El fútbol es un entreverado de intereses sórdidos. Carlos Chávez sigue preso, Marcelo Claure dueño en un equipo que no acaba de brillar, al que llegó por medio de asambleas trucadas. El fútbol nos regala cada cierto tiempo sorpresas. La pregunta que se hacen los aficionados a este deporte es por qué si está rodeado de escándalos hay tantos intereses que se entretejen por llegar a ser presidente de una de las asociaciones del fútbol local; por llegar a la presidencia de la Federación Boliviana de Fútbol o, simplemente, para ser un dirigente con pases de cortesía a los escenarios deportivos.
El caso de Carlos Chávez acabó desnudando las miserias del fútbol boliviano. Al frente de un puesto que le costó dejar incluso estando detenido en una cárcel pública para seguir controlando desde allí resortes de orden económico.
Sea como fuere, los deseos de ser alguien más en el fútbol no sé mide con fines altruistas, sino en el orden de los beneficios personales. Cómo se puede entender, por ejemplo, que el director técnico de la Selección Boliviana de Fútbol declare que hay dirigentes a los que les interesa que le vaya mal. Que esperan que la verde pierda para forzar la elección de un nuevo entrenador. Una declaración que echa tierra el trabajo que cumple para identificar nuevos talentos y las condiciones objetivas de nuestro fútbol. Lo que da a entender el director técnico es que hay intereses sectarios que se definen tras bambalinas.
En esta edición de la revista dat0s entrevistamos a Julio César Baldivieso antes de los dos últimos partidos por las Eliminatorias al Mundial de Rusia 2018. Nuestra intensión fue acompañar su trabajo. El fútbol internacional ha adquirido dimensiones sobre naturales. Hay futbolistas latinoamericanos que ganan varios millones de dólares al año y están catalogados entre los mejores del mundo. En esas condiciones el trabajo que encara el cuerpo técnico de la selección boliviana no es sencillo. Nadie puede esperar resultados cortoplacistas cuando las diferencias son abismales. Poco antes de hacerse cargo de la selección, Baldivieso tocó un punto neurálgico: desmantelar camarillas, encontrar a los mejores y convocar una cantera de jovenes con sangre nueva, con sed de gloria. Inmediatamente encontró resistencia de quienes prefieren que todo siga igual.
La Asociación de Fútbol de La Paz, se anotó en primera línea de los que se opusieron al nuevo plan. Su presidente, Walter Torrico Céspedes, tomó represalias para evitar que la estrategia funcione. Arremetió contra los que no le concedieron el voto en las elecciones de la asociación. Cargó con escuelas de trayectoria que trabajan décadas en la formación de talentos para el fútbol.
Una vez que ganó las elecciones de la AFLP, se opuso a la convocatoria de juveniles. Fue más allá: descendió de categoría a una de las instituciones de mayor prestigio por haber presentado la fotocopia del acta de un partido en lugar de la original. Una actitud que fue calificada mezquina. Es quien mandó desmantelar una cancha de la zona de Alto Irpavi para evitar que los juveniles practiquen al fútbol; es él mismo que intervino directamente para que los clubes que no piensan igual que él, sean sancionados quitándoles la indumentaria deportiva a la que los clubes de Primera A tienen derecho cada cierto tiempo. Es quien se encarga de aplicar multas y chicanas obstaculizando la práctica del deporte.
Al hacerse cargo de la selección, Julio César Baldivieso lanzó un mensaje certero. “Una de mis prioridades son los juveniles”, dijo. Lo que el DT llama “hambre de hambre”, la sed de conquista innata en los jóvenes. Acto seguido el DT afirmó que siente una latente amenaza. Dice que hay dirigentes que esperan que a la selección le vaya mal. Esa crucial afirmación fue corroborada por gente ligada al fútbol. “Si no votas por mi fórmula estás jodido…”. La amenaza se repite siempre. Un ambiente de represalias entre bambalinas que le quita a cualquiera deportista el deseo de soñar. Las ansias de triunfar.