Cada día más personas, voluntarios y la sociedad civil piden que se declare situación de Desastre Nacional ante la magnitud del fuego.
Hay incendios por doquier (ayer se habían contabilizado 22.400 focos de fuego). Hay socorristas atrapados que piden ayuda y no se sabe nada sobre su rescate porque las redes sociales son tan incendiarias como los mismos incendios. Se incendia hoy se incendia mañana mientras todos son cómplices del deseo intrínseco de ampliar la frontera agrícola.
Este miércoles dat0s se contactó con voluntarios que acababan de salir de Santa Ana de Velasco una de las poblaciones más afectadas por los incendios como muchas otras, ésta ubicada en el departamento de Santa Cruz de la Sierra, parte del recorrido turístico de la Chiquitania (las misiones jesuitas), declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1990. Se calcula que tiene una población de alrededor 1.700 habitantes en su mayoría menores de 17 años (60%). Los mayores se han visto en la necesidad de migrar y las mujeres y ancianos ocupan el segundo grupo.
El Relato de los incendios en Santa Ana de Velasco
“¡Ayer gracias a Dios llovió!”, dice un voluntario por el móvil desde Santa Cruz. Y continúa su relato: “El incendio se originó en la comunidad de Suponema, el 3 de agosto. Posteriormente se extendió a las comunidades de Pailitas, el Sari y el poblado de Santa Ana de Velasco. Durante dos semanas el fuego fue combatido solo por comunarios, incluyendo niños desde los 11 años. Posteriormente se sumaron 30 soldados y desde hace 15 días bomberos voluntarios de los municipios de La Guardia, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz”.
“Se han quemado más de 10.000 hectáreas entre tierras comunales y reservas forestales. Muchas familias perdieron sus cultivos y viviendas. La Casa del Corregidor se ha quemado, también. La salud de los pobladores y sobre todo niños se encuentra muy afectada. Si bien en este momento el fuego está prácticamente controlado, se trabaja en la etapa denominada de enfriamiento, en la que se controla que las brasas no se vuelvan a encender, se corta árboles que aún están ardiendo en su interior ya que cualquier cambio de orientación del viento reaviva las llamas. En este momento se apaga el fuego dentro del bosque espeso, el tipo de fuego se denomina rastrero, pues avanza y no se lo ve hasta que llega a los pastizales”.
La presencia del Estado es casi nula en esta población al igual que en muchas otras. La ayuda llega de organizaciones privadas que provén tanques de agua, mascarillas, botines y que estaban trabajando cubriendo áreas de educación, cultura (Santa Ana de Velasco tiene una escuela de música con alumnado de exportación), medio ambiente, productividad, agua y reforestación.
“Es como comenzar de cero”, afirma un poblador. “Lo que nos queda hoy es casi nada de lo que habíamos avanzado, nuestros cultivos han quedado en cenizas”.
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