Como en Bolivia donde el líder cocalero se niega a presentarse a la justicia por varios delitos, la ex presidenta argentina podría ser condenada a seis años de prisión por corrupción.
La hasta hace poco todopoderosa Cristina Kirchner, dos veces presidenta y poseedora de una habilidad innata para la política y el replanteó de la misma, que en sus dos gobiernos otorgó licencias de impunidad para que un grupo licencioso, un verdadero clan, al que el actual presidente argentino Javier Milei lo denominó “la casta”, podría ir presa tras perder una decisiva batalla en la justicia.
La Cámara de Casación penal argentina, un tribunal de apelaciones de segunda instancia, ratificó este miércoles una condena de seis años de prisión e inhabilitación perpetua por corrupción contra la ex presidenta.
El mismo o similar destino enfrentan otros líderes políticos que se hicieron fuertes durante más de una década; el mismo caso resuena en Los Andes de Bolivia donde su expresidente Evo Morales enfrenta varios procesos de los que se defiende apelando a las masas engordadas que lo respaldan, aunque agotadas no tienen mucho más donde seguir soportando el asedio.
Es el triste destino de los líderes de la izquierda latinoamericana que surgió fortalecida luego de un largo periodo de gobiernos “neoliberales” que fomentaron el multipartidismo para gobernar a sus anchas, hasta que la población se cansó de ellos. Cristina, su esposo Néstor, el comandante Chávez, Lula en Brasil, Correa y otros rufianes centroamericanos conformaron una muralla de impunidad que apeló en todas las formas conocidas al autoritarismo y la corrupción, fue su buque insignia.
También la Kirchner apeló a la victimización en sus horas difíciles en un atentado que no se produjo porque el arma encañonada contra ella no disparó el momento del impacto. Entonces, recibió un baño de popularidad de sus simpatizantes que no eran pocos, pero que en la hora de la verdad deben estar alejados de un destino similar que los mantiene a todos acorralados contra las cuerdas.
Nadie es impune eternamente. En Argentina ha sido el fenómeno Milei, la respuesta a esa forma de gobernar y de enriquecerse sin disimulo.
En Bolivia, el jefe de las seis federaciones de la hoja de coca del Chapare, la que se desvía al narcotráfico, se niega a presentarse a la justicia; sabe que de allí está más cerca a la cárcel que la libertad que proclamó para las mayorías, esas que alguna vez lo apoyaron y auparon para ser su “digno” representante. Esa es apenas la narrativa de una triste historia que envuelve sórdidamente con bloqueos de rutas, manifestaciones y ampliados que ya no pueden disimular su derrota.
Sin embargo, la justicia diseñada para amortiguar la caída no tiene plazos y su decisión de prisión contra Cristina puede demorar años. Mientras tanto, la ex presidenta seguirá en libertad y haciendo política. El 17 de noviembre próximo asumirá la presidencia del Partido Justicialista, la forma legal del peronismo, con la intención de “ordenar” a la principal fuerza opositora al Gobierno de Javier Milei y presentar batalla en las elecciones legislativas de 2025.
Ese caso no se da en Bolivia donde Morales además de perder sus privilegios como exmandatario, también perderá en la arena política con la sigla del MAS en disputa y atrincherada con bandera en retirada.