Luis Arce ha tenido una espinosa presentación en su informe al país a un año del bicentenario. Falta saber si es cierto que convocará a todos a un gran acuerdo para sacar al país de la crisis que se encuentra. Mantiene impertérrita su posición e insiste en que la mesa de diálogo estará servida si es que las organizaciones sociales (las que gobiernan según él) se lo permiten.
Ha sido un discurso de confrontación contra su exaliado y jefe de su partido (o el qué era), divididos a muerte (o eso es lo que se nos hace creer) como si juntos no hubieran compartido la economía en los últimos 13 años hasta el infortunado resultado de las elecciones de 2019 que movió el tablero.
El proceso de cambio (la reserva moral del pueblo), está herido de muerte e infelizmente nadie sabe lo que nos espera. Aprovechó la ocasión para recordar que un líder no abandona el barco y huye. De eso, claro, estamos cansados todos; escuchar los mismos ataques como si eso orientara un camino seguro por el que andar, o ideas pragmáticas que resuelvan la falta de combustibles (alcanza hasta fin de año, dicen las autoridades) y la subida del dólar que parece a tal punto imparable y sin visos de solución.
Arce ha decidido convocar referéndums para todo y para nada, como si no tuviera el mando del país, acudirá a la consulta popular para preguntar, por ejemplo, si se levanta la subvención (cosa rara); además alimenta una desafortunada división con una consigna de clase al proponer que los que pueden usen gasolina Premiun y/o Plus y Premiun, más caras y que la Especial mantendrá su precio para las “mayorías desposeídas”.
Igual hará consulta sobre los periodos presidenciales que a estas alturas resultan intrascendentes.
Ha sido en resumen una nueva composición discursiva reformateada con maquillaje y lo que vendrá nadie ciertamente se atreve a decir por lo desastroso que resulte a mediano plazo.