas reales a la paz y la seguridad, pero que, sin embargo, han determinado que opciones militares y de defensa y esquemas de seguridad y espionaje se impongan sobre las instituciones democráticas y los principios de solidaridad, cooperación y convivencia pacífica, fundamento y piedras angulares del sistema internacional construido luego de la devastadora Segunda Guerra Mundial.

Por ello, a más de 60 años de esa contienda catastrófica y sangrienta, constatamos que Estados Unidos, un país líder en la edificación de ese orden que empieza a deteriorarse, ejercitando las prácticas más condenables y reprochables, como el mantenimiento de cárceles extraterritoriales, la vigilancia a “aliados” y enemigos, así como la aplicación silenciosa e hipócrita de atentados contra las libertades de sus propios ciudadanos y de cualquier otro ciudadano del mundo de quién sospeche que afecta sus intereses vitales.

Todo esto son evidencias, ya que dos ciudadanos del mundo: Julian Assange y Edward Snowden, como pequeños David frente a Goliat, filtraron información sensible y confidencial, revelando que Estados Unidos mantiene una red de vigilancia, información y espionaje mundial al margen de toda norma y principios, lo que les ha valido adquirir una dimensión de íconos del antinorteamericanismo; pero también ser tildados de enemigos, traidores y amenaza para el país del norte. Assange ha escapado precariamente a esa persecución, encontrando asilo en la Embajada del Ecuador en Londres; mientras Snowden, escondido en la zona internacional del aeropuerto de Moscú, se ha convertido en paria apátrida, puesto que Estados Unidos le ha revocado su pasaporte y ha lanzado sobre él una orden internacional de extradicción, aplicando la mayor presión diplomática para evitar de cualquier forma que se consuma el asilo del ex agente.

En este contexto, se realiza el viaje del Presidente a Rusia, donde participa en una reunión sobre temas energéticos y mantiene una entrevista con su homólogo Putin, en la cual definen bases para una futura inversión de Gasprom en Bolivia y la compra de equipamiento para la lucha contra el narcotráfico. Al margen de esta actividad oficial, ante consultas periodísticas, Morales deja entrever en su respuesta “¿por qué no?” que Bolivia examinaría, de hacerse efectiva, la solicitud de asilo para Snowden.

Esa declaración, que no comporta ofrecimiento ni compromiso concretos, ha podido dar origen a la presunción de que Snowden acabaría siendo trasladado como polizonte en el avión del primer mandatario boliviano. Este error de apreciación sólo muestra la “chambonada” de los Estados Unidos, de asumir sin fundamento alguno que la declaración de prensa del Presidente Morales confirmaría que Snowden pudo embarcarse en la aeronave presidencial. Lógica tentadora, pero sin base sustentable, que manifiesta una total y patética ausencia de criterio político de la principal potencia del mundo. Más inquietante aún, resulta que esa elemental conclusión no haya sido verificada por medio de sus “eficientes” y costosos equipos de inteligencia y capacidad tecnológica y, por el contrario, haya activado – sólo sobre la base de la sospecha – la política de seguridad y defensa colectiva (OTAN), a través de acuerdos de defensa, presionando a sus países “aliados” en Europa para cerrar el espacio aéreo a una nave oficial que goza de inmunidad y cuyo plan de vuelo fue consultado y aprobado previamente, vulnerando el Derecho Internacional y las normas más elementales de aeronáutica, dejando entrever que los asuntos sensibles de seguridad y los intereses norteamericanos están por encima de toda regla.

En un acto sin precedentes, Evo Morales fue víctima de una operación internacional arbitraria e injusta en la que están comprometidos varios Gobiernos europeos y que, a la postre, ha convertido a la víctima en héroe y en un paladín de las luchas de los pueblos oprimidos. Frente a estos escenarios, únicamente Austria ha actuado en el marco del decoro y el respeto que debe primar entre países; mientras el Presidente de Francia y el Ministro de Relaciones Exteriores han presentado expresiones tardías de pesar por este incidente. Es, sin duda, una explicación inconfortable que pone de manifiesto el papel secundario desempeñado por un país que pretende ocupar un sitial preferente en la comunidad internacional, por su tradicional promoción de los ideales del respeto a los derechos humano ni querer dañar sus relaciones con Bolivia, argumentando lo injustificable: que la demora en autorizar el sobrevuelo requería verificar “informaciones contradictorias” sobre la presencia de Snowden en la aeronave presidencial.

