Tuffi Are, director periodístico corporativo de El Deber
¿Crees en la definición que hace poco ha hecho una autoridad del Gobierno en sentido de que el trabajo de El Deber es equilibrado? En el Gobierno hay al menos dos lecturas diferentes sobre el desempeño periodístico de medios de comunicación que no pertenecen a la estructura de propiedad estatal, como es el caso de El Deber. La primera la hemos conocido de manera muy clara después del referéndum del 21-F cuando una autoridad ministerial incluyó al periódico en un supuesto “cartel de la mentira”, en el contexto de una dolorosa derrota electoral atribuida en gran parte a una supuesta acción en línea y coordinada de un grupo de medios de comunicación contrarios al Gobierno. El Deber nunca ha integrado ningún cartel, ni tampoco ha coordinado acciones de campaña política partidaria a favor o en contra de algún candidato o autoridad con medios que no forman parte de su estructura propietaria familiar. Sus principios son los mismos que rigen su labor desde hace más de 65 años. Pasaron muchos gobiernos estos años y el diario sobrevivió a los distintos virajes ideológicos, a las dictaduras y a los contratiempos que ha vivido siempre nuestra joven democracia.
Por eso, quienes lo definen como parte de un supuesto “cartel de la mentira”, desconocen esa conducta y la historia del país y recurre ya a un recurso poco novedoso y efectivo para afectar la credibilidad de un medio, que se mantiene intacta, pese a los errores que se producen en el ejercicio de una profesión tan noble y difícil. Por otro lado, hay una segunda lectura dentro del Gobierno, un poco más cercana a la realidad, que es la del vicepresidente García Linera, que ha definido a El Deber como un diario opositor, pero que hace el esfuerzo de ser equilibrado, investigar y ofrecer la parte y la contraparte sobre un hecho o una declaración. Discrepo con la definición del vicepresidente de que este es un diario opositor. Este no es oficialista ni opositor, simplemente es un periódico con posición propia. Si está molesta al poder, no es algo que nos preocupa. El Deber ha sido siempre crítico con los poderes nacionales, regionales y municipales, antes y durante la gestión de los actuales gobernantes, entendiendo que estos pasan, pero los diarios quedan. Pluralidad en sus páginas y en sus plataformas es algo que siempre este medio hará el esfuerzo en tener. Rigor y precisión es un mandato ético en El Deber.
¿Cuáles consideras que son los principales desafíos para ejercer un periodismo confiable y creíble? Los desafíos del periodismo confiable y creíble son y serán los de siempre. Puede cambiar la tecnología, pueden aparecer nuevos medios y plataformas. Sin embargo, el periodismo podrá conseguir contenidos de calidad si hay garantías democráticas para ejercerlo, si cuenta con buena formación de sus profesionales y, ante todo, si consigue independencia económica. La independencia editorial depende claramente de la independencia económica. En estos tiempos, los tres factores peligran. Los desafíos tienen que ver con conseguir mantener estas tres condiciones.
¿Crees que el periodismo en el país ha perdido vigor e influencia? El periodismo no ha perdido influencia ni la perderá. Hay que entender, que la influencia de los medios tradicionales siempre fue, es y será importante, pero tampoco hay que sobrestimarla. No es cierto que los diarios o los canales de televisión tradicionales han tenido tanto poder como que pueden causar la asunción o la caída de gobernantes. Esa fue siempre una conclusión presuntuosa y hasta soberbia. Tampoco es que los medios ahora son irrelevantes por el cambio del ecosistema de la información con la llegada de los nuevos medios digitales. Hay que relativizar la influencia de los viejos y los nuevos medios, pero tampoco hay que menospreciarla. Eso sí, hay un interesante cambio de paradigma, ya que la hegemonía de la producción y distribución de información la han dejado de tener los periodistas para pasar en parte a los ciudadanos, lo que genera muchos resultados positivos, pero también algunas incógnitas.
¿Cuál es tu opinión sobre el advenimiento de las redes sociales, crees que le han quitado poder al trabajo del periodismo? Una pregunta que no gira solamente en el plano local sino mundial Las redes sociales le han permitido al periodismo aumentar su influencia y a los ciudadanos acceder a un espacio de conversación pública, sin tener que necesitar únicamente los medios tradicionales. Si se considera que en Bolivia el diario de mayor circulación era leído antes por 250.000 personas, considerando el índice de rotación, y que ahora con un sitio en la home y una cuenta de Facebook o de Twitter puede ser seguido por casi 1.500.000 personas, su influencia creció de manera impresionante, así como aumentaron las oportunidades de que los lectores tengan una mayor incidencia en la agenda de los medios gracias a las redes. Será, sin embargo, muy difícil que una sola persona supere con una cuenta en redes sociales la influencia de marcas que hace muchos años producen y emiten información confiable. Esto es claramente constatable en nuestro país o en cualquier nación del mundo.
¿Cuál crees son los principales retos del periodismo en un año electoral? Un reto de los medios en un año electoral es evitar decisiones que comprometan el rigor periodístico, solo por afinidades o fobias ideológicas. Es impensable que un medio no tenga una mirada propia de los candidatos o de la política, porque, no sería un medio de comunicación, sino solo una máquina. Hay dos momentos en que la verdad corre el riesgo de ser herida de muerte: durante una guerra y, o, en elecciones. Corresponde blindarse para aguantar duras presiones políticas, partidarias, empresariales y hasta ciudadanas, que tratarán de empujar a los medios a apoyar o a combatir a algún candidato. Este año viviremos también una campaña inédita por la producción y circulación de noticias falsas, sobre todo en las nuevas redes. Corresponde blindarse con la vieja receta del buen periodismo: dudar de todo, chequear y rechequear una versión.