El sorprendente discurso contradictorio del Vaticano sobre que el cristianismo no condena el instinto sexual.
Leo que en audiencia general este miércoles 17, o sea ayer el Papa Francisco continuó con su ciclo de catequesis sobre “los vicios y las virtudes”, centrando su reflexión en la lujuria, a la que, nada cambiando, la ha catalogado como “un vicio particularmente odioso”. Con este argumento el Papa no hace más que reforzar la teoría sobre la evolución de las especies, denostada durante siglos por la IC. Siguiendo el recorrido el SP añadió que este fenómeno puede dar lugar a “devastar la relación entre las personas”. La pregunta es si la reflexión del Papa no nos lleva precisamente a la oscuridad conceptuada por la palabra. El Papa Francisco, que hace poco consagró el matrimonio homosexual en una relación normal entre personas del mismo sexo, obtiene una nota de mérito al abordaje.
Al inicio de su catequesis, el Santo Padre se refirió al vicio de la lujuria como el “demonio que está siempre agazapado a la puerta del corazón”. Es aquí donde el SP desata una confusión ya que el trecho al que elude, no está en discusión ni antes de después de la fundación de la cristiandad, sobre los orígenes del hombre primitivo, su existencia; la enunciación del cimiento de la procreación.
El Pontífice aclaró que en el cristianismo “no se condena el instinto sexual”, al tiempo que advierte acerca de los peligros de los que no está exenta la “hermosa dimensión sexual y del amor”. Mensaje que hace de la Iglesia Católica, en este peculiar momento que vive la humanidad, un portavoz del sistema de confusión sobre la dimensión del amor que abarca la relación entre parejas.