Buscando palabras en mi mente

Por Zana Petkovic
0
707

Mañana viajo. Me despido hoy de Belgrado. Me rodea un ambiente romántico y chic. El pequeño Caffe Paris tiene todo para relajarse. No logro distinguir la voz de una pieza de jazz que inunda el espacio entre los tapices bordados y porcelana fina. Afuera, el otoño dorado y rojizo. Veinte grados, más parece un día de primavera, comenta alguien. Sobre la mesa de mármol yace mi fruto del verano 2012. “Bolivia Mágica” titula mi libro. Tony Suárez fue generoso, las fotos demuestran calidad y belleza. Oruro y su carnaval. Su gente sonriendo. Colores de una Bolivia Mágica. Espero a los periodistas para hablarles sobre el libro. Vine temprano y ahora puedo repasar todo lo que he vivido estos meses. Una imagen reemplaza a otra. Mis padres, la enfermedad, la tristeza de la vejez. No quiero que la melancolía me invada. Busco palabras en mi mente. Palabras de alegría que intercambio con mi gente. Fue una vida entera, de nuevas experiencias, nuevas caras, nuevos retos. El director de La Biblioteca Nacional quiere conocer más de los escritores contemporáneos de Bolivia. Prometo hacer algo al respecto, pero siento un leve temor por dentro. Hay tanto trabajo por hacer. Esta noche la despedida termina con la obra “Las alegres comadres de Windsor” de Shakespeare.

El Teatro Nacional de Belgrado fue uno de lugares que más frecuente en mi viaje. “Los Bohemios”, “Madame Butterfly”, el “Festival de Jazz”. Y la comida. Recuerdo el “cordero en natilla” que casi me costó una noche pero su sabor quedará llenando mi paladar por largo tiempo. Anoto: comprar aguardiente de membrillo. Se trata de un pacto. Cuando se termine el contenido de la botella llegará el tiempo de emprender otro viaje. Estoy contenta. Llegué con algunas ideas, regreso con los frutos en la mano. Respiro con satisfacción. Recuerdo la noche cuando la temperatura llegaba a 43 grados, julio fue tremendo. Por suerte la vida en los ríos de Belgrado -Sava y Danubio- y sus barcos restaurantes, cafés y paseos fueron un alivio.

Serbia eligió su nuevo Gobierno apenas terminando el verano. El Partido del Pueblo de Serbia trajo cierto alivio también. Parecería que una sombra gris se retiró de acá. Hay un nuevo aire. La gente espera mejorías, pues su reciente historia fue demasiado larga y poco romántica. Ahora el brillo invade en todas partes, se ve un buen clima para vivir y trabajar. Y las bodegas de vino de Karlovci, ahí mismo donde aprendimos nuestras primeras frases en latín y griego; el Gimnasium más antiguo de Los Balcanes. Siempre fue un centro vitícola. Trabajo en los viñedos, recoger uvas, pisar el fruto de los dioses griegos descalzas; los festivales de uva y vino en los ochentas. Amigos dispersos en todas partes.

Una es traductora de inglés en Chipre, otro es científico en Norteamérica, una médica en Alemania. Yo en Bolivia. Nos dimos la promesa de no esperar tanto tiempo para volver a reunirnos. Todavía reímos al recordar la época de secundaria. La vida cultural, comercio, deporte. Todo está en su esplendor en Belgrado. Un rico espíritu de la ciudad reina de nuevo. Miro mi reloj, falta unos minutos para la llegada de los periodistas. Reviso mi imagen en el espejo francés. Estoy algo cansada pero mis ojos brillan. Estoy contenta. Ojala no tenga que hablar de política. Los colores de carnaval de Oruro inspiran mucho más.

Bolivia y Serbia, una gran relación desde la ex Yugoslavia. Tantos estudiantes se formaron en las universidades de acá. Matrimonios, empresarios, políticos. Hubo de todo. Por la ventana veo el anuncio del próximo evento de Jennifer López que viene a dar un concierto a Belgrado. Bellas son las mujeres latinas, comentan los fans. Y todo en Sud América es bello dicen. No estoy tan segura de que todo sea bello, mas no lo digo a voz alta. A mí me esperan los míos. Eso es bello. Hasta la próxima, hasta que vuelva a sentir la melancolía, hasta que el próximo libro esté listo hasta que Dios nos mantenga en armonía.