La peligrosa escalada de protestas

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Lo vivimos en el pasado y seguimos aplicando la intransigencia  como si el país estaría condenado al retroceso. Los primeros meses del año cualquier ex autoridad de los anteriores gobiernos diría que son meses conflictivos en los que el sindicalismo sale a las calles resuelto a ser escuchado para conseguir una nivelación en sus  salarios. Ocurría todos los años. Una especie de ejercicio democrático que acababa finalmente en acuerdos. Pero algo parecería interponerse entre los trabajadores asalariados y este Gobierno. Quizá el hecho de que ningún sector vive de promesas. Antes se sabía al menos que la política de libre mercado no permitía ir más allá del techo presupuestario definido. Los trabajadores salían en protesta conscientes de que no arrancarían más de los compromisos que el país tenía con los organismos de financiamiento, léase FMI y/o BM. La notoria diferencia con anteriores administraciones es que el presidente Morales llegó al poder como cabeza de los movimientos sociales que salían a la calle a protestar contra la “política neoliberal”. El diálogo y el incremento salarial que su Gobierno propone a los sectores asalariados tampoco pueden exceder las limitaciones económicas del Estado. En ese escenario enfrenta un doble desafío. Por un lado, una mayor efervescencia social por la lucha salarial; por otro, la venganza histórica que los ex aliados del Gobierno están decididos a llevar hasta las últimas consecuencias. Los dirigentes sindicales han señalado que el esquema se encuentra dividido en sus posturas y planteamientos. Exigen con mayor vehemencia. Sus antiguos aliados exigen que las promesas se cumplan.

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