Emergencia global

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Foto: Adolfo Lino

A medida que los glaciares de Groenlandia se derriten, el permafrost de Siberia se convierte en aguanieve, el A Amazonas se quema y el Ártico hierve, el calor récord del verano europeo con temperaturas oscilando los 45° debería servir como recordatorio de la inminencia del cambio climático. El calentamiento del mundo no está a décadas, ya está aquí, y las emisiones de carbono que aceleran el calentamiento siguen aumentando. Es fundamental que Estados Unidos reduzca sus propias emisiones de carbono para ayudar a combatir esta amenaza. Varios políticos demócratas han publicado planes radicales para este fin. Pero la descarbonización de la economía de EEUU no será suficiente para evitar un calentamiento catastrófico, por dos razones. En primer lugar, el resto del mundo ya eclipsó las emisiones de Estados Unidos y la disparidad está aumentando a medida que los países en desarrollo se acercan a los niveles de vida de los países ricos. Más importante aún: gran parte del mundo se está moviendo en la dirección equivocada. Los líderes del G7 se acaban de reunir y concluyen que hay que enviar unos fondos para combatir el fuego de una de las zonas más ricas y únicas del planeta. El drama es que estos recursos son insuficientes para apagar el fuego. Los US$ 20 millones que aprobó la Unión Europea para sofocar los incendios en el bosque amazónico brasileño representan apenas 20 vuelos del avión Supertanker que trabaja en Bolivia sobre el terreno afectado cada uno en promedio a un costo de US$ 1 millón.
Como parte de su idea de desarrollo global conocida como Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda, China está construyendo plantas de carbón en países en desarrollo de todo el mundo. Esto amenaza no solo con aumentar las emisiones, sino que también crea infraestructura en torno a la energía por carbón en estos países, lo que podría atarlos a una dependencia de combustibles fósiles a medida que se industrializan.
Una discusión ausente que se minimiza a medida que los incendios arrasan la selva amazónica a ritmo récord es el papel de las potencias, en este caso Estados Unidos y China, juntas concentran más de la mitad del comercio mundial y son responsables por la emisión de Dióxido de Carbono CO2 que sepulta cualquier posibilidad para arribar a un entendimiento mundial sobre sus desastrosas consecuencias. Aunque los principales líderes mundiales responsabilicen por los incendios a los grandes agricultores aliados al presidente de Brasil y en Bolivia a los colonos que han sido plantados en las tierras bajas sin tener idea del manejo responsable de la tierra y a los grandes agroindustriales privados, las débiles políticas ambientales del bloque de países industrializados, irrumpe en el escenario como uno de los focos que se evita en la discusión. Está muy claro que a nadie en el mundo desarrollado le conviene que países con grandes potencialidades agroindustriales, inunden con productos sus mercados. En Bolivia han surgido las mismas interrogantes. Los incendios en el Bosque Seco Chiquitano en el departamento de Santa Cruz que han arrasado hasta la fecha más de un millón de hectáreas, se producen en un momento crucial sobre todo por las elecciones presidenciales que se celebrarán en octubre. Se critica al actual Gobierno por favorecer al sector agroindustrial y ganadero para extender la frontera agrícola. En plena crisis el Gobierno y representantes de las dos más grandes empresas de ganadería, han bajado la bandera a cuadros para comenzar la exportación de carne a China.
En el caso de la soja, se han aprobado leyes para facilitar la producción transgénica a gran escala, siguiendo un coro que la pedía a gritos. Los grandes empresarios agrícolas y pequeños productores se encontraban en una inusual campaña hace poco menos de dos meses. Habían asegurado que se estaban quedando poco competitivos ante el avance de otros países en la producción de alimentos. Paraguay, Brasil y Argentina han tenido un crecimiento exponencial y los rendimientos de su produccion agrícola ha permitido elevar el PIB en sus países. 
