Parecería una locura que sectores radicales de las elites se opongan al contundente resultado electoral del pasado 18. Algo similar en otro sentido sucedió en 2002. Entonces, las organizaciones sociales impusieron una agenda de demandas que culminaron con la salida del último Gobierno que representaba a las elites políticas y empresariales que desde la recuperación de la democracia se favorecieron de negocios públicos olvidando el legado de las mayorías; de estructurar un cimento en el que se debería asentar la democracia. A lo largo del tiempo nos acostumbramos a concurrir a las urnas sin mayores cambios: ni más salud ni más educación que prometían los líderes entonces representantes de los partidos tradicionales que transaban gobernabilidad; repartían ministerios e instituciones entre sus simpatizantes, sin capacidad para más. Hoy, el país se encuentra en un dramático punto de inflexión. Durante la última campaña electoral las agrupaciones ajenas al MAS, se dividieron en siete candidaturas olvidando que el país pedía unidad y se olvidaron de la realidad lacerante que golpea a todos por la crisis sanitaria y el impacto económico, se dedicaron a confrontar olvidando que Bolivia es un país de originarios 62% de acuerdo al censo de 2011 y bajaron sus propuestas en las redes como si estas fueran todo. La votación del pasado 18 contra todo pronóstico ordena un escenario conflictivo e incierto, al despejarse la posibilidad de una segunda vuelta, y alienta elementos de un nuevo tiempo en la política nacional.
Ciegos antes esta realidad, grupos aglutinados en un supuesto civismo radical, exigieron hasta última hora la anulación de las elecciones. Utilizando las redes sociales, como durante toda la campaña, para sembrar temor en la población, desconocen no solo el resultado, sino la historia misma de la nación.
En paralelo, la tapa de esta edición parecería ajena a nuestra realidad. Sin embargo, hoy más que nunca el universo se achica por la manipulación que ejercen las grandes compañías tecnológicas, tuercen nuestra conciencia y debilitan el sistema democrático; ya se vió su influencia en distorcionar la verdad y ciertos procesos políticos.
Bolivia requiere pronto encontrar un cauce. No será a través de las especulaciones que provocan las redes, sino mirando la historia para encontrar el futuro.
Efecto colateral
En Brasil, la política se ha convertido en una tranca para el impulso de la vacuna que permita frenar el nuevo coronavirus que sigue generando atención de la industria farmacéutica. A pesar de que los índices de contagio son los más altos de América Latina y el cuarto país con más incidencia de muertes por la pandemia en el mundo, una innecesaria polémica entre el presidente Jair Bolsonaro y el gobernador del Estado de Sao Paolo, Joao Doria, ha generado efectos colaterales. En cuanto la ciencia cumple su papel, cada vez más cerca del descubrimiento de la vacuna, ambas autoridades se han embarcado en una discusión sin límites que en Brasil pueden retrasar la llegada del inmunizante. La edición de la revista Veja de noviembre pone en evidencia las absurdas diferencias políticas que desnaturalizan la solución al problema.