“Ver los bosques quemados es como ver nieve, nieve nomás”
Joaquina, así prefiere que se la llame, tiene 15 años. Estudia en el ciclo secundario de la Escuela 25 de Mayo. Ella y sus compañeros de música donde también es alumna junto a 180 jóvenes, fueron voluntarios involuntarios ayudando a mitigar los incendios que el pasado mes destruyeron Santa Ana de Velasco.
Este lugar enclavado en el corazón de la cultura que es parte de las Misiones Jesuíticas de la Chiquitanía en el departamento de Santa Cruz, fue devorado por los incendios. La tragedia que comenzó alertando con que el fuego se acercaba a la población declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, fue con los días tomada por el fuego. A pesar de la angustia nadie (ninguna autoridad) llegó a Santa Ana de Velasco. Todos, sin excepción, excepto los menores y los ancianos, se quedaron en sus casas; los jóvenes de la escuela que en su mayoría son prodigios en tocar instrumentos musicales (violines, violas y chelos) de música misional, mantuvieron el estoicismo a pie de fuego.
Hace unos días el director de la Fundación Flades, Mario Rivera, con donación de la CAF entregaron violines a los niños de Santa Ana de Velasco, un acto que desmoronó la fortaleza que mantuvieron y acabó en medio de lágrimas de impotencia. Nadie dice nada, nadie se involucra; acaban volteando la página. No hay solidaridad. Esta es la triste historia contada por Joaquina, la muchachita de ojos alegres que ese día en el atril lloró de dolor.
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Dice que la pasó feo. Primeramente, ella quiere agradecer a Dios porque sin él, no hubieran sobrevivido. “Era mucho fuego ver a nuestros padres, amigos, tíos; fuimos a echar gotas a los ojos de los soldados, a darles de comer a las personas. Nosotros los del colegio nunca nos quedamos con los brazos cruzados, hacíamos de todo”.
Su corazón que parece latir sereno después de todo es inmenso. “Deseamos agradecer a las personas que nos hicieron llegar donaciones como los colirios para los ojos”, dice apoyada en una de las barras del salón de la CAF.
“Las imágenes eran muy fuertes para nosotros, ver el bosque quemado, los lugares por donde caminábamos han quedado ceniza, esas imágenes se me van a quedar en la cabeza por mucho tiempo. Yo he llorado al ver a los animales que desorientados corrían y volvían a entrar al fuego; deja una profunda tristeza, te deja el corazón gris. Ver los bosques quemados es como ver nieve, nieve nomás”, dice Joaquina que con sus tiernos 15 años había participado recientemente de un concierto en Madrid (España) al que asistieron ministros de la Unión Europea; han tenido por un tiempo que pulverizar sus sueños. “Lo bonito es que el pueblo se unió, hizo fuerza. Eso vale mucho en estos momentos”.
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