Son más lamentables las actuaciones de España y Portugal. En particular, resulta ofensiva la apreciación del Presidente Rajoy, quien manifestó muy desafortunadamente que “lo importante es que Snowden no va en ese avión y todo ese debate que se ha producido es un poco artificial”. Asombrosa esta declaración, que no hace mención al gesto inamistoso de interrumpir el vuelo de un Presidente, ni al bochornoso papel de su Embajador en Austria, insinuando “tomar cafecito en el avión”, comportamiento inapropiado en diplomacia, más aún al provenir de un país que se jacta de ser el “puente natural” entre la vieja Europa y los países de habla castellana de América Latina por sus vínculos históricos, y más bien recuerda prácticas coloniales. Sin embargo, su Ministro de Relaciones Exteriores ha declarado que nunca dudaron de que Snowden no estuviera en el avión, ya que creen en la palabra de sus amigos y Bolivia sí es amiga de España. Además, enfatizó que no cerró su espacio aéreo y la escala en Canarias tuvo retraso debido a que la primera autorización caducó por la tardanza en la llegada del avión y se tuvo que tramitar una segunda autorización. Portugal, por su parte, ha eludido cualquier aclaración, expresando de manera muy descortés, aduciendo que el avión no podía aterrizar en su territorio por “motivos técnicos” y que las autoridades bolivianas conocían con antelación de esta situación.

Esta falta de transparencia por parte de los países europeos involucrados, exige se reclame una conducta más respetuosa y la presentación de las disculpas públicas que amerita el caso. Así lo ha demandado la UNASUR a través de una declaración de varios Presidentes, que consideran inadmisible y ofensiva la interrupción y restricciones impuestas al vuelo del mandatario boliviano, acto que, juzgan, puede sentar un peligroso precedente en el derecho internacional, además de respaldar eventuales acciones que podría encaminar Bolivia ante tribunales internacionales para reclamar un desagravio a este hecho injustificable, ilegal y abusivo. En cualquier caso, el diálogo entre las dos regiones queda momentáneamente deteriorado y requerirá que la confianza se restablezca.

Por otro lado, la reunión de UNASUR, de alto valor simbólico, emotivo y principista, también ha dejado entrever los matices con que las partes de este foro político asumen este hecho, mostrando una radiografía de las corrientes ideológicas que separan los gobiernos “progresistas” de los “conservadores”. En todo caso, más allá de la mención tangencial que hace la declaración a las prácticas de espionaje – que en síntesis son el centro y el origen de todo este embrollo – no se dice ni una sola palabra sobre el papel oculto del fantasma imperial, a saber el de los Estados Unidos. Justamente, esta potencia no solo ha lanzado la piedra y escondido la mano, sino también que se las ha lavado, desconectándose del hecho, aduciendo que “las decisiones (de bloquear el paso de Morales) fueron tomadas por países individuales, y deberían preguntar a ellos por qué toman esas decisiones”,

Por último, así como los administradores políticos y los servicios de espionaje de los países hegemónicos y más sofisticados del mundo han actuado con lógica sorprendente y bochornosa por su elemental razonamiento, de igual manera, Bolivia aplica, con grande y entusiasta apoyo de los “movimientos sociales” similar falacia, forzando una causalidad de gran éxito en esta época preelectoral, vendiendo el atractivo concepto que la ofensa causada al Presidente representa una afrenta a la dignidad del pueblo (lo que es inobjetablemente cierto), pero orientándola hacia otra conclusión más conveniente: que Evo Morales resulta ser víctima de su “anti imperialismo”, cuando en realidad toda esta operación multinacional fallida y descordenada estaba dirigida contra el ciudadano Edward Snowden.

Razonamientos elementales, conducen a graves errores. El sentido de la expresión latina quid pro quo se ajusta a cabalidad a este embrollo y señala, de manera figurada, el desorden conceptual que lleva a confundir una situación por otra.