Resulta una rareza que el presidente de los Estados Unidos haya declarado que cortará los suministros siniestros de guerra que le facilita a su socio israelí Benjamín Netanyahu si el ejército israelí incursiona a Rafah, la única población que hasta anteayer era la escapatoria de los palestinos acosados por una descarga de artillería y de ayuda humanitaria que llegaba a cuenta gotas. Justa o no, esa es otra historia, atribuida a Hamas el grupo terrorista que desató una matanza a cuenta de la cual los israelíes se han cargado casi 35.000 muertos desde el pasado 7 de octubre cuando Israel desató la venganza de la población civil en la Granja de Gaza.
Pero las declaraciones del primer mandatario de los Estados Unidos no dejan de sorprender porque deja claro que está gobernando en una muy particular substracción de problemas medulares que afectan si no al mundo (a muy pocos les importa lo que pasa en países bananeros Haití, Cuba o en San Salvador donde las denuncias de violación a los derechos humanos se han triplicado, mientras la población vota masivamente por el represor, son señales de que vivimos muy apurados y sin ganas de entender lo que verdaderamente está pasando) particularmente tampoco parece interesarles a los líderes de las naciones desarrolladas.
No se entiende cómo el Súper (Joe) Biden que se ha caído varias veces subiendo escalerillas de aviones, gradas y así de repente andando en una explanada a plena luz del día, pueda decir que cortará el suministro de armamento y municiones si el ejército aliado de Israel entra a Rafah. Hay alguien que diga algo de este gafe histriónico. Por supuesto no. La substracción ha llegado a niveles tan alarmantes de desinformación que ni el número uno de la mayor potencia mundial (la force one), sepa lo que pasa al frente de sus narices.