El debate está instalado 
Expertos con los que conversó dat0s han señalado que los incendios que están destruyendo extensiones enormes de bosque en Brasil y el Bosque Seco Chiquitano no pueden ser vistos exclusivamente bajo una óptica de la relación comercial o de dependencia entre el Gobierno y la empresa privada para atender sus interés de producción; las muy en  boga Asociaciones Público Privadas (APP). “El tema es mucho más complejo, se lo debe mirar como un problema mundial que involucra a los países industrializados que son los que más devastan el planeta con la emisión de gases de efecto invernadero; como consecuencia el resultado es el calentamiento global que provoca sequias e inundaciones que han comenzado a trastornar los ciclos vitales de la naturaleza”, revela un referente del Centro de Investigaciones de la Universidad Mayor de San Andrés. El experto señala que este año la sequía en el oriente ha provocado incendios por efecto del fenómeno El Niño y las heladas y el intenso frío registrado en la zona altiplánica por el fenómeno adverso conocido como La Niña, es parte del cambio climático.
Los rumores han viralizado las redes sobre los intereses de los grupos empresariales que estarían detrás de los incendios para ampliar la frontera agrícola muy al estilo de lo que está pasando en Paraguay que en un par de años ha multiplicado su producción agrícola, usando semillas modificadas resistentes a las variables climáticas.
El experto afirma que “Bolivia debe pensar el futuro como una potencia en el desarrollo de alimentos y que se debe juzgar con equilibrio y exactitud para no caer en especulaciones”. Opina que “cualquier plan climático ambicioso e integral debe abordar el aspecto internacional del problema”. La clave: no caer en el estribillo de quién es el culpable en una situación en la que se juegan intereses muy particulares y hasta poco comprensibles para el entendimiento común.
La otra versión Otros especialistas afirman en tanto que “el alarmante aumento de los incendios en la Amazonía se debe en gran parte al avance de la deforestación y no a la temporada seca”
“La devastación de la selva es el motor que propaga a velocidad récord estos incendios que en verdad su mayoría fueron iniciados por los agricultores, que buscan limpiar el área para cultivar”, afirma Paulo Moutinho, investigador del IPAM, organismo de investigación amazónico. 
En medio de este fuego cruzado los gobiernos de Brasil y Bolivia afirman que el incontrolable avance de los incendios se debe “al tiempo seco, el viento y el calor”. Históricamente, (los incendios) están ligados al avance de la deforestación, combinada con períodos de temporada seca intensa. Los taladores de árboles usan el fuego para despejar el suelo después de la deforestación. “No hay fuego natural en el Amazonas. Hay personas que practican la quema, que puede empeorar y encender incendios en la estación seca”.
El investigador del IPAM Paulo Moutinho sostiene que los incendios siempre tuvieron la mano del hombre; el fuego se usa para limpiar las áreas ya deforestadas, para abrir caminos o para preparar la tierra de cultivo. La falta de prevención hace que esos incendios se propaguen a áreas que no se quería quemar y que están más secas. Muchas veces, si no se extinguen con la lluvia, terminan encontrando barreras de vegetación más densa y húmeda y se apagan.
Los equilibrios 
Los árboles del Amazonas son vitales para extraer carbono del aire, por lo que la limpieza de la antigua selva acelerará aún más el cambio climático. Si EEUU simplemente se queda en su rincón del mundo y atiende su propio problema de emisiones, tendrá como máximo un impacto marginal en el progreso del cambio climático. Esta es una crisis global y necesita soluciones globales. Un enfoque es utilizar acuerdos internacionales como el Acuerdo de París, del que EEUU se retiró imprudentemente en 2017. No obstante, la mayoría de los países no logran cumplir sus objetivos de emisiones del Acuerdo de París y además los requisitos son laxos para las naciones en desarrollo, lo que muestra que este enfoque por sí solo es insuficiente.
Hay varias medidas que EEUU puede tomar para alentar a otras naciones a reducir sus emisiones, a medida que recorta las suyas. El paso más obvio es transferir directamente tecnología de energía verde a países menos avanzados. Esto puede hacerse a través de instituciones internacionales como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y con acuerdos bilaterales con países como India. La tecnología más importante es el almacenamiento mejorado de energía, para su uso cuando no se puede generar energía por viento y sol. Un segundo enfoque es subsidiar las exportaciones estadounidenses de tecnología verde y productos bajos en carbono como la energía verde, el almacenamiento, las redes inteligentes, los kits de conversión de edificios y cemento y acero bajos en carbono. 
