Durante al menos 4 años durante el primer gobierno de Sánchez de Lozada se realizaban frecuentes viajes de periodistas al Chapare para conocer uno de los ejes, sino el principal, de la sustitución de las plantaciones de coca ilegales por Desarrollo Alternativo, un modelo que a la larga resultó poco exitoso. Esa política funcionó hasta que se agotó el dinero de la cooperación internacional que pagaba hasta 2.500 dólares para que los campesinos sustituyeran una hectárea de coca. El extremo llegó al punto de incorporar (posteriormente) en las tareas de erradicación a cientos de soldaditos que pasaban de sol a sol arrancando almácigos de coca.
Los viajes ocupaban cada vez más espacio por la cantidad de periodistas que se apuntaban para ir al Chapare, no sin antes una explicación detallada del gobierno a los directores de los medios de comunicación sobre la necesidad de ganar la guerra contra las drogas (erradicando coca) en el plano comunicacional. Se les describía la dinámica y todos, sin excepción, enviaban a sus corresponsales a conocer el circuito del Desarrollo Alternativo (plantaciones de té, palmito, cítricos, lechería, entre otros). En la década de los 90 el Chapare recibía más atención económica que juntas las demás poblaciones de Bolivia.
De vez en cuando esas incursiones derivaban en visitas sofocantes a fábricas de procesamiento de droga y de vez en cuando aparecía Evo Morales anoticiado de la presencia de periodistas en la zona. El líder cocalero entonces decía: “Antes de erradicar nuestras plantaciones de coca que son el sustento de nuestros hermanos productores los gringos deben erradicar sus narices”.
El Desarrollo Alternativo fracasó con los años, mientras la interdicción funcionó sin tropiezos (considerados los policías antinarcóticos bolivianos los mejores de la región). Sea cierta o no esta descripción, las grandes tareas antinarcóticos se decidían en el día a día en el Cuartel de Umopar en Chimoré controlado por la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (NSA por sus siglas en inglés).
El rollo a cuestas viene a colación a los recientes bloqueos en la zona y el poder que ejerce “el jefe” (Morales no dejó la jefatura de las (6) Federaciones de la Coca del Chapare mientras fue presidente de Bolivia; ganando gran protagonismo incluso encima de los sindicatos tradicionales de mineros, fabriles y otros que fueron gravitantes en la instalación de la democracia en 1982).
La disputa por el poder involucraba sobre este territorio (Trópico de Cochabamba) una sinuosa disputa de quienes apoyaron a Morales en el extranjero (fue gestionado por grupos de afuera para el Nobel de La Paz), agentes de la CIA encubiertos (un ex embajador norteamericano), Cuba, Venezuela y conocidos activistas (alrededor de 200) que en 2005 conformaron su propia versión “Cumbre de los Pueblos” contra la “Cumbre de las Américas”. Evo Morales ya estuvo incluido en la delegación que viajó a Mar del Plata (Argentina) en el lujoso tren “Expreso del Alba” para protestar por la presencia en Argentina del entonces presidente de EEUU George Bush y de otros 30 jefes de Estado.
Algunos de los pasajeros de ese tren han muerto, otros han caído en desgracia y los sobrevivientes se sostienen por lo poco que les queda, atrapados entre cuerdas que a cada movimiento se tensa al estrangulamiento por sus movimientos. El Chapare es un péndulo en la articulación de este movimiento que con el paso de los años encaja perfectamente en la tragedia que soporta Bolivia por las plantaciones de hoja de coca ilegal que crecen en esa parte del territorio.