Los pescados de Evo

Por Carlos Rodriguez San Martín
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Evo Morales, caricatura Rocchia
Foto: Caricatura de Rocchia

La semana pasada uno de los más importantes periodistas de la Argentina, Jorge Fontevecchia, entrevistó a Evo Morales. Venga al caso la primera reflexión; semejante impacto no se lo habría ganado fácilmente ninguno de sus rivales políticos. El cocalero ha adquirido dimensión internacional. En la entrevista habló desde lo ridículo que puede ser para un autoritario como él hablar de defender la democracia para evitar que el país sea sacudido por la ola de extrema derecha, que según él está pretendiendo alejarlo de su postulación (Milei incluido).

Se descola cínicamente de su exministro de Economía, alegando que no es la copia fiel del modelo económico que la está llevando a Bolivia al desastre.

Fontevecchia, claro, quería saber qué opinaba del llamado golpe. “Cuando estaba volviendo a ver mis pescados a mi chaco a eso de las 11h, -dice- me llamó Lucho…”, para no aportar con más desastrosas contradicciones al caso ampliamente debatido, la cita –los puntos seguidos- reflejan la conmovedora realidad que achica a los líderes de la oposición que le están cerrando todos los caminos para que Evo sea candidato porque saben conscientemente que esa ida a su chaco -ojotas incluidas- representa su gran fortaleza electoral.

El expresidente es una auténtica encarnación de las clases campesinas que en su administración salieron a manejar sus negocios y les permitió igualarse en condiciones económicas elevando por ellos mismos el valor de su propiedad; intrínseco es en ellos referente de ese progreso (el proyecto no civilizatorio del indigenismo), un viviente dios chiquito que no están dispuesto a abandonarlo.

Él sabe eso y anuncia la guerra, hacer arder el país, una estampida innecesaria que podría acabar debilitándolo desde la condena. Como Robespierre que viene a destruir el régimen anterior para instalar uno nuevo y utiliza el terror como herramienta de disciplinamiento, Evo necesita mostrar esa imagen. Su error combina ese canibalismo político que ¡cuidado! puede ser autodevorador y antropófago de su electorado.

Empero, el líder cocalero no está dispuesto a perder esta nueva oportunidad que se le presenta para aplicar el ajuste de cuentas con aquellos mismos con los que compartió el deformado modelo económico productivo que está aleteando sus coletazos finales de vuelo.