Esto implicaría ayudar a financiar las compras extranjeras de estos productos. Si las reglas de la Organización Mundial del Comercio prohíben tales subsidios, entonces se debería reescribir las reglas. Esta idea a veces se conoce como plan Marshall verde, y algunos de los actuales candidatos presidenciales la han promocionado. 
Y entre los vecinos suramericanos pesan más los vaivenes de la política para definir asignaturas pendientes en el manejo responsable de la naturaleza. Por ejemplo el presidente de la Argentina Mauricio Macri le ofreció ayuda a Bolsonaro para controlar los incendios en Amazonas.
Y, el de Chile Sebastián Piñera se ha comunicado con el presidente de Bolivia para ofrecerle asistencia en los incendios que afectan al país. Una versión más dramática es pagar a países en desarrollo para que construyan infraestructura de energía verde, como redes de energía flexibles, estaciones de carga de vehículos eléctricos e instalaciones de almacenamiento de energía, incluso si estos productos no se fabrican en EE.UU. Se puede ejecutar a través de los mismos canales por los que países ricos ahora ofrecen asistencia oficial para el desarrollo, o a través del Fondo Verde para el Clima.

Cuánto se ha deforestado en la Amazonia 

El área de la cuenca amazónica (que abarca Brasil y otros países) deforestada equivale al tamaño de Francia. Es más o menos un 20%. Todavía queda un 80% de selva en pie. Todavía estamos a tiempo de evitar un colapso funcional de la selva, pero la solución tiene que ser rápida. Hay que tener en cuenta además que la degradación de la selva no se da solo por la deforestación. También por el efecto del cambio climático, por fenómenos, cada vez más frecuentes, como “El Niño”, que trae mucha sequía a la Amazonía. Fuente: AFP  
Qué consecuencias dejan los incendios 
Se pierde diversidad biológica y la función de la selva, la de abastecer a la atmósfera de nubes para producir lluvia. Pero además la humareda sobre las ciudades de la Amazonía deja graves consecuencias para la salud, con graves problemas respiratorios. Y eso se traduce en daños económicos.
Efectos políticos 
La discusion que abordan los países industrializados es hipócrita ya que siguen siendo responsables de gran parte de la emisión de gases contaminantes. 
Cuánto se calentó el mundo 
En los últimos 130 años el mundo se calentó alrededor de 0,85 grados. Cada una de las tres décadas pasadas ha sido más cálida que la anterior. Así que todo indica que la temporada seca no es ni mucho menos el factor predominante. Si hubiera habido más sequía, habría sido mucho peor.
Infraestructura verde
Esta posibilidad que se desecha y a la que se acude cada cierto tiempo, permitiría a naciones recientemente industrializadas usar y acudir a fuentes de energía libres de carbono. Otra idea, propuesta por el economista Bard Harstad, es que EEUU y otros países ricos compren depósitos de carbón en todo el mundo y lo dejen allí, en el suelo. Esto elevaría el precio del carbón en relación con alternativas más ecológicas y ayudaría a evitar que países en desarrollo construyan su infraestructura alrededor del carbón. Garantizaría que gran parte del combustible fósil del mundo nunca se queme.
Los aranceles al carbono gravarían las emisiones incluidas en las importaciones, desalentando así a otros países a utilizar procesos de producción y energía intensivos en carbono. EEUU podría ir más allá y amenazar con recortes comerciales a países como Brasil, a menos que implementen políticas de conservación más estrictas
Este último paso sería una política dura y extrema. En la mayoría de los casos, no tiene sentido que los países ricos impongan a los pobres sus propios estándares ambientales. Pero el clima es una excepción, porque la deforestación brasileña y la construcción de carbón chino afectan al mundo entero. Además, EEUU no debería castigar a otros países por políticas ambientales imprudentes hasta que implemente su propio programa de reducción de emisiones. Al final, es posible que sean necesarios pasos como este, ya que solo hay una selva tropical amazónica en el mundo.