La voz embargada del ex vocero

Por Carlos Rodriguez San Martín
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@jorgerichter exvocero presidencial luis arce
Foto: @jorgerichter

El ex vocero presidencial, tenía una oficina estacionaria en el piso debajo a la del presidente Arce en la Casa Grande del Pueblo. Hablamos allí de un par de proyectos que tenía en mente, que los pasó por alto. Ya entonces ocupaba su tiempo en dilucidar en sus ambientes congraciado con el poder. Me gustó la idea de retrucar el intelecto de la élite gubernamental, si la hubiera habido; era un buen punto. Me invitó a una conferencia magistral que dos días después de esa visita dictaría el vicepresidente Choquehuanca. Usó el término “rescatable” o algo por el estilo. El auditorio del BCB estaba copado por simpatizantes del MAS esa noche y juro que no me pareció ninguna cosa magistral, ni la intervención del segundo a bordo ni la de él. Fue una rastreada para medir las sensaciones sobre el pachamamismo. Nada de nuevo, más de lo mismo.

Nada parecida (la conferencia magistral) a las que organizaba la vicepresidencia en los tiempos de Álvaro García Linera. En una de esas refresqué conceptos escuchando a Slavoj Zizek, el brillante filósofo esloveno que entonces radicaba por temporadas en Buenos Aires.

Nunca más desde aquella noche volví a ver al ex portavoz. Me llamó, eso sí (poco antes de abandonar el barco) molestando mi atención si me permitía reproducir una columna de opinión en dat0s. Le dije no. Lo olía por algunos ambientes oculto con gafas de sol y gorra con visera para no ser reconocido (o disimulado), no levantaba la mirada y andaba mirando a sus pies.

Ese paso en falso comenzó a entrar en contradicción existencial, de quien rompía menos huevos en el entorno presidencial. Richter no era una garantía en el arte de volar. Por efecto (más que por defecto) apuntó varios en su haber, hasta que zanseacabó decidió romper todos de una vez y salir por la puerta chica de la Casa Grande del Pueblo. El ex portavoz quería en su catequesis volver al ruedo como analista político independiente. “La credibilidad de los comunicadores que una vez perdida no puedes recuperar” (ver nota dos influyentes que reinarán EEUU).

Copiando la etiqueta de lecturas foráneas se presentó en los medios (los que se animan a ciegas a darle cobertura) para hablar de policrisis. Mala idea, poco agradecido, se disputó el derecho de congeniar con los refractarios. Ayer, leyendo lo poco que queda de periodismo en Bolivia, que él jamás defendió a pesar de haber dirigido un par de experimentos periodísticos, volvió al ruedo articulando las múltiples crisis que padece la actual administración. Herman Hesee decía que “no le va la política, porque de otro modo haría tiempo que sería revolucionario…”