Impuestos interviene El Diario, decano de la prensa nacional

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Impuestos Internos se ha convertido en la temeraria guillotina que utiliza el Gobierno del MAS para intervenir y acallar al periodismo independiente. Es lo que ha sucedido con El Diario el decano de la prensa nacional con más de 109 años de trayectoria que fue embargado por supuestas deudas impositivas. Los argumentos  son deleznables porque en lugar de garantizar el trabajo intelectual de un medio de comunicación los detentores del poder momentáneo optan por silenciar con el argumento cobarde de que pesan sobre el periódico millonarias deudas impositivas.

Es el arma que a diario utiliza el régimen  en su estrategia de perpetuarse en el poder; sin voces críticas ni adversarios que cuestionen la millonaria corrupción que ha impreso la actual administración en cada una de sus gloriosas gestas públicas. No le interesan los medios independientes por una acción absolutamente temeraria, para evitar que la verdad sea expuesta en la prensa que ha decidido por principio y ética no tranzar con el poderoso de turno.

Con el mismo argumento, el Gobierno del MAS se ha ido comprando medios de comunicación. Sucedió con el grupo español Prisa, mayor inversionista del periódico La Razón y de la Red ATB que pasaron  a ser controlados por empresarios allegados al Gobierno, bajo una composición societaria que no figura en los registros porque además de permanecer en la sombra utilizan de manera siniestra lo que ellos mismos condenan: los palos blancos detrás de los que se esconden las verdaderas intensiones de oscurantismo que pretende silenciar el periodismo de verdad. Acaso este diario o esa cadena de TV osan referirse al vicepresidente del Estado Plurinacional a no ser por sus lúcidas intervenciones, incluso por encima de la gestión del primer mandatario.

Hace poco menos de un año la suerte de la red Periodistas Asociados de Televisión PAT fue definida entre un pequeño grupo de funcionarios  del Gobierno y los empresarios que ejercen en los escritorios y en las pantallas de los medios encima mencionados. En esa oportunidad se expusieron todas las cartas deudoras que el anterior dueño tenía con Aerosur (nuevamente intervienen los informes y extractos convalidados del Servicio de Impuestos Nacionales) y se le exige que a cambio de quedar absuelto en el proceso contra la compañía área debía ceder su participación accionaria mayoritaria en ese canal. Ya lo dijo la expresentadora de noticias de PAT que renunció a su puesto evitando hacer juicios de valor u opinar sobre lo que les correspondía a los demás periodistas de esa casa televisiva. “Considero que como periodista hay que ser imparcial”, dijo la bella Carolina Kempff.

Quiere decir que no sólo es el problema del que toma para sí los medios, sino del que acaba de ser cómplice en su doble papel de  informar, en este caso lo que le dicta el Gobierno. “Yo me voy por ética porque de un tiempo a esta parte, desde que el canal fue comprado por unos señores, ha dejado de ser imparcial”. Estas declaraciones son el reflejo de la otra cara de la medalla cuando se interviene o compra un medio de comunicación para que pase a apoyar una línea predeterminada, en este caso, la oficial, la del Gobierno de turno. Sin trabajadores no existiría un medio, sin ellos no se difundirían las noticias. Es por eso que mucho hace la formación de un periodista de permanecer o alejarse cuando ve que el medio esta en peligro de posar sus redes en las aguas mansas de los afectos.

La intervención de funcionarios del Gobierno a las oficinas de El Diario debe ser combatida por su intencionalidad aveza, circunscrita a interés de poder. Durante los últimos años el periódico se había constituido en un referente de la información que no se rinde, que no calla; la que no contempla desde lo alto, sino que transmite lo que le apasiona a un verdadero periodista: conquistar a sus lectores. Este objetivo no puede ser otro sino el de orientar; presentar la verdad para que el lector se forme una opinión valedera de lo que sucede en la sociedad. Ese precio que se debe pagar acaba siendo muy alto con relación a la malsana intensión del interventor público que no conoce que detrás se ha escrito la historia de una Nación. La intervención es una medida que habrá que resistir  porque de lo contrario, él periodismo habrá perdido una de las principales batallas: el de conquistar la mente y el corazón de sus lectores.