A qué viene la corona británica (el juego de palabras de Trump)
Vamos a suponer que Trump al hacer comparaciones riesgosas, al querer hacer parecer a Kamala con Camilla este tratando de enviar un mensaje codificado, pero quién lo entiende. Si es así haría sentido asociar a la corona británica con ciertos comportamientos extraños. El príncipe Andrés ha estado durante un tiempo en el ojo de la tempestad por sus nada claras relaciones con Jeffrey Epstein detrás de quien era habitual encontrar hallazgos de prostitución de redes de menores, por los que pasó en prisión hasta su suicidio en circunstancias poco claras.
No es que encontremos forzadamente esas relaciones extrañas que configuran en un sentido clave los parecidos que Trump asocia en un sentido más amplio; el del príncipe Andrés, hijo predilecto de Isabel II; pero, conociendo la trayectoria y sobre todo el carácter del candidato a la presidencia de los Estados Unidos, es poco probable que conduzca el hilo como quien diría sin puntada.
Kamala no es Camilla, claro. La reina consorte de la corona británica es rubia y fea; en su momento despreciada por las evidencias que la apuntaban como amante de Carlos (cuando estaba casado con Lady Di) que la llevó a romper la relación flemática que mantenía en familia. El caso no es hipotético, es tan real como tan real las relaciones de Andrés con Epstein. Nada saludables para las hadas que pueblan las historias de amor y de odio en las casas encantadas de los reyes.
Camila Parker Bowles no es Kamala Harris, ni parecidas de lejos. Lo que faltó en la cita al decir de Trump que la de Time es la foto de su rival, una “mujer hermosa”, aplique en el juego semántico si es que quiere llegar al punto. Estimativas de que lo que dice es descabellado de escenas tan descabelladas que no debieran sorprender a norteamericanos ni a británicos y menos a la clase política de la denominada izquierda woke de donde proviene la indodesendienteafricana Kamala Harris.