Bolivia de juguete

Por Carlos Rodríguez San Martin
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Eduardo Del Castillo, min gobierno Bolivia
Foto: Ministerio de Gobierno

El ministro Del Castillo insiste en dar vuelo a su imaginación sobre el supuesto “amotinamiento” en Chonchocoro. La autoridad congregó un buen número de periodistas para informar que el principal acusado por la rebelión carcelaria el pasado sábado, Misael Nallar pidió -audio incluido- que maten a un oficial de la policía encargado de la custodia del penal o en uno de los pabellones en el que se generó la pelea.

Caso Nallar, chonchocoro

ABI

Leyendo esa declaración, afiebrada en la cabeza de la autoridad, es que nadie se hace el gil en situaciones de esta naturaleza. Para comenzar el relato recordemos quien es MN y porque está detenido en la cárcel de Chonchocoro, que más luce una granja de rehabilitación de delincuentes que una cárcel de máxima seguridad. Nallar era un narco de poca monta que mató a sangre fría a dos policías en Urubo; era empleado (guardaespaldas) de Sebastián Marset que entre sus osadas declaraciones públicas comparó a Del Castillo con un púber y lo desafío a detenerlo para contar todo lo que sabía de él y el Gobierno sobre el narcotráfico.

Qué es Chonchocoro

Una granja de rehabilitación a dos horas de La Paz en un lugar inhóspito del altiplano en plena cordillera donde el gobierno de Paz Zamora construyó este páramo helado de cemento con habitaciones todas iguales de dos por tres construida para acoger al principal grupo de narcoarrepentidos que pasaron un par de años detenidos a cambio de su libertad o la reducción de sus condenas; entregaron sus fortunas (no todo por supuesto) y luego emprendieron nueva vida, a salvo de la persecución de la DEA que entonces comandaba en Bolivia las operaciones del combate contra las drogas (1992).

Ya dijimos que las condiciones de está o de cualquier otra cárcel es deprimente y que nadie está a salvo, ni siquiera el gobernador, en caso de amotinamientos violentos y pusimos ejemplos de cárceles en Ecuador y Brasil.

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En Chonchocoro se registraron un par de roturas de huesos y heridos de menor gravedad. Eso fue y eso es Chonchocoro con la enorme diferencia de que antes se cobraba cuentas pesadas: JPZ acabó su gobierno con los minutos contados y acusaciones por sus nexos con el narcotráfico, el decreto del narcoarrepentimiento pudo otrora ser una mala idea; ahora el principal narcotraficante que vivió largos años en Bolivia bajo protección policial, debe estar nadando en un isla del Caribe como tiburón, mientras Del Castillo nos dibuja un panorama de ruido y miedo con uno de sus subalternos, provocando dramas que retroalimentan la incompetencia por su fuga.