El lado paranoico del capitán

Por Redacción dat0s
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tiktok escenario político

Lara es Lara y nadie más que Lara sabe lo que pasa por su cabeza cuando (por ejemplo) se pone al frente de la cama de su esposa en un hospital para hacer un clamoroso apelo a la no satanización. A nadie le importaría hacerlo, al menos en condiciones normales, aunque solo pase por su afiebrada cabeza un apelo a las emociones que lo han dejado expuesto en situaciones inverosímiles. Una semana antes había atacado a dos autoridades de gobierno. Del ministro de Gobierno dijo que tenía dos procesos pendientes, pero no aportó pruebas y cuando supo que esa denuncia no tenía respaldo saltó por el lado menos amable poniendo en duda la integridad del presidente (lo llamó cínico y mentiroso).

La cadena de sucesos desafortunados que lo involucran lo han llevado a perder la credibilidad en un cargo que hasta antes de llegada del MAS al poder fue de respeto, confianza, pero sin ningún papel político. Desde la llegada de García Linera la vicepresidencia dejó de ser de un cargo decorativo rodeado de finos interiores, mueblería francesa con machimbre que crujía, a un espacio de tensiones desde donde se podía apuntar artillería contra los librepensadores. García Linera era una suerte de rey chiquito, un Robespierre que no admitía jerarquías ni concesiones a los opositores del gobierno. García Linera se impuso en el opaco claro oscuro de su gestión testimoniando su voracidad por la lujuria. Le impuso un norte (a la vicepresidencia) llenando la mansión con movimientos sociales: ponchos, lluchus y polleras asegurando que su valor residía en haber convertido a un indio presidente; oráculo sin concesiones acabó derrumbado en la omnipotencia de los círculos intelectuales en los que valía un Slavoj Zizek con entrada de recital a sus magistrales conferencias. Ocupaba un espacio y desde allí adornó su pomposidad. Quien lo sucedió en el palacete ornado de espinas, David Choquehuanca, pretendió seguir el ejemplo, pero no le dio el tamaño ya disminuido por las pugnas internas que rodearon su karma pachamamika en la hilaridad de un ser objetable. Quiso poner su sello pretendiendo con el asesor presidencial, Jorge Ritcher, un par de actividades vicepalaciegas que acabaron en la alcoba vacía sin espectacularidad. Finalmente perdió protagonismo sin pena ni gloria.

Hoy Edman Lara acusa el síndrome de Hubris que determina un desbalance; aparece en tiktok el símbolo camaleónico por naturaleza, desde donde pretende ejercer un control imperial sin más gloria que la instantaneidad de la Red Social que lo escupe, lo devora y lo reduce a una especie de engendro de las desviaciones políticas del siglo XXI. Lara no parece darse cuenta por más insensato que resulte que la evolución tecnológica de la que tanto se habla es un devorador de sueños y ambiciones y dejan la piltrafa humana en una especie de limbo psicótico melodramático. Muchos se preguntan quién está atrás de este personaje propio de las pasiones burdas de esta época. Seguramente muchos parecidos a él.


"La realidad no ha desaparecido, se ha convertido en un reflejo"

Jianwei Xun
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