La vergüenza

Por Carlos Rodríguez San Martin
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maduro, elecciones venezuela 2024

Ilusamente alguien creía en la más sana de sus intenciones (ingenuas como paloma) que Maduro entregaría el poder a una Corina Machado; la dejó sobreviviente para definir la farsa de sus elecciones, el axioma de un militar de escasa inteligencia de cuerpo enorme que se refugia en el poderío militar desde donde se han acomodado en el terror supremo para seguir esfoliando.

Es un pésimo precedente para el mundo y un ejemplar, especimen para sus aliados bolivarianos que lo visitan, charlan con él (no se de qué si no tiene capacidad ni para establecer una estadística menos un teorema), se sientan para hablar con él dictadores de su porte para seguir sus consejos de como hacer fraude, engañar, violar los valores fundamentales del alma y arrojarse en la aprobación de sus iniquidades.

La victoria de Maduro estaba cantada. No hay forma de torcer su férrea animarversion por las cosas inanimadas, las que elevan el alma para hacerla leve y acordar que el mundo no necesita de él ni de ellos.

Ilusamente se contempla a este grandolun desde las sombras envalentonado en su poder que surge de mentiras alentado por una casta de secuaces de su misma estatura.

Si las correspondencias contra la vida son en tiempo real el cambio climático, los desechos tóxicos que se arrojan en Ghana para probar nuestra resilensia con el medio ambiente, el reciclaje y la vida que nos atormenta o la ketamina de Musk que impulsa su IA, Maduro debería ir preso patrullando por sus crimenes contra la humanidad.

Es lo que queda sino seremos cómplices de sus delitos que rayaron lejos la comprensión de las cosas.