De Llallagua a Bolivia

Por Carlos Rodríguez San Martín
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Foto: EFE

Los recientes sucesos registrados en Llallagua han descompuesto la escena política al grado de hondearla en la incerteza. Si hasta antes de los enfrentamientos que acabaron con un recuento siniestro de víctimas fatales, el país vivía con poca paciencia por la subida de los precios y la gravedad de tener que pasar horas de encierro frente a las gasolineras, el momento menos oportuno fue la ejecución de un plan sin planimetría técnica azarosamente presentado por los estrategas más virtuosos de la política reciente. Los duros en el gobierno de Evo atacaron con una inusitada cantidad de balas levantando sospechas de que aquí impera el desorden -en puntos clave- que actúan con fragrante impunidad en delitos de orden penal, que no temen porque han penetrado en el espacio que conocen.

Llallagua es uno de los puntos por donde penetra el contrabando hormiga y ha alimentado en la caracterización y las costumbres de los jefazos una jugosa cantidad de recursos. No hay datos recientes de la cantidad de dinero que circula por la zona, pero en 2021 se había reportado que la excelsa gama de vehículos (o partes de los mismos), carburantes, electrodomésticos y una variedad larga de artículos; prendas de vestir, zapatillas, cosméticos y hasta medicamentos, que se internan desde la frontera con Chile en la zona de Parinacota y Tarapacá (un desierto árido y despoblado) representaban ingresos por alrededor de 4.200 millones de dólares de contrabando. Una parte de este comercio ilícito que se interna a Bolivia es intercambiada por droga y sustenta a grupos que orquestan la inestabilidad del país, adolecen de compromisos e indistintamente son imprevisibles por la cantidad de recursos que manejan. El cuadro es desolador cuando el país está a punto de convocar un proceso electoral y existen voces que apuntan que arderá si no se atienden las exigencias desmedidas y anti propósito de quienes agigantan la grieta.

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