Se redefine la izquierda uruguaya con pragmatismo y promercado. El contrapeso de Trump.
El triunfo de Orsi no pasó desapercibido en el escenario internacional. Desde Argentina, el gobierno de Javier Milei felicitó al nuevo presidente uruguayo a través de la Cancillería, destacando la importancia de fortalecer las relaciones bilaterales más allá de las diferencias ideológicas. Este gesto, ratificado por un mensaje del propio Milei en sus redes sociales, refleja una postura pragmática del líder libertario, quien se enfrenta al reto de mantener vínculos constructivos con un continente mayoritariamente gobernado por líderes progresistas.
La decisión de Milei de tender puentes con Orsi no solo refuerza la relación histórica entre ambos países, sino que también subraya la necesidad de adaptarse a un entorno regional cambiante. Con Lula da Silva en Brasil, Gustavo Petro en Colombia, Gabriel Boric en Chile y ahora Orsi en Uruguay, la izquierda domina gran parte de Sudamérica. (Nota de la redacción: El análisis no integra ni a Bolivia ni Venezuela). Este bloque progresista no es homogéneo, pero comparte puntos en común, como la prioridad en políticas sociales y un enfoque crítico hacia las posturas neoliberales.
En contraste, la derecha latinoamericana se encuentra en una posición de relativa soledad. Javier Milei, quien encarna un proyecto de reestructuración del Estado inspirado en el conservadurismo de figuras como Donald Trump, tiene pocos aliados naturales en la región. Aunque mantiene buenas relaciones con Santiago Peña en Paraguay y Nayib Bukele en El Salvador, la mayoría de los gobiernos sudamericanos se alinean con una agenda “progre” y de intervención estatal.
La falta de socios ideológicos limita la capacidad de Milei para impulsar una estrategia regional cohesionada. Incluso su relación con Estados Unidos, particularmente con el regreso de Donald Trump al poder, plantea incertidumbres. Aunque Trump valora a Milei como un interlocutor en la región, la agenda proteccionista del expresidente estadounidense podría chocar con los intereses económicos de países como Argentina.
Un tablero complejo
El triunfo de Orsi también tiene implicancias más amplias para el lugar de América Latina en el escenario global. Mientras Estados Unidos busca recuperar influencia en la región frente al avance de China y Rusia, el bloque progresista liderado por Brasil y México ha adoptado una postura más independiente. Lula y Claudia Sheinbaum, recién electa en México, priorizan la diversificación de alianzas y resisten presiones externas, lo que dificulta los intentos de alineación promovidos por Washington.
En este contexto, Uruguay podría jugar un rol estratégico como puente entre las distintas posturas de la región. Con una tradición diplomática que combina pragmatismo y principios, el gobierno de Orsi tendrá la oportunidad de reforzar la posición de Uruguay como un mediador regional, capaz de dialogar tanto con los bloques progresistas como con los líderes conservadores.
Continente polarizado
El ascenso de Yamandú Orsi a la presidencia de Uruguay no solo redefine la izquierda en su país, sino que también contribuye a consolidar un nuevo equilibrio político en América Latina. Mientras la izquierda avanza con liderazgos renovados y estrategias más flexibles, la derecha enfrenta el reto de articular una agenda coherente en un continente mayoritariamente inclinado hacia el progresismo.
En este contexto, tanto Orsi como Milei simbolizan dos visiones opuestas pero complementarias: una izquierda que se adapta al mercado sin abandonar sus principios sociales y una derecha que busca redefinir el rol del Estado en la región. Ambos liderazgos, aunque ideológicamente distantes, tienen la responsabilidad de construir puentes en un continente que necesita cooperación para enfrentar desafíos globales como la crisis climática, la desigualdad y las tensiones geopolíticas.